"De chico no tenía muchos amigos de mi edad"
Israel Fernández | Cantaor
La personal impronta de Israel Fernández (Corral de Almaguer, Toledo, 1992) no sólo responde a su atractiva imagen mesiánica sino a una garganta privilegiada que lo erige como un artista complejo más allá de la etiqueta de cantaor de moda. Su trabajo con el jerezano Diego del Morao, Amor, (Premio Odeón al Mejor Álbum de Flamenco y nominado a los Latin Grammy) así lo ha demostrado para el gran público aunque el joven manchego ya dio muestras de sus capacidades tanto en Universo Pastora (2018) como en Con hilo de oro fino (2014) y Naranjas sobre la nieve (2008).
–Nominación a los Grammy Latino, entradas agotadas en la mayoría de los teatros, portadas de revistas... ¿Qué ‘enamora’ de su proyecto con Diego del Morao?
–Me parece que no me toca responder a eso, pero sí te puedo decir que nosotros ponemos todo nuestro corazón y toda nuestra verdad porque en la música no caben mentiras. Creo que lo que le llega al público es que no nos guardamos nada, por eso un día canto una hora y veinte y otro día 50 minutos porque creo que ya ahí me he vaciado y no tengo nada más.
–Dedica siempre sus actuaciones a los jóvenes, ¿por qué?
–Pues porque, como yo me he criado de una manera que siempre me ha gustado el cante clásico, de chico no tenía muchos amigos de edad. Los niños normales, por así decirlo, jugaban al fútbol, a la consola, que yo también jugaba y me gustan las dos cosas, pero lo que a mí más me distraía era cantar por Mairena y Caracol, escuchar a Manuel Torre y a Antonio Chacón. Con unos 8 o 9 años empezaría yo a cantar pero ya antes siempre estaba escuchado cantes. Así que ahora cuando veo gente de mi edad en los teatros pues me vuelvo loco, vuelvo a ser niño.
–¿Cómo es Corral de Almaguer? ¿Hay mucha afición al flamenco?
–Mi pueblo es un sitio chiquito de la Mancha, cerca de Toledo y de Madrid. Hay mucho campo, mucho viñedo, y no, no hay mucha afición al flamenco pero sí que en cada casa, como en todas las casas de España, hay un disco de flamenco y otro de copla. Es un pueblo de gente más bien mayor porque los jóvenes, por la cercanía, se van muchos a vivir a Madrid. Yo he preferido quedarme aquí con la familia, estoy más tranquilo.
–¿Le ha cambiado mucho la vida?
–Pues yo te diría que realmente no. Bueno, que hay que viajar más pero, por ejemplo, musicalmente hablando no me ha cambiado mucho porque siempre he vivido muy conectado al cante. Sí a lo mejor lo que va creciendo es la responsabilidad conforme vas cumpliendo años, ¿pero a todo el mundo, no? Unos tienen que pagar las casas, otros los seguros de los coches, otros tienen menos porque son millonarios (ríe) Yo a lo que me debo es al público y, sobre todo, al flamenco porque cuanto más mayor soy, más me doy cuenta de la grandeza lo que han hecho los que estuvieron antes que nosotros.
–Además del talento, supongo que es consciente de la imagen tan potente que proyecta... ¿También es de verdad?
–Mira, desde chiquitito mi madre me vestía como un hombre de 60 años. Con mi pantalón de pinza, mi camisa, mi zapato de vestir... Recuerdo que cuando empecé a trabajar con Sara Baras un compañero, Antón Suárez, el percusionista, me decía que cómo me pasaba 10 horas en un avión de viaje con los zapatos de vestir y arreglado. A raíz de ahí le hice caso y alguna vez me puse un chándal para esos viajes largos pero poco más... Y el pelo creo que sólo me recojo para jugar al fútbol y para comer, yo eso de moños para la calle, no me gusta. Desde chiquitito he tenido mi personalidad.
–¿Y el piano y la guitarra? ¿También los toca desde hace tiempo?
–Pues tanto con guitarra como con el piano soy totalmente autodidacta. Tampoco es que los toque muy bien, que no lo hago, pero me gusta mucho. Yo he ido poco al colegio pero siempre he estado cantando y liado con la música. La guitarra es que me vuelve loco desde pequeño y el piano lo toco por el culto. Mi madre cantaba en el coro y llegó un momento en el que faltó el pianista y yo, que tendría como unos 10 añitos, pues les dije que me dejaran, las cosas de los niños que no les da vergüenza de nada, y empecé a tocar de oído. Pero ojalá tocara bien. Como todo, lo que lo hago es con mucha verdad.
–Con ‘Amor’ se lanzó también a la composición.
–Sí ha sido cosa sencilla porque no he pretendido nada. Yo iba escribiendo o hablándole a la grabadora del móvil las cosas que se me iban ocurriendo y, cuando me di cuenta, tenía un disco entero en las manos. Desde chiquito siempre me ha gustado escribir cositas pero entonces no creía que fuera bueno y ahora pues me he atrevido porque tengo un poquito más de seguridad. Y ya cogí ese camino y están las cositas de Amor, el Desamparo, La Inocencia... Y la verdad que uno defiende mejor lo que escribe, como uno quiere más a un hijo que a un sobrino.
–Y hablando de familia, Diego del Morao ya como si lo fuera, ¿no?
–Así es. A Diego lo conozco desde siempre, es un poco más mayor que yo y él ya estaba tocando con figuras del cante cuando lo conocí en Granada pero creo que fue en Jerez, que yo estaba grabando allí, cuando coincidimos un rato que se convirtió en una noche y cantando nos dio el día. Ahí yo creo que nos quedamos el uno con el otro y al año o dos años ya hicimos juntos un concierto en Huelva del que surgió la idea del disco.
No hay comentarios