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Jueves de feria

El libro que escribe abril

  • La fiesta pasa su ecuador con una calma recobrada tras la tempestad del festivo. El real estuvo más tranquilo y con un lleno que no se registró hasta bien entrada la tarde. La Feria comienza su recta final.

ABRIL estampó lunares sobre el blanco vestido de sus hojas y escribió un libro de lectura inconclusa. Narración de airosa portada bajo la que se abre un nuevo capítulo en este día de los Jorges. En tierra hispalense el Jorge más famoso es santo y da nombre a un castillo de temeroso recuerdo. A orillas del río la sombra de la Inquisición llega arrastrada por la corriente hasta el puente de Los Remedios, testigo esta semana del fluir permanente de gente que va y viene, con ganas de fiesta o bien despechada de ella. Caudal jorgemanriqueño que fenece en un mar de volantes, corbatas y escasos claveles en el ojal. Eternidad de siete días. O menos. Siempre en función del cielo de un bolsillo que está más cerca de arder en las hogueras satánicas de final de mes. El diablo acecha en números rojos. Mejor mantener la cartera en un purgatorio gañotero, donde se comulga con la gloria y el infierno, con la belleza y lo contrario, con las amistades súbitas y las imperecederas, con la naturalidad y la pose más artificial que conocieron los siglos.

Cervantes necesitó de mucha literatura para escribir el  Quijote. El Manco de Lepanto conoció su propio infierno en la cárcel real de Sevilla. Autóctonos y forasteros también se hacen prisioneros del tejido por estas calendas. Barrotes de costuras de ardua resistencia en esas señoras que siguieron el último mandamiento de la moda flamenca sin pasar antes por el endocrino. Señores con el botón de la chaqueta conviertidos en hendidura de la sinuosa barriga. El michelín asoma por los costados cual canastilla de paso profano. La curva también tiene su bella literatura. Que se lo digan a Susana Díaz, Ainhoa Arteta y María del Monte en el feliz encuentro que mantuvieron el miércoles sobre el albero. Curvas de expectante maternidad en el vientre de la presidenta andaluza, en la despejada delantera de la soprano y en la sempiterna sonrisa de la cantante de sevillanas, que dejó los volantes para mejor ocasión.

Los modelos premamá de Díaz se han convertido en el reclamo estético de esta Feria en la que Teresa Rodríguez, la dirigente andaluza de Podemos, ha hecho suyo el look de flamenca progre, ya saben: zapatillas de esparto, moño medio deshecho, flequillo con corte de motosierra y mantoncillo revuelto en el cuello como pashmina palestina. Por parte del PP llegó la subdelegada del Gobierno, Felisa Panadero, con un heterodoxo pelo suelto y desde el partido del puño y la rosa la concejal Adela Castaño con un traje cuyo diseño resulta de difícil digestión. Digno de estar expuesto en el centro andaluz de arte contemporáneo. 

Para contemporáneo este jueves de farolillos en el que la calma reina tras la tempestad de un miércoles festivo. El real es un páramo a las tres de la tarde. La caseta municipal ha recuperado sus recepciones con un catering donde por haber hay hasta guiso de arroz servido en recipientes cúbicos. Quien desee puede degustar la cerveza con refresco de limón que deja un dudoso gusto en el paladar. No podían faltar en esta fiesta culinaria los ya clásicos cuadrados de salmón -o palometa- servidos en cuchara que intentan imitar en vanola cerámica.

