Feria de Abril

Ha llegado mayo, pero abril aún no se ha ido

  • El real vivió con sosiego el paso del ecuador de la fiesta, que hoy recibirá a las huestes del puente festivo · La organización y las reglas contrastan con una subversión de los horarios convencionales

Cuando Europa ya está terminando de cenar, buena parte de la Sevilla en Feria está empezando el almuerzo. Horarios a deshora, tiempo sin tiempo. Cuando mayo ya ha llegado, abril no se ha ido todavía. Ya no es ayer, mañana no ha llegado, que dijo el poeta. Quevedo, por más señas. En abril, refranes mil, moderación pluviométrica en contraste con los destrozos en años recientes en palios, farolillos y volantes.

El último día de abril vivió la Feria una brillantez sosegada, regodeándose en su múltiple intimidad. No había las apreturas de otros años y de hecho las entradas de las casetas eran zaguanes del compromiso y el qué más queréis. En esta película del Oeste sureño no abrevan los caballos, sino los jinetes, con el mediador que entra y sale con las jarras de rebujito. Tres mosqueteros de la empresa en la puerta de la caseta de la Cámara de Comercio: Antonio Galadí, Ramón Contreras, Antonio María Fernández Palacios. Dentro suena la caja, que no es la mitad del monte. "No pisarse", bromea uno de los músicos con la pista completamente vacía.

sevillanas del circo

No hay sevillanas de la Feria, un género imprescindible, el guión de la Feria, el libreto, la partitura, que por insospechadas razones sociológicas, incluido el boom artificial de hace algunos años, sonatas del pelotazo, parece en vías de extinción como el cantar de gesta o las jarchas. Hay que ir al Gran Circo Mundial de Carletto y Miss Aurori para oír las clásicas sevillanas de Manolo Melado interpretadas al baile por una joven a la que corteja un jinete a lomos de un caballo andaluz. Se enamoró mi caballo de una yegua de Castilla. La realidad imita al arte, escribió Oscar Wilde, y los caballos van a terminar bailando lo que no bailan los caballeros.

Muy cerca de la caseta de la Cámara de Comercio, los dirigentes de Izquierda Unida Diego Valderas y Felipe Alcaraz, que acaba de publicar nueva novela -La muerte imposible- aparecieron por la caseta de La Pecera con mineros de Boliden que llegaron al real desde el encierro que mantienen en el antiguo edificio del sindicato vertical. En la novela de Stieg Larson Los hombres que no amaban a las mujeres aparece un minero de Boliden. En la Feria los hombres aman a las mujeres: las admiran, las veneran, les rinden pleitesía. Pero no las sacan a bailar sevillanas.

La Feria es un cruce de caminos, un punto de encuentros no previstos, que nunca son imprevistos. Cóctel de humoristas o cómicos en distintos puntos del real: César Cadaval, a caballo por Joselito el Gallo; Risitas, sentado en una caseta, a solas con su bigote y con una gorra regada de pines, la heráldica de la Expo. Manu Sánchez, el último descubrimiento televisivo, entra en una caseta que se llama Pero como tú, ninguna. Ni César ni Manu ni Risitas tienen que rendir cuentas a nadie, al revés, hacen más llevadera la vida a quienes se ríen con ellos, pero la coincidencia de este triunvirato hace brotar solas las palabras de la canción que Távora le compuso a Pepe Suero: "Andalucía, la que divierte, clavao a fuego lleva un puñal, de yunques viejos que la dirigen y la enseñaron sólo a rezar".

Pero toca divertirse, que quedan muchos telediarios hasta la próxima Feria. El día del Trabajo llega en pleno jolgorio con las cifras más altas del desempleo. Paradoja que refuerza la condición del real como paréntesis, como oasis, como pañuelo en este valle de lágrimas. Sin sevillanas de nueva cosecha, el cronista se vuelve sentimental y existencialista.

En una caseta muy particular hay solomillo al whisky, asadillo manchego y papas aliñás. Cristóbal va por el real con su chica, Isabel Hernández, coriana, única archivera en el Histórico Provincial. "Con 162 años de historia, tiene que haber una documentación riquísima de la Feria", dice Isabel, alma de legajo.

Los dos amigos han dejado a sus mujeres a buen recaudo en una caseta donde están muy bien atendidas. Es fundamental no perder el sentido de las abcisas y las ordenadas. Juan Belmonte, Joselito el Gallo o Gitanillo de Triana serían las abcisas; Pepe Luis Vázquez, Chicuelo y Bombita, las ordenadas. Los dos amigos llegan a su destino. Uno de ellos, Paco Alejo, fue integrante del grupo Los Amos del Mundo. El boom de los (músicos) sevillanos coincidió con el de las sevillanas. Para que luego entren en disquisiciones entre lo culto y lo popular. Paco es peón municipal y prepara su reaparición musical como solista. Su socio de paseo por el real cambió el público de los campos de fútbol, jugador de equipos como el Fuengirola o el Extremadura de Almendralejo, por El Público de Federico García Lorca, en versión de Lluis Pasqual, la obra con la que se estrenó hace 23 años como trabajador del teatro Lope de Vega. En el fútbol era conocido como Ramito y se sacó el título de entrenador en la promoción de Pili Vargas y de Juan Gómez Juanito, que conoció los entresijos de la Feria con el mejor de los guías: un cicerone llamado Rafael Gordillo, 75 veces internacional, cantante y compositor de sevillanas.

seises de la fragua

En la plaza de los Buñuelos suena Camarón. "Sí señor, José Monge Cruz", dice uno de los camareros el nombre completo del primor de la Venta Vargas. Apellidos que suenan a jeroglófico de templario. Las gitanas que trabajan en el perol, parecen la madre y dos hijas, llevan el mismo atuendo de figurantes de una película de Cifesa. Junto a la portada, que de noche es la puerta de Brandenburgo, este teatro de buñolerías es un juego perfecto de coreografías. Sólo faltan Manolo Caracol y Lola Flores diciéndose piropos y barbaridades. Los nuevos gitanillos, mientras llegan nuevos clientes, se constituyen en cuerpo de baile. Los seises de la fragua.

La Feria es una comilona minimalista. Salen tortillas y montaditos, adobos y croquetas. La ciudad es un monasterio. Se oyen las pisadas, el aleteo del traje que luce la joven italiana. El silencio urbano se puede guardar en cajitas. Como una ciudad dormida, aletargada. La fiesta pasó su ecuador y desde hoy tiene un puente más para llegar al real, puente aéreo y ferroviario de gentes de distintos confines que no llegan buscando el baile ni el vino ni los carruajes. Les atrae la sonoridad de una palabra: Sevilla. Por ella vienen.

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