Las claves

El calvario de Cospedal

  • La puntilla a la ex número dos del PP, que no planeaba dejar su escaño e insinúa que el ataque tiene el sello de Sáenz de Santamaría, fue vincular a Rajoy, "el jefe", en la charla con Villarejo

Maria Dolores de Cospedal, Mariano rajoy, Javier Arenas y Esteban González Pons, durante una reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP

Maria Dolores de Cospedal, Mariano rajoy, Javier Arenas y Esteban González Pons, durante una reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP / J. J. Guillén (EFE) / Archivo (Madrid)

La puntilla fue la publicación de la conversación telefónica de su marido con Villarejo, en la que Ignacio López del Hierro decía al ex comisario que su mujer había informado al "jefe" del contenido de la reunión de días antes y que el éste –sólo podía ser Mariano Rajoy– "está de acuerdo" con lo que hablado en el encuentro. Es decir, que Villarejo investigara a personas supuestamente vinculadas con Gürtel y se mencionaba expresamente una fundación de la que formaba parte Javier Arenas.

En el PP nadie creyó que Rajoy estuviera de acuerdo con esa vigilancia al ex secretario general y ex vicepresidente del Gobierno. Es de dominio público su estrechísima relación política y personal... como lo es que desde hace años María Dolores de Cospedal mantiene una profunda e indisimulada animadversión a Arenas, visualizada en varios momentos en los que había que tomar decisiones políticas en las que mantenían posiciones distintas, sobre todo con nombramientos para cargos de responsabilidad. Más aún cuando se trataba de Andalucía y la dirección nacional del partido, con Cospedal en la Secretaría General, debía opinar sobre candidatos a las elecciones municipales, autonómicas y generales.

El problema principal de Cospedal ha sido no calibrar el alcance de su fracaso de las primarias, el escaso respaldo de los militantes. Soportó mal que Soraya Sáenz de Santamaría ganara la primera vuelta y no dudó en ofrecer su apoyo a Pablo Casado con tal de que no ganara la mujer con la que llevaba al máximo extremo una rivalidad que ha impregnado la vida del PP en los últimos años. Una confrontación que cuentan que tiene que ver con que se miraban de reojo al ser una la mano derecha de Rajoy en el partido y la otra en el Ejecutivo;tanto Cospedal como varios ministros consideraban que la vicepresidenta usaba el CNI para sus propios intereses y, en el plano personal, porque la ex titular de Defensa sangraba por la herida de que las actividades empresariales de su marido siempre provocaron mucho recelo, mientras que se aceptó sin problema que el marido de Soraya aceptara un importante cargo en Telefónica.

Las ‘colocaciones’

Otro asunto cuyas consecuencias no midió bien la ex secretaria general del PP fue que pidió o exigió –el verbo lo utilizan unos u otros en función de las simpatías que sienten hacia ella– que el respaldo a Casado debía traducirse en la entrada en los órganos de dirección del PP de una serie de personas de su absoluta confianza y que los puestos que se ofrecieran a quienes habían apoyado a Soraya fueran de segundo nivel. Lo consiguió, pero eso no provocó excesivas simpatías, entre otras razones porque no todos sus apadrinados tenían una trayectoria relevante en el partido y porque se dejó fuera de juego a dirigentes que apoyaron a Soraya, muy apreciados en el PP y que habían demostrado su valía, como la propia vicepresidenta, la ex ministra de Trabajo Fátima Báñez o José Luis Ayllón, probablemente el diputado con más prestigio del Congreso actual, con excelentes relaciones con todos los grupos y que conoce la vida parlamentaria como nadie.

En ese clima de incertidumbre en el PP, a la espera de que Casado tomara decisiones sobre las listas electorales, y con inquietud porque Cs empezaba a levantar cabeza sin que se viera una reacción contundente por parte del nuevo equipo de dirección, se filtraron las cintas de Cospedal.

