España

Del enroque de unos al viraje de otros

Pedro Sánchez y Susana Díaz se hacen un 'selfie' con una simpatizante socialista ayer en Córdoba.

Pedro Sánchez y Susana Díaz se hacen un 'selfie' con una simpatizante socialista ayer en Córdoba. / Juan Ayala

Visto lo visto tras el 28 de abril es normal la desconfianza del votante en los políticos, que no han podido -o querido- acabar con el bloqueo y que ahora concurren a la repetición electoral asegurando, todos sin excepción, ser la garantía para la gobernabilidad.

Pero el desbloqueo tiene muchas fórmulas -del acuerdo programático a la coalición, de la abstención gratuita a la condicionada, de la geometría variable a la gran coalición- y la cuestión es si todos los partidos van a dejar claro, de aquí al 10-N, cuál es la suya. El pasado sábado, el líder de Cs, Albert Rivera, daba la sorpresa al anunciar que está dispuesto a pactar con el PSOE tras las elecciones.

Aunque Rivera aclare que habla de un "gran pacto nacional" que incluiría al PP y que sería en cualquier caso un apoyo con muchas condiciones -como frenar al independentismo-, lo cierto es que supone un giro de 180 grados que de momento se ha llevado más críticas que alabanzas. Porque los demás, o no lo creen, o lo tildan de "veleta", o rechazan el ofrecimiento, como ha hecho Pedro Sánchez. De momento. Y todos atribuyen el nuevo viraje de Cs a los malos resultados que le auguran las encuestas.

Otra cosa es Pablo Casado. El líder del PP espera mejorar, y mucho, el mal resultado del 28-A y acercarse al centenar de escaños. Aunque ningún sondeo lo coloque por delante del PSOE, Casado dice que sale a ganar y se abre a hablar con los socialistas siempre que sea el PP el que quede en primer lugar y gobierne. Eso sí, ni por asomo, dicen los populares, van a abstenerse para que Sánchez siga en La Moncloa. Y Casado también ha echado por tierra la propuesta de barones como Feijóo, para que quien gane impulse una gran coalición. "Caralladas", según el líder.

En el PSOE, sin embargo, son muchos los que confían en que al final, después de las elecciones, la presión obligue a los populares a evitar un nuevo bloqueo y se abstengan como en su momento tuvieron que hacerlo los socialistas. Y mientras, el que no se mueve un ápice es Sánchez, que acude a esta convocatoria con el mismo discurso que en la anterior, apostando por el acuerdo programático para un Gobierno progresista por un lado y avisando por el otro a la derecha de que también es responsable de la gobernabilidad.

O sea, pidiendo una vez más que llegado el momento se abstengan para facilitar la investidura. Un escenario que fuentes socialistas admiten que sería deseable porque prefieren gobernar en solitario a volver a intentar una más que difícil negociación con Podemos. A esa coyuntura se agarra Pablo Iglesias para subrayar que es más necesario que nunca. Sobre todo ahora que le ha salido un competidor en provincias clave, Más País, el partido de Íñigo Errejón. Iglesias tendrá que convencer a sus votantes de que él es la apuesta segura.

Vox reparte reproches para todos, sobre todo a PP y Cs, y busca sus votos acusándolos de "progres". Con este tablero, los votantes tendrán que decidir por qué ficha apuestan para jugar. Porque la hora de la verdad llegará el 11 de noviembre, cuando unos y otros demuestren si quieren acabar la partida o seguir en tablas.

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