Jorge Drexler. Músico

"El que tiene vocación de aprendiz siempre encuentra maestros"

Jorge Drexler.

Jorge Drexler. / Lucía Marcano

-¿Qué aprendió haciendo Salvavidas de hielo que no supiera antes?

-Éste es un disco hecho exclusivamente con guitarras, y lo que aprendí precisamente es que la guitarra tiene posibilidades acústicas insospechadas.

-Siendo usted un guitarrista tan curtido, el hallazgo debió ser de órdago.

-Así es. Más aún, me hizo enormemente feliz descubrir que un instrumento que conozco y toco desde hace cuarenta años reunía posibilidades que yo desconocía. Para grabar Salvavidas de hielo la empleamos no sólo como instrumento de cuerda, también de percusión, a base de golpear la caja, el puente, el mástil, el clavijero... Todo tiene un sonido particular, unos armónicos distintivos.

-¿Lo de golpear la caja acústica de la guitarra como si fuese un instrumento de percusión no se lo debe usted al flamenco?

-Así es, la guitarra flamenca cuenta con golpeadores que el tocaor hace sonar también de manera percutiva. Digamos que ése fue el punto de partida. A partir de ahí fuimos probando a hacer lo mismo con todas las demás partes de la guitarra hasta hacer un aprovechamiento ecológico integral.

-Eso suena a lógica charcutera aplicada al cerdo.

-Un poco, sí. Pero se trata más bien de escoger. En esta vida no lo puedes hacer todo. Eso del todismo del que habla el anuncio ese de televisión es mentira. Hay que elegir, entre otras razones porque la elección es lo que en gran medida te permite disfrutar de las cosas. En esta ocasión, yo escogí hacer música con un único instrumento. Ése era mi límite. Y lo he disfrutado mucho, desde luego.

-¿Es usted de los que se crecen en los límites?

-Sí. Hago mía las palabras de Stravinsky: cuanto más me limito, más me libero.

-La gira de presentación del disco alcanza ya los ochenta conciertos en varios países. ¿Cómo se traduce un experimento como el suyo al directo?

-Hay que tener claro que hay cosas que te puedes permitir en el estudio pero que luego no puedes reproducir en directo. Y es importante tener esto presente, porque si cada vez que grabas un disco tuvieras en la cabeza cómo hacer lo mismo en los conciertos seguramente no harías nada. Son dos lenguajes distintos y, de nuevo, hay que escoger. Es cierto que en la gira llevo conmigo a cinco músicos que a menudo emplean la guitarra como instrumento de percusión, pero a partir de aquí la propuesta es diferente, tiene su propia naturaleza. Lo que sí buscábamos para estos conciertos era un sonido más puro, más orgánico. Por eso no llevamos samplers ni nada parecido.

-Y eso que usted es todo un referente a la hora de trabajar los samplers de guitarra en directo. ¿Es tal vez un signo de madurez?

-Bueno, la decisión de utilizar los samplers va y viene. Unas veces me apetece probarlos y otras no. A veces me ayudan a lograr lo que quiero, pero para la nueva gira no los necesito.

-¿No se ha llegado a sentir usted demasiado encorsetado dentro de las canciones a la hora de hacer música? ¿No echa de menos un formato más flexible?

-No, trabajo muy a gusto con las canciones porque me permiten dirigirme directamente al público, sin obstáculos ni intermediarios. Me gusta ofrecerme como compañero de baile a través de canciones que la gente pueda hacer suyas de inmediato. Eso sí, esto no significa, ni mucho menos, que yo pretenda tratar al público como a un bebé. Mi arte es el trovadoresco. Aunque lo haga a mi manera.

-Como trovador, ¿es usted un escritor con música?

-Tengo suficientes amigos literatos y suficientes amigos músicos como para saber que no soy ni lo uno ni lo otro. Soy un cancionista. No sé cómo se unen la letra y la música, sólo sé me resulta muy difícil separarlas. Es verdad que he escrito poesía y que he hecho música instrumental, pero creo que no tengo nada especial que ofrecer de esta forma.

-¿Quizá le cuesta separar la palabra y la música en una canción sencillamente porque son inseparables?

-Sí, así es. De hecho, éste es un asunto que me obsesiona particularmente. Hay un fundamento paleoneurológico en la evidencia de que en los idiomas más primarios la melodía estaba fuertemente ligada al habla. En el mismo origen del ser humano, los primeros lenguajes verbales eran cantados: disponían de pocas palabras pero de mucha melodía. De alguna forma cantábamos antes de hablar. Por eso palabra y música siguen funcionando tan bien juntas.

-¿En quién reconoce usted a su maestro?

-En Vicente Espinel, el rondeño que inventó la décima, la forma métrica más persistente en lengua española y la más extendida en Latinoamérica. Y eso que él no era poeta. Fue más reconocido como músico. Le puso la quinta cuerda a la guitarra. En la interfaz entre música y verso, él es el maestro. Así lo consideró Lope.

-¿Y qué le ha enseñado Rocío Márquez?

-A bailar flamenco para dominar el compás. Ya ves. El que tiene vocación de aprendiz encuentra maestros en todas partes.

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