Pedro Casablanc | Actor

"Vivir sin tele es lo más grande"

Pedro Casablanc.

Pedro Casablanc. / M. G.

Será que va camino de los 60 y por eso Pedro Casablanc (Casablanca, 1963) no se muerde la lengua y ensalza a los actores de la vieja escuela. Vino a Sevilla con 18 años a estudiar Bellas Artes y se enganchó al teatro. Prepara Decadencia, dirigida por Mario Gas, y en verano rodará un corto de bandoleros. Ha tocado todos los palos pero su interpretación de Bárcenas en B y en Mar de plástico le valieron distinciones y aplausos. Hoy presenta los Premios Carmen en el Cervantes de Málaga junto a Adelfa Calvo.

–Su apellido artístico viene porque nació en Casablanca. ¿Su película favorita es... Philadelphia?

–Nací y viví allí pero ni sabía que existía la película, Casablanca, no Philadelphia. La vi al irme a Sevilla con 18 años. Soy como Antonio Mairena o Chiquito de la Calzada, tengo el nombre del sitio donde nací.

–Disculpe el cotilleo. ¿Conoció a Hasán II?

–Sí, mi padre era sastre de alto standing y un día estuvimos en el Palacio tomándole medidas para hacerle un traje en sentido literal. El otro traje se lo hacíamos en casa...

–A una amiga le caía mal Goya y se reconcilió cuando lo interpretó en El Ministerio del tiempo. Me pide que le dé las gracias.

–No debió ser muy agradable e intenté hacerlo simpático. Viendo esas pinturas debió ser un tío difícil... como un director de teatro actual.

–En Yo, Feuerbach daba vida a un actor perdido en el mundo de las redes cuyo único pecado es amar profundamente su oficio. Elija: renovarse o morir.

–Renovarse. Feuerbach era un apocalíptico, no un integrado, como dice Eco; luchaba contra lo imposible. Oponerse al progreso es como un tsunami que te ahoga. Prefiero renovarme siempre.

–Me recuerda a los intérpretes británicos, con un rictus y una personalidad muy potentes. ¿Me estoy colando con los piropos?

–No, los piropos me encantan y que me comparen con actores británicos es un tremendo honor porque los admiro de siempre; he ido mucho a Inglaterra a ver teatro y admiro su trabajo.

–Qué lugar ocuparía hoy Fernán-Gómez en esta sociedad de Instagram.

–En esta época de redes sociales nos estamos perdiendo vivencias, conexiones reales de mirar a la cara a las muchachas en el autobús o en la calle porque están liadas con el móvil. Hay absoluta imposibilidad de conexión. En las pausas de mis ensayos, la chica se va a mirar el móvil en vez de tomar un café. Fernán-Gómez empezó a ser actor para relacionarse con las chicas. No sé si esto es políticamente incorrecto, pero lo digo y ya está.

–Afirma Nuria Espert que el teatro es "un dueño muy duro" que la había "lastimado muchas veces" al servirlo. ¿Tan mal se pasa?

–Los actores nos dividimos en dos bloques: los de teatro y los de cine. A veces son irreconciliables. Los que hacemos ambas vemos lo duro que es el teatro y lo agradecido que es el audiovisual; en el buen sentido, cualquier chorrada que has rodado en 10 minutos en una película tiene un repercusión tremenda comparado con 45 días de ensayo en una obra de teatro, además de la representación. Si la obra ha tenido buena acogida, es un viaje muy apetecible, pero si no, es un calvario diario.

–Interpretó a Bárcenas y alcanzó gran notoriedad por Mar de plástico. ¿Los directores de casting le han visto cara de corrupto?

–Con Bárcenas no fue un director de casting, sino Alberto San Juan, que es amigo y probablemente también me vea cara de corrupto. En Mar de plástico interpretaba a un tiparraco déspota con el que no me gustaría encontrarme, pero que me dio muy buenas recompensas: el Premio de la Unión de Actores, el Ondas...

–Se le relaciona con papeles de malo. ¿Se identifica con Edward G. Robinson?

–Sí, por qué no, aunque creo que soy más guapo. Qué grandísimo actor era el carasapo éste y qué pocos hay ya de ese calibre. Ahora mandan la belleza apolínea y la juventud. Actores como él, Spencer Tracy, José Bódalo, Fernán-Gómez... hoy tendrían muy poco que hacer. ¿Cuántos actores mayores de esa categoría hay ahora en candelero? Ninguno.

–Adolfo Marsillach.

–También. Hoy sólo se hacen series de institutos donde los niños están salidos, no hay lugar para este tipo de actor. Como cada vez me acerco más a esa provecta edad, menos mal que tengo el teatro. Ya lo decía José Luis Gómez: "El teatro nunca te fallará; el cine y la tele en algún momento te dirán ahí te quedas".

"Viendo sus pinturas, Goya debió ser un tío difícil... como un director de teatro actual"

–Dirigirá en Casares la historia de redención de unos bandoleros andaluces. ¿Son estos malhechores nuestros Robin Hood?

–Robin Hood de zapatilla, de andar por casa, de pueblo, que tenía que mantener a la familia. Cada pueblecito de la Sierra de Ronda pudo tener en su momento uno: el Lagartijo, el Tempranillo… El Robin Hood español, sí.

–"La educación es un bien tan necesario como el pan". ¿No están ambos cada vez más chiclosos, menos buenos?

–Sí, a la educación hay que meterle un poquito de masa madre, está claro. El pan hay que buscarlo y se encuentra bueno. Pero la educación está chiclosa, está que no se le puede hincar el diente.

–Se considera manirroto. Pensaba que su mundillo estaba poblado de tiesos.

–Algunos tienen fama de agarrados, de la cofradía de la virgen del Puño. Yo soy un manirroto porque no supe de matemáticas, fui un negado, no sé sumar, lo único que sé es restar. Confío demasiado en los gestores.

–¿Es más rojo que Carrillo?

–De corazón, sí.

–No tiene tele en casa y sí un huerto. ¿Buena terapia para la salud mental?

–Absolutamente. Hay gente alérgica al campo que prefieren el asfalto, no lo concibo. Vivir sin tele en lo más grande, sobre todo porque hay acceso a cualquier tipo de imagen con el móvil, el ordenador, y Youtube es la gran tele del mundo. No soy de llegar a casa, tumbarme en el sofá y poner la tele para desconectar. Para desconectar miro las nubes por la ventana. ¿Para qué voy a poner la zafiedad de la tele? Así no desconecto, me pongo enfermo.

–¿Sus rizos lo traen por la calle de la amargura?

–Ya me dan igual. Con mi edad soy responsable de mi cara y de los pelos de todo el cuerpo. En la adolescencia quería gustar a las muchachas y los rizos me traían por la calle de la amargura.

–Con esa voz, ¿no se planteó ser Luis del Olmo?

–No, hice un programa en Radio 3 poniendo la música de mi vida y lo pasé muy bien. Pero esa soledad de la radio me entristece, prefiero estar rodeado en el trabajo.

–Fue recogepelotas de tenis. Puede hablar de Djokovic y las vacunas...

–Jugué al tenis un tiempo y lo sufrí porque echaba las bolas fuera; entonces, recogía las pelotas cuando jugaba mi padre, que era mucho mejor que yo. Djokovic nos intenta meter un pelotazo y es una vergüenza que la Comunidad de Madrid casi lo quiera hacer hijo predilecto.

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