España

Gerardo Díaz Ferrán, el moroso atrapado

Pedro Ingelmo Cruz

ay una frase que siempre irá asociada a la figura de Gerardo Díaz Ferrán, fundador del imperio Marsans y presidente de la CEOE entre 2007 y 2010: "Hay que trabajar más y cobrar menos". Al tiempo que formulaba esta receta mágica, en 2009, su empresa se hundía, él ponía a salvo del embargo sus valiosos jarrones chinos y en su declaración de IRPF el saldo le salía en paz con la Hacienda pública: cero.

Las investigaciones de los jueces de la Audiencia Nacional Pablo Ruz y Santiago Pedraz nos han permitido conocer mil y una formas de cómo hacer quebrar la principal agencia de viajes del país sin perder el patrimonio personal.

Eso es lo que hizo Díaz Ferrán desde que su compañía se declaró en concurso de acreedores en 2010, dejando a cientos de trabajadores en la calle, con la inestimable ayuda del Señor Lobo, como se conoce en determinados círculos valencianos a Ángel de Cabo, un ex fontanero que se dedicaba, al parecer, a comprar empresas en crisis con el fin de escurrir a sus anteriores propietarios, sus "clientes", de los acreedores. En lenguaje jurídico, alzamiento de bienes puro y duro. En lenguaje de la calle, un "solucionador" de problemas.

Pero en el caso de Marsans, Díaz Ferrán, como el habitante del ático de la Rue del Percebe, tenía acreedores tenaces, principalmente las cadenas hoteleras, a las que el que fue presidente de los empresarios había dejado colgadas. No eran los únicos. Su encanto, que todos le reconocen, le permitió seguir pegando sablazos a amigos incluso cuando sus empresas ya se habían ido al garete.

También tenía don de gentes con los banqueros, ya que consiguió créditos por un montante de 215 millones, pese a no tener más aval que sus propiedades inmobiliarias, valoradas en su declaración de la renta en algo más de 5 millones de euros. La estrategia del moroso naufragó porque la estela que dejaron los fondos buitre y las compraventas de inmuebles en Nueva York por sociedades fantasmas era demasiado nítida.

Díaz Ferrán y Ángel de Cabo tomaron el camino de la cárcel el 3 de diciembre de 2012, dejando como invitados en en sus domicilios a los miembros de la Brigada de Blanqueo del Cuerpo Nacional de Policía, que en su registro encontraron alguna sorpresa, como 150.000 euros en metálico y un lingote de oro. Trabajando más y cobrando menos, como se ve, se prospera.

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