Ignacio Arrabal: "Los libros buenos hablan del ser humano"
Escritor
Ignacio Arrabal nació en Sanlúcar de Barrameda, en 1973, y vive en Jerez de la Frontera desde hace 18 años. Es autor de los volúmenes de poesía 'La palabra tiempo', 'La superficie del aire', 'Los sueños intactos' y 'La luz inversa', galardonados con diversos premios como el Angaro, el Santa Teresa de Jesús o el Paul Beckett, así como el reconocimiento de ser finalista del Premio Nacional de la Crítica. En 2014 publicó una selección de relatos bajo el título 'Las vidas invisibles', a las que siguieron las novelas 'El rasgo suplementario' (2016), 'Hasta que sea verano' (2017), 'Los ofendidos' (2021), 'Personajes de novela' (2022) y 'Wanted' (2024), y su obra ha sido traducida al italiano. Acaba de publicar 'Cada uno de los días' (Rhode Island). Su vida laboral la ha dedicado a una bodega en Sanlúcar durante 24 años y ahora dirige la empresa 'Tapones del Sur'. Ha cotizado "para él y para dos más", dice. Es aficionado a correr y tiene dos hijos, de los que espera que un día estén orgullosos de él, "de alguna forma, a través de mis libros".
Pregunta.¿Cómo llegó la escritura a su vida?
Respuesta.Pues por imitación. Yo escribo porque leo, no tengo un talento innato para escribir. No es falsa modestia. Descubrí la lectura y lo que sí tengo es una capacidad para asimilar lo que leo más que otros. Hice mi camino leyendo. Y todo empezó en la mili, cuando tenía 18 años, en 1992. Yo pensaba, la inconsciencia de la juventud, que la mili era algo que le ocurría a los demás, no a mí, y además me creía que podía hacerla en Sanlúcar, pero para mi desgracia me mandaron a Madrid. Y me tuve que ir. Y pensé, cuando llegué, que lo mejor era juntarme con gente seria, más mayor, con un grupo que ya había acabado la carrera. A ellos me arrimé y compartíamos habitación. Y ellos leían, y así empecé, lo que pasa que muy pronto descubrí que me gustaba de verdad. Y así sigo hoy.
P.Y llegó la imitación.
R.Sí, empecé a ver que lo que escribía no estaba mal. Conocí a varios escritores antes de publicar, sobre todo, hice mucha amistad con Carlos Murciano, y con su hijo, Jorge de Arco. Yo le di mi primer libro y me dijo que estaba bien, con sus errores, pero que estaba bien, y que los errores había que cometerlos. Eso también me animó a seguir escribiendo.
P.Usted empezó nada menos que con poesía. ¿La ha dejado un poco atrás?
R.Sí, definitivamente. No me sale poesía ahora mismo. Lo que me apetece contar ahora necesita la narrativa.
P.Hablando de necesidad de contar, su último libro, 'Cada uno de los días' (Rhode Island), relata el proceso de la muerte de su padre.
R.Yo había leído algunos libros sobre la muerte del padre y me preguntaba si yo también sería capaz. Empecé y vi que me salía algo decente. Al principio no se lo dije a nadie, excepto a mi mujer, que fue leyendo cada semana lo que iba escribiendo. Cuando terminé se lo di a mi madre y le dejé a ella la decisión de si se publicaba o no, porque lo mismo ella no quería que se supiera cómo fue el proceso de la muerte de mi padre, sobre las tres semanas que estuvo ingresado. Ella me dijo que adelante. Es que, a mí se me ha muerto mi padre, pero a ella se le ha muerto gran parte de su vida. Pero ella quiso, si no, no lo hubiera publicado nunca.
P.Este libro, ¿es una forma de que su padre siga vivo?
R.Sí, para seguir hablando con él de alguna forma. Esa era mi motivación principal cuando me sentaba a escribir. El libro empieza cuando yo le digo a mi padre que le quiero, que no le decía antes por pura timidez, porque me di cuenta de que se moría, ¿y no iba a ser yo capaz de decirle te quiero una vez? Y se lo dije. Pensé que era el inicio de algo al final de una vida. Ya no iba a poder decirle 'te quiero' más veces. Así que reconstruí la historia a partir de ahí y escribir algo bonito. Porque si no te ocurre nada malo parece que no tienes nada que contar, y no es así. Las historias bonitas también hay que contarlas.
P.¿Su objetivo es darle voz a los procesos de duelo de otros lectores?
R.Sí. En circunstancias distintas de cada uno, pero es que después de la muerte queda un vacío. Y no verlo más me sigue explotando la cabeza porque mi padre no se ha muerto para un rato, sino para siempre. Otra cosa de la que quería huir literariamente era de dar la sensación de que soy el único al que se le ha muerto un padre, no ser un pesado. Yo he querido contar mi historia, pero hacerla universal. A un hombre de Oviedo no tiene por qué importarle que se ha muerto mi padre, lo que tiene es que verse reflejado. He hecho de la muerte de mi padre un lugar universal. Esto es un libro no una carta, mi padre pasa a ser un personaje. Me movía en un alambre muy fino, entre lo personal y lo literario. Había que contar lo que había pasado con el cuidado literario que le pongo a todos mis libros. No ha sido fácil.
