“El ron es una bebida cien por cien española”

Claudio Álvarez. Empresario y maestro ronero

Claudio Álvarez pertenece a la cuarta generación de la familia que fundó la destilería cubana que dio origen al ron Matusalem. Según le contó su abuela, este nombre bíblico perseguía que la marca perdurase y se convirtiera en eterna. De hecho, el eslogan de sus última campaña es “forever old”, según comenta su director general, afincado en Miami y que esta semana ha visitado Andalucía para promocionar su negocio. Médico de profesión, en los años 90 decidió recuperar el timón de la compañía, cuyo rumbo cambió hace medio siglo, cuando falleció su abuelo. Ya en el exilio, en Santo Domingo, el negocio entró en declive y en una espiral de disputas familiares que acabó en los tribunales. El biznieto ha logrado reflotar la compañía, que se está implantando en Europa y que vende en España un millón de botellas al año.

María José Guzmán

20 de marzo 2009 - 09:51

–¿El ron es una bebida de piratas?

–Antes de 1800 el ron se producía en las islas inglesas y francesas del Caribe, se hacía en alambiques y tenía muy poca calidad, era algo fuerte y barato. Todo cambió con la llegada de los emigrantes españoles.

–¿Qué hicieron?

–Se instalaron en Santiago de Cuba y se metieron en ese negocio. Cambiaron el sistema de fabricación, para mejor, y modificaron para siempre el concepto de ron, que hoy es igual a un brandy, un coñac o un buen whisky.

–¿Podría decirse que es una bebida española?

–Yo creo que cien por cien española y hay que remontarse más atrás. El ron se hace con caña de azúcar, planta cuyo origen muchos sitúan en Nueva Guinea o la India, pero que pronto se extendió y se cultivó en Canarias; además quien la introdujo en América fue Cristóbal Colón, y quienes empezaron a fermentarla y después destilarla fueron emigrantes... ¡Todos españoles!

–Hay muchas marcas unidas a familias españolas.

–Sí, por ejemplo, compañías fundadas por Facundo Bacardi, Andrés Brugal o los Arechavala, primeros dueños de Havana Club, y mi familia, creadora de Matusalem, procedente de Cataluña y el norte de España.

–¿Cuál es su historia?

–Hace 137 años tres españoles, los hermanos Benjamín y Eduardo Camp y Evaristo Álvarez, emigraron a Cuba y decidieron emprender una aventura creando una destilería en Santiago.

–¿Cómo les fue?

–Muy bien. Entre 1930 y 1950 vivieron una época de esplendor. La Ley Seca atraía hacia el país al turismo americano y La Habana era todo glamour, Cuba era algo así como el París de las Américas. El ron se convirtió en toda una institución. Ganó en prestigio y en calidad.

–¿Cuál fue el secreto?

–El sistema de fermentación que importaron los españoles, que contaban ya con experiencia, y la introducción del método solera, por ejemplo, el que se usa en Jerez para el brandy y el coñac y que se basa en la combinación única de distintas variedades de rones añejos.

–¿De ahí la expresión el coñac de los rones?

–Sí, el ron que se hacía antes no tenía tanta calidad, se mezclaba. Con el método solera, que muy pocas marcas usan hoy, el ron se podía tomar en copa, como brandy. Al ron que fabricaba mi familia se le llegó a conocer como coñac LeFebre, segundo apellido de mi abuelo, Claudio Álvarez.

–¿Y qué ocurrió con el cambio de régimen?

–En 1960, al llegar Fidel Castro al poder, muchas familias roneras se exilian, entre ellas la mía, que se fue a la República Dominicana, desde donde seguimos fabricando y embotellando hoy.

–Han existido tensiones sobre el control de estas marcas cubanas.

–Sí. Hay pleitos conocidos. Hay un ron que se comercializó con la etiqueta de mi empresa pero que no lo hacíamos nosotros, es una falsificación. Incluso se llegó a vender, antes de la caída del muro de Berlín, en los países del Este. Ya hace años que zanjamos el conflicto.

–¿Están viviendo ahora una segunda época dorada?

–El consumo de ron, sobre todo el oscuro, sube, mientras baja el de whisky.

–¿A qué se debe?

–Después de unos años difíciles, hay una mayor apreciación, un conocimiento adicional por parte del público que le lleva a valorar el ron como un producto de calidad, que se hace con cariño y experiencia.

–¿Está creciendo esa cultura del buen beber?

–España siempre ha sido muy selectiva y ha sabido cuáles son los licores buenos y malos. En Estados Unidos, por ejemplo, hasta hace poco la gente bebía vino que compraba por galones, no se apreciaba lo bueno. Eso está cambiando en general.

–¿Y también cambia el perfil del bebedor?

–El que mezcla el ron, en cócteles, tiene entre 25 y 40 años. A partir de esa edad se consume ron de más calidad, y cada día hay más mujeres que se apuntan a esta tendencia.

–Cada vez hay más normativas restrictivas sobre el consumo de alcohol. ¿Cómo afecta a la industria?

–Se bebe menos en las barras y más en casa. Si el consumo es moderado y responsable y el alcohol es de calidad, un buen ron o un vino puede ser incluso beneficioso. Hay que saber beber.

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