En esa atmósfera de desazón en la que Casado multiplicaba su presencia luchando casi solo ante la adversidad, pues los nuevos dirigentes del PP eran poco avezados y sólo destacaban Teo García y Javier Maroto, el digital moncloa.es publicó unas cintas que fueron un revulsivo por muchas razones. Porque Cospedal se reunió con un ex comisario maldito, José Villarejo; porque el encuentro fue clandestino y en su despacho de la calle Génova; porque la cita la preparó su marido, que también asistió... y porque las cintas demostraban que Cospedal le hizo encargos de investigación a Villarejo.

Rajoy y Arenas... letales

No sólo la oposición y muchos medios de comunicación pidieron la dimisión de Cospedal, sino que el propio Casado recibió todo tipo de indicaciones de que debía buscar una salida honrosa e inmediata para la ex secretaria general. Cospedal publicó un comunicado en el que arremetía contra la ministra de Justicia y recordaba que ella nunca había mentido, como Dolores Delgado. Si pensaba que estaba todo resuelto, se equivocaba: dos días después se publicaba una cinta en la que pedía a Villarejo que investigara a Javier Arenas. En el PP ya no hubo perdón, y menos aún cuando dijo que intentar informarse sobre Gürtel era su obligación.

Casado había mantenido charlas con Cospedal, que en ningún momento manifestó su intención de renunciar a su escaño. Transmitía que era víctima de un ataque, y sus afines volvían a señalar a Soraya y al CNI: Villarejo y Félix Sanz Roldán, director de los servicios de información, se detestaban mutuamente, y el servicio de espionaje había tenido acceso a las cintas con miles de horas de grabaciones que guardaba el ex policía en un escondite descubierto por la Policía Judicial que lo investigaba. Nunca se sabrá si efectivamente las filtraciones procedían del CNI o de algunas personas que tuvieron acceso a ellas en la investigación judicial; es un secreto que guardan los periodistas que las han publicado.

Cospedal no ha salido por la puerta grande de la política tras las revelaciones de las cintas

El lunes, antes de la reunión del Comité de Dirección del PP –en el que se sientan Tejerina, Zoido, Montserrat y Tirado, seguidores incondicionales de Cospedal–, la ex secretaria general fue convocada a Génova para verse con Teo García y Javier Maroto. No le pidieron que dejara el escaño, pero sí la conveniencia de que pensara en su futuro. Tras la revelación de las cintas, sería difícil que encabezara una lista electoral, incluso la de Toledo. El tiempo que le quedaba como diputada podía ser un calvario por el acoso mediático y el rechazo de buena parte de sus compañeros.

Al día siguiente, nueva carga: la publicación de una llamada de López del Hierro a su amigo Villarejo en la que le comunicaba que el "jefe" estaba de acuerdo con lo hablado en la reunión de Génova. La indignación por tratar de implicar a Rajoy fue generalizada y ya ni la ocultaban los más destacados miembros de la dirección del PP, que confesaban abiertamente que esperaban que Cospedal diera un paso definitivo.

Esa noche, una nube de periodistas prácticamente asaltaron a Cospedal en la fiesta del vigésimo aniversario de La Razón. Fue tajante cuando le preguntaron si renunciaría a su escaño: "Que no, que no, que no, ya he dicho que no". En las horas siguientes debió pensárselo mejor y al día siguiente, a media tarde, llamó a Casado a Helsinki, donde éste acudía a una reunión del PP europeo. Le comunicó su renuncia inmediata al escaño.

No ha conseguido salir por la puerta grande. No gustó que en su largo comunicado figurara la frase "si un partido no es capaz de defender a los suyos cuando son injustamente atacados, no puede esperar que los ciudadanos confíen en él". Le respondió Maroto desde Onda Cero: la conducta del PP tiene que ser limpia, ejemplar y transparente, con un mensaje añadido: no es adecuado "espiar a un compañero".

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