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Primera Fila

Primeros nubarrones en el panorama teatral

Rosalía Gómez Muñoz

Crítica de artes escénicas

Desde el punto de vista del espectador puede decirse que 2011 no ha sido un mal año para Andalucía. Incluso podría afirmarse que ha sido un año especialmente rico en el ámbito teatral. Por un lado, los últimos trabajos de compañías andaluzas tan emblemáticas y premiadas como La Cuadra de Sevilla, Laví e Bel de Granada o La Zaranda de Jerez han visitado varios escenarios de la región. Por otro, una buena parte del público andaluz, durante mucho tiempo considerado "de provincias", ha tenido ocasión de aplaudir o criticar los éxitos producidos en Madrid y Barcelona por las principales compañías nacionales así como los de algunas internacionales. Entre las primeras se encuentran la Compañía Nacional de Teatro Clásico con El alcalde de Zalamea, el último trabajo de Alex Rigola al frente del Teatre Lliure de Barcelona, La gata sobre el tejado de zinc caliente, y el último también del controvertido Calixto Bieito para el Teatre Romea, un recital de interpretación de Juan Echanove con textos de Edgar Allan Poe (Desaparecer) o la célebre trilogía producida por el Centro Dramático Nacional: Risas y destrucción; Sí, pero no lo soy y Días estupendos. Tres originales piezas escritas y dirigidas por Alfredo Sanzol, un nombre en alza este año al igual que el de Miguel del Arco quien, entre otras cosas, ha firmado la dirección de una auténtica joya teatral, en gira por Andalucía a finales de año: La violación de Lucrecia, de William Shakespeare. Un auténtico reto que la veterana actriz Nuria Expert, -que interpreta ella sola a todos los personajes de la tragedia- convierte en una emocionante e inolvidable experiencia para el espectador. Teatro sin aditamentos que se renueva una y otra vez para conjurar los malos augurios y contrarrestar esa marea de grandes espectáculos, musicales, circenses y de otros géneros, que está invadiendo los teatros nacionales, y que se apoya en criterios casi exclusivamente comerciales. 

En cuanto a la danza, son muchas las compañías, nacionales y extranjeras -de estas últimas uno de los mejores trabajos ha sido el Vertical road (El camino vertical) de Akram Kham- que se han presentado en los teatros y las calles, donde esta disciplina se hace cada vez más fuerte y popular a través de programas como Huellas. Danza en paisajes insólitos, que Eléctrica Cultura lleva por las ciudades y municipios más significativos de la Comunidad. Hay que destacar también la brillante celebración de festivales como el Festival de Música y Danza de Granada, el Mes de Danza de Sevilla o el Festival de Itálica, también de Sevilla, un encuentro bienal que en su edición de 2011 ha regresado a la ciudad romana en la que tuvo su origen, si bien a partir de ahora se acomoda en el  teatro romano y no en el anfiteatro en donde conoció su época más esplendorosa.

A pesar de esta gran actividad, que ha llenado no sólo los grandes teatros sino las decenas de salas que pueblan la región y que con un esfuerzo continuado de años han  logrado construir -con la complicidad y el apoyo de un público cada vez más heterogéneo- un tejido bastante sólido para las distintas modalidades escénicas, la política de recortes en las ayudas al sector privado por parte de la Consejería de Cultura (según la Asociación de Empresas de Artes Escénicas de Andalucía -ACTA-, en 2011 se han destinado 790.000 euros a ayudas al sector teatral, en las modalidades de producción y gira, de las que se han beneficiado 37 de las 250 compañías censadas) se ha unido a la suspensión de dos encuentros directamente organizados por la Junta de Andalucía y que después de cuatro ediciones estaban ya casi consolidados: la Muestra de Danza de Andalucía (MUDA), que tenía lugar en Málaga, y la Muestra de Teatro Andaluz de El Puerto de Santa María, un evento en el que, además de mostrar los trabajos de numerosas compañías andaluzas, servía de punto de encuentro cada año para las comisiones plenarias de los Circuitos de Espacios Escénicos de Andalucía. Dicha desaparición deja al teatro, y sobre todo a la danza andaluza, sin un escaparate de primer orden para su salida comercial.

En cualquier caso, ni los malos vientos que soplan, ni los cambios producidos en numerosas localidades tras las elecciones del 22M, entre los que se cuentan la sustitución de algunos directores de grandes teatros, como el Lope de Vega de Sevilla, han logrado detener la creación andaluza, que sigue aumentando mientras la tendencia más clara se dirige en muchos coliseos a colocar a la taquilla como el motor principal de la programación, con todo lo bueno que esto puede significar en cuanto a la toma de conciencia de muchos artistas de una situación que no tiene visos de mejorar en los próximos años, pero también con el peligro que ello entraña para unas minorías que tienen todo que perder.

 El año terminó pues con grandes incógnitas y con unos grandes y amenazadores nubarrones que hacen barruntar una tormenta de grandes proporciones, no solamente para el teatro y la danza sino para toda la cultura. Bien es cierto que el teatro ha atravesado muchas otras crisis a lo largo de más de tres mil años, pero no es menos cierto que el sector debe reaccionar fuertemente y de forma unida para que la cultura no se convierta en algo prescindible para unos políticos en apuros. Por el momento, la ya mencionada Asociación de Empresas de Artes Escénicas están tratando de llegar a acuerdos con el sector público para encontrar fórmulas que eviten el hundimiento de un tejido profesional que ha costado muchos años levantar.

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