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Noticia de Cataluña

ES curioso: cuando media España repudia a sus políticos, Cataluña sigue entregada a ellos. La presuntamente civil ANC no es más que un vástago del sistema cocinado a fuego lento durante tres décadas de democracia y un lustro de Transición. Y el sistema, mucho antes que en el culto a la identidad, se ha basado siempre en el apego a la exclusividad: yo (Pujol, CiU, el nacionalismo) manejo mi chiringuito a discreción, sin rendir cuentas, apelando al hacer país y considerando que todo aquel que ponga en duda el orden natural de las cosas perpetra un ataque frontal no contra la corrupción sino contra la sacrosanta nación y sus serrados símbolos. Es muy probable que Jordi Pujol jamás creyese en el país con que siempre se ha llenado la boca. Es muy posible que su visión fuese exclusivamente crematística. Pero las invenciones superan a menudo a sus inventores, y la comunidad autónoma -es verdad- superó la tutela de l'avi y propone hoy redefinirse, haya o no latrocinios de Estado, manipulaciones mediáticas y eternos complejos de inferioridad disfrazados de ombliguismo y seculares enemistades (arde, pérfida Castilla).

Cataluña alega que jamás se la ha querido como merecía, que su visión europeísta se ha topado con la miopía mesetaria, que su burguesía se asfixió ante el ogro feudalizante, que con ellos al mando nos habría ido mejor. La realidad es que reproduce con precisión de relojero suizo los vicios españoles, ahondando en el concepto del cacique, en la impermeabilidad de la tribu, en la arbitrariedad y el abuso del principio de autoridad.

"La invertebración de España de la que se lamentaba Ortega y Gasset procedía del marcado desequilibrio entre las estructuras económicas, sociales e ideológicas legadas por el siglo XIX (...). El ritmo de introducción y desarrollo del maquinismo y de la revolución industrial había sido distinto en los diferentes territorios del Estado, y había promovido, en algunos, una sociedad burguesa evolucionada, con una dinámica rápida -como en Cataluña y, luego, en el País Vasco- y, en otros, una fosilización del régimen agrario latifundista", escribía Vicens Vives en Noticia de Cataluña (1954). Es decir, que no existe una ley natural que determine que el catalán es superior por su ingenio o su intelecto, ni tampoco más singular que cualquiera de los singulares pueblos de Europa. Pese al altísimo muro montañés (Pirineos), los catalanes miraron más a Francia y al Mediterráneo que un leonés o un extremeño. Es de cajón, como también lo es que Franco promocionase unas zonas en detrimento de otras y, en el caso de Andalucía, permitiese que los de siempre -el clero y los señores- taponasen cualquier atisbo de ilustración y modernidad.

La historia, en cualquier caso, es lo de menos. Lo de más es que dos millones de catalanes quieren dar el siguiente paso, que no es necesariamente la independencia sino el derecho a decidir. Por encima del orden constitucional, dicho sea de paso. Hay cinco millones largos más de catalanes. Convendría que ellos -perezosos, abstencionistas, federalistas y españoles convencidos- se expresen con la misma libertad que los demás. Pero CiU, primero con Pujol y luego con Mas, y el tripartito, primero con Maragall y luego con Montilla, se encargaron de imponer una versión de la región filmada por un puñado de iluminados, oportuninistas y acongojados. Los mismos que siguen al mando.

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