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Juan Barbé. Maestro papelero

"Es magia, la gente quiere hacer cosas con sus manos"

  • Las fibras naturales, vegetales o recicladas, son su materia prima. Va impartiendo talleres de papel por todo el mundo y de sus clases "no se sale indiferente".

En 1983 Juan Barbé y Javier Biñaras fundaron el taller de papel Eskulan (hecho a mano, en euskera), en la localidad guipuzcoana de Zizurkil. Desde entonces, han hecho de esta industria un arte, usando fibras naturales de todo tipo, ya sean vegetales ya sea reciclando otras. Con su arte antiguo va impartiendo talleres por todo el mundo, esos de los que dice Juan que los alumnos "no salen indiferentes". La semana que viene lo hará en cinco días, entre el 18 y el 22 de agosto, en Puerto Real (info@elviajeroalado.com).

-Tengo que confesarle mi admiración: alguien que fabrica papel cuando tantos afirman que el papel ha muerto...

-Los amantes del papel son legión y mientras estén ahí el papel tendrá larga vida. Además, trabajando con gente, dando talleres de papel, he descubierto que la magia que yo sentí al hacer papel con mis manos por primera vez, la veo en las caras de los alumnos. Y es que hacer papel es muy fácil, sólo son necesarios dos elementos, la celulosa y el agua y con esto se hace un soporte destinado a vivir siglos.

-Entonces cree usted que a los periódicos de papel nos queda vida.

-Y tanto que queda vida. ¿Va a ser lo mismo abrir el periódico mientras desayunas que poner en marcha el ordenador? Mientras haya gente que reivindica el papel prensa, y hay muchos, esto no muere. Otra cosa distinta es la inmediatez de la noticia etcétera…  yo contra la velocidad no he luchado nunca.

-¿Cómo le dio por dedicarse a algo tan arcaico en este mundo digital?

-Es que yo estudié en la extinta Escuela de Ingeniería de Papel de Tolosa. Trabajé en la industria de papel y descubrí que no quería llegar a gerente. A partir de ahí, el entorno, los estudios, el toque bohemio me llevaron hasta aquí. Va para 32 años. El taller se fundó en 1983, no me lo puedo creer. Entonces el mundo digital estaba en pañales.

-Sus cursos, de todas formas, tienen un gran éxito. ¿A qué lo atribuye?

-Ocurre que la gente quiere hacer cosas con sus manos. Hace unos días estuve en una conferencia de un paleontólogo que estudia la genética de los huesos en las simas. Dijo que hemos llegado hasta aquí gracias a las manos. El lenguaje, posiblemente, tiene su origen en los gestos de las manos, con las manos pudimos hacer herramientas y matar grandes bóvidos, con su carne y grasa empezamos a alimentarnos mejor y comiendo menos redujimos el tamaño del aparato digestivo y gracias a ello se desarrolló más el sistema nervioso y por tanto el cerebro, algo tiene que quedar de todo ello. Además mis talleres son muy creativos, propongo hacer una obra acabada utilizando sólo papel. Papel blanco y sobre él se interviene con pulpas de papel coloreadas hasta concluir la obra. Este campo es muy amplio y yo aprendo mucho de mis alumnos, tengo suerte.

-Creo que es usted uno de los últimos románticos.

-Quedamos unos cuantos en Europa, muchos en Asia, y en América la resurrección del papel es espectacular. He trabajado en Nicaragua, México y estoy en permanente contacto con artesanos de Ecuador, Bolivia Colombia etcétera. En España quedo sólo yo como taller profesional, éramos cuatro. Pero aficionados hay muchos

-Usted mirará el papel industrial como un panadero mira la bollería...

-Sí, rotundamente. Como le he dicho he trabajado en la industria durante 10 años. Era un trabajo embrutecedor, sólo obedecía a la producción. El papel industrial es una capa de celulosa sobre la que se aplican diversos productos químicos que le hacen útil para una aplicación determinada. No hay margen para buscar la excelencia o elaborar lo exclusivo. Mi trabajo es el silencio sólo roto por el sonido del agua al hacer la hoja, estoy en el campo y cuando trabajo en primavera, escucho al mirlo. Soy un privilegiado. No sé como he llegado hasta aquí ¡ja, ja, ja!

-Y nosotros ¿qué diferencia tendríamos que notar entre los dos papeles?

-Una vez Eduardo Chillida me dijo que lo que él hacía con las manos y poniendo amor, no podía dejarlo sobre un soporte que no estuviera hecho de igual manera. Esa podría ser la respuesta.

-Claro, para usted el papel es algo más que un soporte.

-Puede ser mucho más que un soporte. A veces alguien te llama y te dice lo que se le ha ocurrido hacer y pasa por el taller enseñándote un boceto y te pide que le hagas un papel para "esa locura". Y entonces tienes que buscar la fibra de celulosa más adecuada para ello, o una mezcla. El papel puede ser una obra en sí mismo si lo hacemos con las intervenciones que he explicado antes. Soy fotógrafo y hago mis papeles y los intervengo, teniendo en cuenta la fotografía que voy a imprimir encima, o al revés. Y a veces el papel es en sí tan bello, que no es necesario ponerle nada encima. Hay coleccionistas de papel.

-¿Qué siente usted cuando saca una hoja de una tina?

-Siento emoción si estoy haciendo algo nuevo o lo estoy haciendo de otra manera y veo que, a lo largo del proceso, me va gustando lo que va apareciendo. Cuando esto ocurre se me olvida hasta comer. El trabajo cotidiano me gusta. Me gusta recoger al día siguiente las hojas secas .

-¿Cree que sus alumnos sienten lo  mismo?

-Si me pidiera que le dijera qué cosa tienen en común los alumnos de un taller, le digo que es que durante cinco días trabajan "sin piedad". A veces tengo que hacer un alto para que esa especie de fiebre papelera no nuble la creatividad que tienen y dediquen tiempo al proceso entero. Muchos de ellos, al acabar el taller, apañan un lugar en casa y siguen con la historia. Ya quedaron envenenados.

-Oyéndole no puedo evitar pensar en ustedes como artesanos felices ¿Me estoy dejando llevar por una visión idílica?

-Hay de todo, momentos inolvidables y cabreos monumentales. Cuando tienes que vivir de un trabajo y además hecho con las manos, tienes que ser muy escrupuloso en todo el proceso, muy perfeccionista en tu trabajo y esto te lleva, a veces, a estar disconforme con los resultados. Pero se compensa con otros momentos. Lo que sí es cierto es que quien pasa por el taller, no sale indiferente.

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