Hay una Feria sobre el albero y otra en las redes sociales. La primera resulta sosa comparada con la segunda, donde las lenguas afiladas le ponen la condimenta a estas horas primaverales. Son la narración no oficial de una celebración que entra en su recta final con poco más de media entrada. Se puede pasear cómodo por las calles y hasta encontrar sin  necesidad de codazos antifraternales una mesa en la que  sentarse. En la charla aliñada con comentarios del Whatsapp aparecen las fotos de la vicepresidenta arrancándose por rumbas en la noche del miércoles. Soraya Sáenz de Santamaría tiene tanto compás como Pedro Sánchez, el líder -con permiso de Díaz- de los socialistas  españoles, de atinada cultura literaria a la hora de colocar la cuna de Antonio Machado en Soria. Según Sánchez, el limonero que dio sombra de infancia al poeta debió de estar por tierras castellanas. Muy lejos de las Dueñas, donde la Feria ha estrenado este año ausencia.

La vicepresidenta popular vino por un día y acabó quedándose una noche. Soraya sucumbió a los encantos de la ciudad efímera. Bailó y se olvidó de los problemas que le quedan para largo rato (aplíquese la segunda intención) de Despeñaperros para arriba. Su mejor cicerone en estos entornos fue Carlos Herrera, cuya caseta en la calle Chicuelo es la que registra el mínimo nivel de habla sevillana. Zapatero tuvo que pensar en este espacio rectangular cuando se acordó de la Alianza de las Civilizaciones. Hay invitados de todas las provincias, menos de Sevilla.Por sus acentos les conoceréis. Y tanto.

Aunque para reconocer bien a un político sólo basta la tonalidad cromática del nunca indiferente consejero de Economía e Innovación, José Sánchez Maldonado, que aplica el último nombre de este departamento a su chaqueta, cuyo poco discreto colorido se sitúa en un punto intermedio entre el rojo más chillón y el coral más sensible.

La última en llegar es Ana Rosa Quintana, que baja del coche de caballos envuelta en una nube de fotógrafos. La presentadora de televisión viste un traje pantalón de pulcrísimo blanco que complementa con un colorido bolso y y unas sandalias plateadas con suela de esparto. "Por fin he llegado", dice la reina de las mañanas  mientras accede a una caseta que  apunta a los 40  grados. Mercedes Morón Laguillo ejerce en ella las labores diplomáticas que incluyen un cordial saludo y una perenne sonrisa a todo el que accede al habitáculo. Ser relaciones públicas de una caseta no es labor fácil cuando se dan las buenas tardes a personas de cuyo nombre la memoria no quiere acordarse. Basta una simpática mueca para dar vía libre al condumio  a costa del tercero. Sobre la breve barra queda apuntado el disfrute cuya forma de sufrago se convierte en incógnita.

En este laberinto de besos,  abrazos y sablazos al monedero aparecen el compositor Manuel Marvizón y la reportera Charo Padilla, que han de buscar hueco fuera de su caseta cuando en el interior el aire cotiza a lo alto. Junto a ellos un grupo de asturianos que vinieron trayendo carnes del Cantábrico al albero del Guadalquivir. David Marcos es uno de los integrantes norteños. Se confiesa fiel de la web cofradiera  Artesacro, del productor Antonio Casado y del periodista José Luis Martínez (Pepelu en estos lares). De estos dos últimos ha seguido a pies juntilla los dictámenes que el ODER (Observatorio de la Ensaladilla Rusa) ha proporcionado sobre ese condumio que tiene por denominación de origen la Europa del Este. 

Antonio Casado departe en esas horas de merienda una ensaladilla con cofrades de Montserrat, mientras fotografía a todo asiático que pasea por el real con una cámara en mano. Chinos que graban un documental sobre la Feria. Amarillos sobre el amarillo albero.Quien sabe si en poco tiempo fabricarán la sillita feriante. La invasión amarilla se trasluce también en las patatas fritas que sirven de lecho a las lagrimitas de pollo de la caseta de los notarios. Aceite sobre aceite que esponja el rebujito. Sin pérdida oléica por el momento.

El día se deshace en el azul que prologa la noche. Acaba el capítulo de una Feria que encara su desenlace con la mejor estampa. Un libro a su mitad del que aún quedan páginas por escribir. Disfruten de su lectura.

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