"Ser viejo es ser libre"
Andrés Aberasturi | Periodista
Andrés Aberasturi (Madrid, 1948) habla claro pero no alto... ni falta que le hace. Habla con mesura en un charla distendida y con enjundia. Su carrera periodística ha sido larga y prolífica desde que siendo joven trabajó en Pueblo, cantera de talentosos reporteros. También ha hecho mucha radio y, por supuesto, televisión, siendo un peculiar presentador de informativos. Publica Vi luz... y entré (La Esfera de los Libros), diario intimista y reflexivo.
-Reflexiones sobre la vida y el pasado con un diario de la pandemia como excusa, idéntico punto de partida de Volver a dónde de Antonio Muñoz Molina. ¿A dónde volvería usted?
-Seguramente a la infancia, a la primera casa, al primer parque, a los primeros amores, pero tampoco, porque donde has sido feliz nunca hay que volver.
-Cuenta que le sigue tentando garabatear sobre en superficie, como los niños. ¿Hacerse viejo es como volver a ser pequeño?
-Ojalá, es una idea muy extendida, pero más por lo negativo, vuelves a tener manías, a enfurruñarte... Ser viejo es ser libre, despejarte de muchas cosas, de muchos pesos, empezar a vivir la última etapa con cierta serenidad, y ser autocrítico contigo. Esa comparación siempre es negativa: "Es como un niño, se olvida de todo". Claro, cómo no me voy a olvidar.
-Se define como "un hombre anciano, necesariamente viejo", palabra ésta casi sinónima de inservible. ¿Por qué hay ese desprecio a los mayores?
-Ha cambiado tanto la sociedad... Ahora nos quieren enseñar a cómo hacer el amor y por qué estamos obligados a tener sexo. A mí que me dejen en paz. Al llegar a los 70 años conviene que nadie te diga qué hay o no que hacer, bastante tenemos con la saturación del médico en el ambulatorio y con los bancos para que nos den lecciones de cómo ser felices. Si no lo has aprendido con 70, no te lo van a enseñar. Que nos dejen en paz y se dediquen ellos a arreglar el mundo, que bastante tarea hay.
-Al precio que se ha puesto, podría escribir una secuela Vi luz, entré… y la apagué.
-Al final termino diciendo que la apago, en ese sentido sí cumplo con mi generación, obsesionados de pequeños con la luz porque escaseaba y era cara. Nos acostumbraban a apagarla y ahora los críos encienden las luces como si nada.
-El cómico escocés Daniel Sloss hace chistes hilarantes de su hermana Josie, que murió con 7 años con parálisis cerebral. Usted le escribió un libro a Cris, su hijo, que padece el mismo trastorno. ¿Hablar de ellos, aun con humor, es una forma de humanizarlos?
-En principio me cuesta entenderlo. Hay que visibilizar, como dicen ahora, tantas cosas, pero no sólo la parálisis cerebral, sino la defensa de la inocencia, que está tan perdida y abandonada, tan llena de ejemplos terribles en los periódicos, de muertos en pateras, de críos que mueren de hambre… Defender la inocencia es una cuestión básica y si es con humor, bienvenido sea si es bueno.
-Con Cris aprendió a llorar. ¿Algún consejo para los que tenemos seco el lagrimal?
-Me salió de repente, pero seguro que hay un libro de autoayuda, ‘Aprenda a llorar en siete días’ o algo así.
-Prefiero su experiencia.
-Hay que dejarse llevar y seguro que saldrán; si no, tampoco pasa nada. Cuando lloras te mucho placer, la verdad, te quedas muy a gusto. Es una pena no haber sabido llorar antes.
-Ha hecho de todo en el periodismo. ¿Cómo cree que lo recuerdan? Dicen, sí, Aberasturi, el de…
-Lamentablemente, el feo de la tele. No se puede despreciar la televisión, aunque desprecies el contenido, pero no el hecho de salir porque de una día para otro te puede cambiar la vida y hay quien se lo cree de verdad y no sabe que cuando dejas de salir en la tele, dejan de llamarte.
-Siempre digo de broma que hace 30 años Aberasturi y yo éramos los únicos en España que llevábamos las camisas por fuera, pero me ha traicionado a la vejez remetiéndosela...
-No, sigo llevándolas por fuera. Alguna vez me la remeteré por el frío. Antes nadie las llevaba así. Ni coleta.
-Ni pendiente en el informativo.
-Ni pendiente. Pablo Iglesias se ha cortado la coleta, como hice yo. Antes no era muy normal hacer un informativo con coleta y pendiente.
-¿No era un acto rebelde?
-Qué va, me gustaba y por qué me lo iba a quitar, me parecía una estupidez.
-Habla sosegado y sin subir la voz. No lo veo en el Congreso ni en la tele actual.
-La tele actual y yo nos hemos dejado mutuamente, ni yo le intereso a ella ni ella a mí. Desde hace uno años no se me ocurre ir a un sitio donde para hablar tienes que gritar más que el de enfrente. No tengo interés en chillar ni en decir nada que no sea con tranquilidad.
-Como contertulio de la primera hornada, ¿siente que el oficio se ha degradado por exceso de tertulias?
-Claro, muchas veces ni los conozco, son de otro siglo, yo soy siglo XX y estoy en el XXI como de prestado. Pero no hay tanto contertulio para tanta tertulia. Y encima repiten, hay uno en una emisora y al rato en otra. Es aburrido, muy cansino.
-Vive en Yunquera de Henares, con la Alcarria en el horizonte. ¿Hay que irse de Madrid o de Barcelona o de Sevilla?
-Que cada uno haga lo que quiera. Yo era un urbanita convencido, pero en el campo y en un pueblo se está muy bien. Ahora ir a Madrid me cuesta un mundo, todo con cita previa, teniendo hora, haciendo cola, los semáforos… Echar un día en Madrid, Barcelona o Sevilla está muy bien, pero vivir se me hace muy cuesta arriba.
-Estudió en los jesuitas de Chamartín y dice que no puede creer en Dios. ¿Teme que al morir lo espere san Ignacio de Loyola para reprenderlo?
-Qué va. Seguro que me acogerá y me dirá: "Has sido buena gente, al menos lo has intentado, así que tú tranquilo y pasa para acá". Me defino como un agnóstico beato y no es que no crea en Dios, sino que no puedo entenderlo; entonces me resulta absolutamente inalcanzable. Se me escapa, es mecánica cuántica.
-"Me gusta mucho seducir porque como soy feo es mucho más complicado". ¿Ligar es más un cuerpo a cuerpo con uno mismo que con la dama en cuestión?
-Me gusta seducir a la dama, al amigo, al gato que huye y logro que venga conmigo, al crío que llora, lo cojo y consigo que se calme… Creo que es un intento de que te quieran, que descubran un poco la necesidad que tenemos todos de ser queridos y de querer.
-Cuidador de gallinas en sus ratos libres. ¿Es verdad que tiene con ellas conversaciones más interesantes que con algunos ministros?
-Sí, las gallinas no te contestan mucho y te miran de perfilillo, parece una sesión de control al Gobierno, donde se ponen a parir y nunca dicen nada. A las gallinas les puedes echar el sermón de la montaña que ellas se quedan tan frescas y yo tan a gusto.
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