Calle Rioja

A veces, más de cuatro veces

  • Ritual. Los Remedios, atrapada entre el prestigio marinero de Triana y el liderazgo aéreo de Tablada, se reivindica aprovechando las bodas de oro del traslado desde el Prado

Varias jóvenes se hacen el primer selfi de la Feria con la portada al fondo tras el alumbrado.

Varias jóvenes se hacen el primer selfi de la Feria con la portada al fondo tras el alumbrado. / juan carlos vázquez

Nada está escrito en la Feria, aunque los primeros minutos del alumbrado sean los del día del libro. Una obra coral. Una invasión serena y pacífica. Todo era una Feria, como si la ciudad se hubiera llenado de figurantes de Marifé de Triana. Casetas en el real y también fuera de él. En los balcones de muchos pisos, en las azoteas, en los bares, hasta en los garajes, como el de Manolo y Carolina, que se habían traído en el medio siglo del traslado del Prado a Los Remedios la Feria hasta la Alameda. La Feria es un estado de ánimo. Todos los indicadores demoscópicos, ambientales y sociopolíticos se van a paseo para aprobar por decreto y manu populari el estado de la belleza y la alegría.

Fuimos a pie y nuestro punto de partida fue La Norte Andaluza. Este bar junto a la Comisaría de la Alameda cumple ochenta años de historia y su nombre resume en esas palabras la historia de la Feria de Abril: una Norte Andaluza, igual que Alberti encontró un Sur Montañés en la casona de Cossío en Tudanca. Norte Andaluza, el invento de un vasco y un catalán. Tienen un menú paralelo con especialidades propias de la Feria, y una oferta de rebujito y plato de pescaíto. La supremacía de los diminutivos. La ciudad se ha quedado desierta. En la calle Sierpes se podría jugar un partido de fútbol. Mucha gente va vestida como si fuera a la cena de fin de Año. Es una forma de celebrar el comienzo del año, la estación de la primavera sobre las cenizas del invierno.

La alegría en los balcones del barrio recordaba la puesta en escena del 28-F

La calle Asunción es una pasarela. El carril-bici se ha convertido en el carril-volante. Paolo Sorrentino pensaría que le había salido una réplica de La gran belleza. La Feria es un femenino plural, por eso Sevilla no es Oviedo o Vladivostok. En la creación de la Feria, sin precisarse en cuál de los días surgió el asombro, el hombre nace de la costilla de la Eva sevillana, es puro apéndice, gozoso artilugio. Un cartílago cartaginés. Esta calle que es preludio de la Feria lucía sus mejores galas. Una alegría desbordante en sus balcones, en los escaparates de las tiendas. Una explosión de sevillanas junto a las flores, revolución en el alféizar. Como un nuevo 28-F, aunque la Feria tuvo su propio referéndum. El único que se ha celebrado en la ciudad después del de la Constitución de 1978, cinco años después del traslado, y del de 1980, aquella disyuntiva entre los artículos 143 y 151 de la Constitución, que suenan a números de casetas de Juan Belmonte y Joselito el Gallo, que convirtió a Adolfo Suárez en malo de la película antes de que lo beatificaran en el santoral laico del callejero.

El barrio de Los Remedios se reivindica a sí mismo en la conmemoración de este traslado liderado por el alcalde Juan Fernández. Atrapada entre el prestigio marinero de Triana y el liderazgo aéreo de Tablada, la barriada de la que salieron los participantes en la primera vuelta al mundo se rebela contra el marasmo de los lugares comunes y las postales de rigodón. Desde la plaza de Cuba se ven iluminadas la Giralda y la portada de Feria.

El alumbrado se aguardaba como una cuenta atrás en un Cabo Cañaveral de farolillos. Como si por esa falsa puerta, tan real, fuera a salir una imagen en procesión. Es la misma expectación, aunque las motivaciones sean bien diferentes. Se ha recuperado la normalidad como virtud revolucionaria, la rutina como cruz de guía de los nuevos bohemios. Las ciudades sólo están capacitadas para transformarse cuando ponen los pies sobre sus orígenes y sus tradiciones. Norte Andaluza. Sureños de norte a sur, que cantaba el gran Silvio, con el Pali los Simon y Garfunkel de la hímnica hispalense.

El día del libro de la Feria. La de Rinconete y Cortadillo. La de Romeo y Julieta. Cuántos amores, no sólo el de María y el de Dolores que cantara Chiquetete, se han formalizado en la Feria de Abril. Son legión. Como muestra, dos botones: los padres del pintor Manuel Salinas; o la pareja formada por Enrique y Mari Carmen, que habrán recordado aquel flechazo en el alumbrado de las redes desde su destino en Qatar, ese país donde hubo un Mundial de fútbol en el que perdimos con Japón.

Entrada la noche, se ven cuadrillas de amigos o matrimonios con almohadillas de los toros. De la Maestranza vuelven por Sierpes dos jóvenes que han estado trabajando de cuberos en el coso taurino del Baratillo, camareros con bandejas portátiles. En un piso de la Macarena les esperan unas reconfortantes lentejas descongeladas para volver con nuevos bríos al real de la Feria. El primer amor para el que viene de dentro. El primer descubrimiento de la ciudad para el que viene de fuera.

La Avenida de la Constitución es un erial. El gran teatro del mundo cambió de escenario. Ni un taxi en la parada de la calle Alemanes junto a la Punta del Diamante. Todos estarán en la Feria. Como decía el taxista de Primera plana: la noche es joven, huele a jazmines, el taxímetro corre. Las norias iluminadas en la calle del infierno son el complemento de la puerta del cielo. El rebujito es la función clorofílica de la Feria. Una palabra que merecería un Congreso de la Lengua y más en el día del libro. Palabra anfibia. En la plaza de Cuba, junto al puente de San Telmo, hay una zona de avituallamiento. La churrería Nuestra Señora de Belén.

La Feria es la Puebla de las Mujeres de los Quintero. Una fiesta que puebla, despuebla y repuebla una ciudad. Es carne de telediario. Coincidiendo con el Sant Jordi de Barcelona y los Moros y Cristianos de Alcoy. Después de Rafa Serna, no se conocía otro caso de pregonero de la Semana Santa que la noche del alumbrado cantara por sevillanas. Lo hizo Enrique Casellas 28 días después de subirse al atril de la Maestranza. Las sevillanas son oraciones del pueblo para hacer más llevadero el peregrinaje. Belleza y alegría. Se hizo la luz, con la emoción de un apagón en los prolegómenos. Norte Andaluza, surcando Despeñaperros, los Pirineos del Sur, y aprendiendo matemáticas con los pasos de las sevillanas y con sus letras: A veces, muchas veces, más de cuatro veces, todas las cosas no son como parecen.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios