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España

La red de extorsión de ETA a los empresarios se extendió sobre 10.000 víctimas

  • Investigadores de Deusto aseguran que la sociedad vasca se mostró indiferente y distante

La extorsión de ETA a los empresarios alcanzó a 10.000 víctimas y se llevó a cabo con la "complicidad" de la izquierda abertzale, que debe hacer un "reconocimiento público explícito del daño causado", según los autores de un informe sobre aspectos éticos y políticos de esta práctica de la banda terrorista.

El libro, presentado ayer y titulado Misivas del terror, ha sido elaborado por investigadores del Centro de Ética Aplicada (CEA) de la Universidad de Deusto con el objetivo de contribuir a la "rehabilitación moral" de las víctimas del chantaje de ETA a los empresarios.

El informe considera que la banda contó con la complicidad de la izquierda 'abertzale'

El informe, que recoge los testimonios de 66 víctimas de la extorsión, plasma situaciones que se vivieron, como las de empresarios que fueron chantajeados durante 30 años, extorsiones que se "heredaron" y "pasaron de padres a hijos", hijos menores de empresarios que recibieron cartas o, incluso, quien, adoptando medidas de seguridad para no pagar, cambiaba de hábitos y llegaba a "salir de la oficina por el tejado".

La socióloga Izaskun Sáez de la Fuente, que presentó el libro en una conferencia de prensa, explicó que se trata de un estudio "en profundidad de una de las vertientes de la violencia de ETA que ha quedado más oscura y que servía para el mantenimiento de la propia actividad terrorista".

Señaló que el estudio pone de manifiesto que la sociedad vasca mantuvo en general una actitud "indiferente y públicamente distante" hacia las víctimas de la extorsión, y que no reaccionó hasta la década de los años 90, con las concentraciones de Gesto por la Paz e iniciativas como el lazo azul contra los secuestros.

Sin embargo, según Sáez de la Fuente, "no toda la sociedad fue igualmente culpable de lo sucedido. El entorno de la autodenominada izquierda abertzale -destacó- y su vanguardia juvenil, que no es numerosa ni socialmente despreciable, jaleó a los victimarios, y legitimó y contribuyó a que la dinámica de la extorsión se extendiese en los barrios y pueblos de Euskadi como una realidad autoevidente que no se podía cuestionar".

La investigadora explicó que el llamado impuesto revolucionario se prolongó desde los años 70 porque hubo un "caldo de cultivo" para su "justificación social".

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