Manuel Olmedo | Historiador
"España no tiene que pedir perdón por la conquista de América"
Pilar Eyre | Escritora
Columnista, reportera y entrevistadora. Pilar Eyre (Barcelona, 1951) ha ejercido el periodismo desde las más diversas facetas y en distintos medios de comunicación. Una profesión desarrollada junto a la de escritora, en la que cuenta con un buen número de títulos. Destaca en ellos uno de los temas por los que más es conocida esta catalana, de ascendencia gallega: la familia real española. Como ejemplo, ahí están Dos Borbones en la corte de Franco, Secretos y mentiras de la Familia Real, La Soledad de la Reina o Yo, el Rey.
Su nombre también se ha hecho habitual en la novela histórica, como su última obra que presenta estos días, De amor y de guerra (Editorial Planeta), una historia ambientada en la Barcelona de la posguerra y en los primeros años del exilio en el sur de Francia. Para documentarse ha dedicado más de un año.
Hablamos con ella una mañana de noviembre en Sevilla. Acaba de cambiarse de ropa para la entrevista. Son días en los que se discute mucho sobre la ley de amnistía a los implicados en el procés. Cataluña, su comunidad natal, en el punto de mira. Una taza de café nos acompaña.
-Me imagino que detrás de esta novela habrá muchas horas de documentación...
-Tiene una labor de documentación de muchos años, que he ido atesorando gracias a los libros que sobre la guerra civil y el franquismo he escrito. He hablado también con refugiados españoles, que ya han fallecido. Toda esa investigación me ha servido para construir el marco histórico y los personajes. Para esta novela, he tardado año y medio.
-¿A qué se debe que aquellos primeros años de exilio se hayan estudiado tan poco?
-No quiero ser pedante, pero hasta ahora sobre este asunto faltaba la mirada de la mujer. Su papel en el exilio ha tenido poco reflejo en la literatura. Muchas de ellas me decían que en España mandaban en batallones, que estaban en el frente u organizaban la retaguardia. Con un papel activo. Luego, durante el exilio, se tuvieron que dedicar a fregar suelos, a estar en los hospitales o a cuidar a sus hijos, mientras los maridos estaban en el bar conspirando para preparar la vuelta. También hubo muchas mujeres que estuvieron en la resistencia, cuyo papel ha sido totalmente anulado.
-¿Hubo un hecho puntual que le llevara a escribir este libro?
-Ha habido varios. Yo quería hacer un libro sobre esta época, que me fascina. Mucha gente se queja de que haya tantos libros sobre la guerra civil, pero se trata de un periodo que ha marcado a muchas generaciones de españoles. El germen de esta novela surge cuando un amigo periodista me cuenta que su abuelo, siendo joven, se fue al exilio y no habían vuelto a saber de él. Creyeron que se había muerto, falsearon el certificado de defunción y al cabo de bastantes años descubrieron que seguía viviendo a 50 kilómetros de la frontera.
-También habrá bastante de vivencia familiar...
-Mi padre era falangista y estuvo tres años preso en la Modelo de Barcelona, condenado a muerte. Cuando falleció hace poco tiempo, le descubrí en su escritorio un paquete con poemas que había enviado a una chica, que no era mi madre, a la que conoció después. Esos sentimientos apasionados y carnales le ayudaron a seguir viviendo. También encontré un hecho apasionante en mi biblioteca: el historiador Carlos Rojas, en 1970, le hizo una entrevista a un dirigente socialista, exiliado en México, al que llamaban el sastre por ser el primero que cosió una bandera republicana en España. Contaba cómo durante la salida por la frontera franco-catalana, cuando acompañaba al general comunista Modesto, éste disparó a un joven que intentaba quitar un obstáculo de la carretera. Yo me quedé con esta muerte tan absurda y le he querido rendir un homenaje con el libro.
-¿La guerra fue también una oportunidad de los protagonistas para escapar de ese futuro poco esperanzador que tenían en común?
-Es un punto de visto que no me había planteado. La guerra les obligó a salir de lo que ahora se conoce como zona de confort y emprender nuevos caminos. Sin esa situación, probablemente no hubieran viajado ni desarrollado su personalidad.
-Por cierto, usted viene de una familia de derechas, pero se hizo de izquierdas, ¿por convicción o por rebeldía juvenil?
-Yo vengo de una familia muy de derechas, ganadores de la guerra civil. Mi padre estuvo en la cárcel por falangista durante la contienda y un tío materno combatió en la División Azul. Pero cuando en los años 60 entré en la universidad, que estaba por entonces muy politizada, me volví del revés, al percatarme de que había una parte de la historia que se me había hurtado. Me volví más roja que nadie. Hice sufrir mucho a mis padres.
-¿Esos ideales los sigue manteniendo hoy día o están relativizados?
-Ahora hay cosas de un lado que me gustan y otras del lado contrario que también. He llegado a la conclusión de que en estas grandes carnicerías, que son las guerras, las sombras están en los que se encuentran arriba, moviendo los hilos. Las luces son las víctimas. Me gustaría que hubiera un partido híbrido.
-¿Echa de menos un partido de centro?
-Tengo que confesar que voto a Pacma. Soy una gran amante de los animales. Es la lucha de mi vida. De la derecha no me gusta que sean taurinos, pero también soy católica y a veces me siento atacada por la izquierda.
-¿Las guerras tienen más literatura que los tiempos de paz?
-Las grandes tragedias no compensan a la humanidad, pero de ellas se hace muy buena literatura, especialmente novelas, un género de la que soy una gran defensora, pues en estas obras está todo. Los ensayos son sólo para gente pedante.
-Tengo entendido que este verano ha releído El Quijote...
-Lo he leído con mucha compasión. En las últimas páginas he llorado. Me sentía muy identificada con el protagonista, porque él sabe que si le quitaban su locura, lo matarían. El único que lo entiende es Sancho, el prosaico. Yo también pienso que cuando me quiten la locura de escribir, me moriré en cuatro días.
-¿Lo que está ocurriendo actualmente con Cataluña y la polémica amnistía cree que daría para una buena novela?
-Ya lo dijo Bertolt Brecht, "de los tiempos sombríos se cantará también".
-¿Ha cambiado mucho Barcelona con la deriva política de los últimos tiempos?
-Depende del punto de vista. Vivo en Barcelona, no soy independentista y hablo castellano. Jamás he tenido un problema. Nadie me ha obligado a hablar en catalán. Trabajo en TV3 usando el español. Creo que hay muchas ganas de enredar.
-En esta novela, por cierto, no podía faltar un Borbón...
-Exacto. Siempre tienen que asomar la patita...
-Hemos pasado de los juancarlistas a los leonárquicos, un nuevo término...
-(Risas). No lo había escuchado. Tiene gracia esto. Me gusta.
-¿Alguna etapa de la España contemporánea en la que le gustaría basarse para una nueva novela?
-Me gustaría hablar de una época concreta de la vida de los Reyes actuales, determinante para su matrimonio, la historia de España y la formación del carácter de Letizia. Son los años en los que todos nos creíamos que ella era la mala y se tenía que levantar cada día con un titular que la perjudicaba, cuando era consciente de lo que estaba haciendo su suegro y conocía toda la verdad. Me parece un periodo muy interesante por mostrar cómo resistió este matrimonio a todas aquellas presiones.
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