ANATOMÍA DE UNA CAÍDA | FESTIVAL DE CINE DE SEVILLA

Secretos de un mal paso

Los dos grandes salvadores de la última película de Justine Triet.

Los dos grandes salvadores de la última película de Justine Triet.

Segunda intentona de Justine Triet de frenar el histerismo y poner algo de pausa y mesura en su cine recurriendo de nuevo al director Arthur Harari (galardonado aquí hace un par de años por Petzold) en la coautoría de la escritura. Esta vez, a diferencia del bodrio El reflejo de Sibyl, la apuesta les ha salido algo más redonda, pero sin llegar en absoluto a los niveles de excelencia que algunas críticas, y esa Palma de oro cada vez más devaluada, van pregonando por ahí.

Anatomía de una caída podría haber sido una muy buena película en manos del Claude Chabrol de los setenta o incluso del de La ceremonia, probablemente mucho menos inflada (ese horrible juicio y sus trampeadas derivaciones, niño mediante, dignos del peor cine clásico americano) y con muchísima más retranca. Por desgracia, Triet decide podar a conciencia la parte más oscura e inconfesable de sus personajes, y plantar una, supuestamente encarnizada pero en realidad pactada, defensa del individuo en el seno de la pareja, con la excepción de la única escena verdadera bergmaniana, y que es precisamente la que se debería haber ahorrado cuando la película le reclamaba a gritos preservar el misterio de su registro sonoro y las imágenes mentales creadas, a partir de este, por cada espectador.

Casi tan indisciplinada y atropellada con la cámara como siempre (la filmación del juicio tiene planos grotescos de busca y captura del sujeto supuestamente protagonista del encuadre), Triet está algo más acertada en la dirección de actores, donde sobresale un inspirador Swan Arlaud que impulsa a una esforzada Sandra Hüller (también presente en la premiada cinta del británico Jonathan Glazer), de la que me temo terminaremos tan hastiados, y si no al tiempo, como de Léa Seydoux o de Vicky Krieps.