P.Una vez que se vio capaz y que lo ha publicado, ¿cómo se ha sentido?
R.Yo tenía dudas literarias. Cuando empecé a escribirlo yo tuve claro que ni mi padre era mi padre ni mi dolor era mi dolor, era algo universal que entraba en un libro. Ahora... no sé. No lo he vuelto a leer desde que lo escribí, cinco meses después de que él muriera, aunque yo ya tenía el libro en mi cabeza. Al final fui capaz y está teniendo muy buena acogida.
P.¿Se cree ahora capaz de cualquier cosa?
R.No. Lo que sí es verdad es que me está costando volver a escribir algo, pero no creo que sea culpa del libro. En la medida en que me ha sido posible, y creo que lo he conseguido, para mí es un libro más, tratando de dejar a un lado parte de lo personal y centrarme en lo literario. Cuando alguien me escribe y me dice lo que siente cuando lo lee, que no siente pena por mi padre sino por el personaje, que al final muere, pues he conseguido que sea un libro más. Es lo que pretendía. Y tampoco quería matar a mi padre cada vez que alguien lo leyera. Ya ha muerto una vez, por eso digo que me ha pesado más el tema literario, el personal es algo que a nadie le importa, es algo con lo que tengo que lidiar yo, no los lectores.
P. 'Cada uno de los días' lo ha publicado con la joven editorial jerezana Rhode Island, responsable de una exquisita edición llena de detalles.
R.Sí, son ideas del editor, Adrián Otero, y de Saulo Ruiz. El título hace referencia a una canción de Carlos Cano, que le encantaba a mi padre, así cómo los nombres de cada capítulo en páginas azules, y más detalles. Y es que Adrián también ha hecho suyo este libro porque pasó por un proceso similar con su padre y se ha identificado, le ha hecho digamos un homenaje. El libro es precioso.
P.Usted, tanto en este último libro como en el anterior, 'Wanted' (con una maravillosa portada de Alberto Belmonte), se recrea en el proceso, donde no está pasando nada, pero está pasando mucho, en el camino que recorren los protagonistas hacia el final de la obra, a lo Proust.
R.El paso del tiempo es una de las grandes cuestiones de la literatura. Y el tiempo me preocupa, ya tengo más tiempo por detrás que por delante. Hoy hay muchos libros que son narraciones, incluso casi redacciones de colegio, redactan cosas. Pero lo importante sucede dentro de las personas y eso es lo que hace Proust en 'En busca del tiempo perdido', que habla de lo que sucede dentro de las personas. Y eso es lo que a mí me interesa, y lo de fuera en tanto que influya en el relato. Todos los días nos cruzamos con gente que tiene una historia, triste o feliz, y eso es lo que a mí me interesa. Cuando yo estaba escribiendo 'Cada uno de los días', salió otro sobre la misma temática, 'El jardinero y la muerte' de Gueorgui Gospodínov, que es un espectáculo, pero no lo quise leer hasta acabar el mío. Después, cuando lo leí, había cosas a las que a mí me hubiera gustado llegar con el mío, pero esa es lo grande de los libros. Los libros buenos hablan del ser humano, por lo cual hablan de uno mismo.
P.Su libro 'Los ofendidos' acaba de ser traducido al italiano.
R.Eso ha sido una de las grandes sorpresas y alegrías que me he llevado en mi vida, precisamente por eso, porque nunca uno sabe a donde llegan los libros, y eso me está sucediendo con el de mi padre. Respecto a 'Los ofendidos', fue idea del traductor y escritor italiano Alessandro Gianetti (Florencia, 1976), que reside en Sevilla, le gustó y me propuso publicarlo en la editorial Scritturapura, de Turín. Pensé que era una broma, pero a los pocos días, hace unos años, lo conocí en la Feria del Libro de Sevilla. Y como para mí es más importante leer que escribir, le dije que 'Los ofendidos' está bien, pero que si quería de verdad llevar a Italia algo extraordinario tenía que publicar 'La última batalla' de Julio Manuel de la Rosa (1935-2018), el último libro que escribió. Con él tuve una relación muy estrecha los dos últimos años. Y así fue, le encantó. Propuso los dos, pero le pedí que primero sacara el de Julio Manuel, para el mío ya había tiempo después si había dinero. Salieron los dos y han tenido muy buena repercusión.
P.Y, finalmente, ¿tiene algún libro a la vista para publicar?
R.Bueno, tengo varios proyectos a la espera. Cuando murió mi padre, yo estaba escribiendo un libro que además tenía muy avanzado. Se llama 'Malagente', una historia a la que también le di muchas vueltas, sobre mi experiencia laboral en una bodega en Sanlúcar, hilada con mi trayectoria en la lectura; luego tengo 'No todos escapan de su noche', en la senda de 'Los ofendidos'. Y ahora estoy haciendo el Pregón de la Navidad para el Colegio Argantonio de Cádiz, a modo de un cuento de Navidad. Y tengo en la mente hacer una cosa nueva, porque si no me aburro si las cosas se parecen unas a las otras, que es una biografía a mi estilo de la pintora Carmen Laffón, con quien tuve amistad, y no hay nada escrito sobre ella. Ahora tengo que ponerlo en pie literariamente. Y ahí estoy.
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