Ángela Sánchez Pérez | Escritora

“A Carmen de Burgos se la conocía como la ‘divorcista’ o la ‘marimacho”

Ángela Sánchez Pérez

Ángela Sánchez Pérez

Ángela Sánchez Pérez, salmantina que vive en Granada, ha escrito un libro llamado La dama roja, dedicado a la figura de la periodista Carmen de Burgos. Es autora de varias novelas como Campo de Yeltes y Me quedo contigo hasta que te duermas. Durante una estancia en Guatemala rueda en 1999 como guionista un documental sobre la medicina maya y escribe Crónicas de Guatemala. A su regreso a España vive cerca de Rodalquilar, allí se interesa por la periodista Carmen de Burgos, una mujer que estuvo prohibida por el franquismo y que ahora está siendo reivindicada por su aportación al mundo del periodismo y de la mujer.

-¿Sabe? Yo vivo en Granada en una calle paralela a otra llamada Carmen de Burgos. ¿Quién fue esta mujer?

–Fue una mujer extraordinaria. Afortunadamente, desde hace décadas, el nombre de Carmen de Burgos podemos encontrarlo en placas de calles, plazas, avenidas y paseos. Yo oí su nombre por primera vez a mediados de los ochenta en el Cortijo de la Unión, en Rodalquilar, donde pasó su infancia y adolescencia. Por aquellos años era una perfecta desconocida, incluso dentro del mundo del periodismo y la literatura.

–¿Su libro es un ensayo o una biografía?

–Yo diría que es un híbrido de ambos, con una pizca de yoísmo, ya que se presenta como una búsqueda personal, como lectora, del personaje y su obra. Quizás podríamos llamarlo ensayo biográfico. No sé. Me resulta más difícil hablar de lo que escribo que escribirlo.

–¿Por qué le ha interesado este personaje?

–Confluyeron mi pasión por la lectura y mi inclinación hacia lo prohibido. A medida que, con un empeño detectivesco de bibliófila, iba descubriendo su vida y su obra, cada vez me fascinaba más el personaje. Y si algo te apasiona y es desconocido para la mayoría, el impulso es compartirlo. Así fue como en 2008 me senté a montar las piezas del rompecabezas éste que no he sabido definirle.

–¿Cómo fueron los inicios de Carmen de Burgos en el periodismo?

–Empezó de cajista en la imprenta de Mariano Álvarez, su suegro, en la que se había impreso el acta revolucionaria de 1868 y donde se editaba Almería Alegre, que dirigía Arturo, el marido de Carmen de Burgos. Pero era ella quien se encargaba de todo debido a la vida noctámbula y disoluta que éste llevaba. Allí fue donde hizo sus primeros pinitos como redactora.

–¿Quién le puso el pseudónimo de Colombin?

–Se lo puso Augusto Figueroa, el director del Universal, en donde Carmen comenzó a colaborar en 1901. Figueroa le da una columna y un pseudónimo, si bien nunca lo usó como sustituto, pues firmaba Carmen de Burgos (Colombine). Utilizó otros, pero éste fue el más conocido. Incluso un presidente de la Cámara dijo un día que se discutía el voto femenino: “No quiero colombines en el Congreso”.

–¿Fue una columnista influyente en su época?

–Claro que lo fue. Los escritores y periodistas eran los influencers de aquel tiempo, no había competencia audiovisual. Eran estrellas, para bien y para mal.

–Era una defensora del divorcio. Aquello le crearía muchos enemigos.

–Sí, en 1904, desde su columna del Universal lanza una encuesta a personalidades de todos los ámbitos sobre su actitud ante una posible ley de divorcio. Tuvo que retirarla, aunque luego publicó las respuestas en un libro. Pero la polvareda ya estaba levantada y le otorgaron el título de divorcista. Dos años más tarde, ya en el Heraldo como redactora, lanzó otra encuesta sobre el sufragio universal, pero no la llamaron sufragista, sino marimacho.

–Tuvo una relación sentimental con Gómez de la Serna. ¿Cómo fue?

–Se conocen en la tertulia que Carmen abre en su casa. Mantuvieron una relación de 20 años, contra todas las convenciones, más que nada debido a la diferencia de edad, pues ella ya era viuda cuando conoció a Ramón. Llevaron esta relación con mucha discreción en Madrid, no así cuando vivieron en Nápoles o en Estoril. Ramón dejó testimonio de esta relación, tanto en su Automoribundia cómo en La cripta de Pombo. Escribieron juntos dos obras muy diferentes y se hicieron prólogos y críticas mutuamente. Se admiraban como escritores.

–También fue una de las primeras mujeres periodistas enviadas a cubrir una guerra.

–Sí, fue enviada a Málaga como corresponsal de El Heraldo, pero por iniciativa propia cruzó a Melilla, a los campos de batalla rifeños, para burlar la censura militar. Además de sus crónicas, escribirá una novela sobre los episodios en la guerra. En una nota al lector dice: “He escrito esta novela en el campamento, con el mismo brazo que acababa de curar heridas de verdad”. Siempre se confesó antibelicista y abogó por la objeción de conciencia.

–Imagino que el franquismo la ignora porque fue defensora de la República.

–Ojalá solo la hubiera ignorado. Pero no la ignora, la condena después de muerta prohibiendo toda su obra por decreto ley en 1939. En 1942, al incautarse los archivos de la masonería, aparece su nombre como fundadora de la Logia Amor en 1931. Entonces es puesta en búsqueda y captura, cuando ya llevaba diez años muerta.

–¿Ahora se la está tratando con justicia o sigue siendo una gran olvidada?

–Ella dejó dicho: “Yo resucitaré por la fuerza del libro que no habré podido escribir”. La estamos resucitando. Se están reeditando alguno de sus libros como La mujer moderna y sus derechos, del 27. La mejor forma de conocer a una escritora es leyéndola, así se hará justicia literaria a una autora prohibida.

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