El miedo a volar del pasajero del 'Dragon Rapide'
FRANCO: 50 AÑOS, 50 HISTORIAS [2/50]
Los accidentes aéreos que les costaron la vida a Sanjurjo, Mola y Ramón Franco le hicieron no volver a coger un avión hasta 1968, cuando inaugura los aeropuertos de Almería y Oviedo
El hombre que le cogería miedo a volar cambió la historia de España con un vuelo en avión. Miedo a volar fue una novela de Erika Jong que apareció en 1973 y se convirtió en un best-seller. Es el motor del pánico que sintió el militar ferrolano al que ya muy pronto le habían impedido que se subiera a los barcos cuando no fue admitido en la Academia Naval de Ferrol.
Muchas manos, y no sólo la del piloto inglés Cecil W. H. Bebb que iba a sus mandos, pusieron de su parte para que Francisco Franco volara el 18 de julio de 1936 desde el aeropuerto de Gando, en Las Palmas de Gran Canaria, hasta Tetuán, con escala en Agadir y breve pernocta en Casablanca. El bimotor de siete plazas lo había elegido Juan de la Cierva Codorníu, experto en aeronáutica. Los pasajeros eran Franco, que se puso gafas, se afeitó el bigote y llevaba un pasaporte diplomático del monárquico José Antonio de Sangróniz, y su primo Francisco Franco Salgado-Araujo, Pacón. El empresario Juan March aportó las dos mil libras esterlinas para que Luis Antonio Bolín alquilara en Inglaterra el avión De Havilland Dragon Rapide. El favor se lo pagó con creces convirtiéndolo en magnate del turismo. El duque de Alba, Jacobo Fitz James-Stuart, pagó de su bolsillo la garantía del avión. Cuando aterrizó en Casablanca, ni él era Humphrey Bogart ni había ninguna Ingrid Bergman. Hay dos mujeres en la historia, ciertamente, Carmen Polo y Carmencita Franco Polo, nacida en 1926, su esposa y su hija. Franco pidió a su primo Pacón (Francisco Franco Salgado-Araujo) que les sacara sendos pasajes para el barco que las trasladaría desde Las Palmas a Le Havre y Hamburgo mientras él ponía en marcha una sublevación a la que sólo se sumaron cuatro de los 18 generales del Estado Mayor. El reencuentro familiar se produciría en Cáceres.
No viajó mucho más en avión el pasajero del Dragon Rapide. El medio que sí utilizaron con la ayuda logística de Mussolini los 13.952 hombres que en 868 vuelos y a lo largo de dos meses y medio volaron de África hasta Andalucía llevando 44 cañones, 92 ametralladoras y 500 toneladas de pertrechos. El miedo a volar de Franco tiene que ver con los accidentes aéreos que le costaron la vida a personas muy cercanas al futuro dictador. El 20 de julio de 1936, dos días después de la sublevación, el general Sanjurjo cogió un avión en Estoril que salió ardiendo cerca del aeródromo de Cascais. El militar murió y el piloto resultó ileso. Sanjurjo, que cuatro años antes protagonizó un fallido golpe contra la República, había sido nombrado por sus compañeros al frente de la sublevación. Ese liderazgo pasó a detentarlo desde su cuartel general en Navarra el general Emilio Mola, que el 3 de junio de 1937 murió cuando volaba en un avión bimotor inspeccionando el frente del Norte en la localidad burgalesa de Alcocero, que pasaría a llamarse después Alcocero de Mola.
Por si Sanjurjo y Mola, africanistas como Franco, cabecillas con él de la secesión castrense, no eran suficientes, el 28 de octubre de 1938 murió en accidente de aviación cuando volaba cerca de Mallorca su hermano Ramón Franco Bahamonde. Experimentado aviador, que había formado parte con su amigo Blas Infante de una candidatura en la República.
Franco decidió no volver a coger un avión, aunque acabó rompiendo ese maleficio. A la entrevista con Hitler en Hendaya el 23 de octubre de 1940, Franco llegó en tren, en un ferrocarril fabricado en 1929 por la Sociedad Española de Construcción Naval y que había sido utilizado por el rey Alfonso XIII, el padrino de su boda con Carmen Polo. El marino frustrado se hizo asiduo a los barcos. Primero en el Azorín, un barco construido en Alemania, en los astilleros de Kiel, para la Marina de Rusia, en el que Franco mantuvo un primer encuentro con don Juan de Borbón, hijo y padre de reyes, el 25 de agosto de 1948. En 1935, el marqués de Cubas le había comprado este barco al alcalde de Londres y acabó en el puerto de Ámsterdam. El Azor es un hijo generacional, pero producto nacional, flotado en 1948 en los astilleros de Ferrol.
Cuando dividía sus vacaciones entre el Palacio de Ayete, en Guipúzcoa, y el Pazo de Meirás que le expropió a los herederos de la escritora Emilia Pardo Bazán, viajaba entre sus dos destinos vacacionales en el Azor navegando por el Cantábrico. Empezó a usar el avión de nuevo en 1968 después de inaugurar los nuevos aeropuertos de Almería y Oviedo. Carmen Polo sería la madrina del segundo, la ciudad en la que se casó con Franco.
Cuando Franco cambia de alianzas, borra de su álbum fotográfico e incluso de las escenas de la película Raza cualquier reminiscencia de Hitler o Mussolini y en 1959 recibe la visita del presidente de los Estados Unidos Eisenhower, que en la Segunda Guerra Mundial había sido el cerebro del desembarco de Normandía que supuso el principio del fin de Hitler y Mussolini, los aliados naturales de Franco al comienzo de la guerra civil. Eisenhower no estuvo ni 24 horas en España. Recorrió con Franco el centro de Madrid en un coche descapotable. Un medio que dejará de utilizar cuando cuatro años después, el 22 de noviembre de 1963, el presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy fue asesinado cuando recorría en un vehículo de esas características las calles de Dallas. Franco inauguró en 1955 la primera fábrica de Seat en Barcelona, que empezó fabricando los Seat 600. Durante la visita de Eisenhower a España, Franco subió por primera vez a un helicóptero para acompañarlo en el viaje que hicieron juntos de Madrid a Torrejón de Ardoz, que junto a las bases navales de Morón y Rota iba a resituar a España en el mapa de Occidente. Otra vez los barcos del militar al que no le dejaron ser marino.
En las Colecciones Reales de Patrimonio Nacional hay tres plantas: la A es de la España de los Austrias, la B de los Borbones y en la C, dos de las joyas expuestas son el lujoso Mercedes que Hitler le regaló a Franco, a pesar de haber dicho el Fuhrer que prefería “sacarse tres o cuatro muelas” a reunirse de nuevo con él, y el coche que el Caudillo utilizaba para recorrer España inaugurando pantanos.
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