Juego de influencias en una comunidad que se fragmenta
Sociedad Civil Catalana y Asamblea Nacional Catalana son las dos organizaciones que lideran las posiciones en contra y a favor de la independencia de Cataluña
Los carteles que anuncian el "proceso de participación" que el Gobierno catalán abre para conocer la opinión de catalanes y residentes en Cataluña, ocupan las vías principales de Barcelona. Ante la incertidumbre de si habrá o no urnas el 9 de noviembre, en numerosos balcones ondea la estelada, la bandera de los independentistas, y en algunos, la senyera. En mitad de este ambiente confuso, dos asociaciones civiles capitalizan el sentir de la sociedad, con mayor o menor éxito: Asamblea Nacional Catalana (ANC) y Sociedad Civil Catalana (SCC), a favor y en contra de la independencia, respectivamente.
A simple vista, los independentistas tienen ventaja. Movilizados desde 2009, llevan la voz cantante y se enorgullecen de poner su sello a manifestaciones que, como el último 11 de septiembre, han conseguido reunir a 1.800.000 personas en las calles de la capital catalana, según la Guardia Urbana. Los contrarios a la independencia, organizados desde hace apenas seis meses, empiezan a hacerse un hueco, aunque los frutos cosechados hasta el momento están todavía lejos de llenar grandes avenidas de Barcelona.
El discurso independentista empezó a ser omnipresente a partir de la manifestación "del millón de personas" en la Diada de 2012. Desde entonces, muchas personas han estado en desacuerdo con el proceso soberanista, pero no han tomado parte. Así lo define Susana Beltrán, vicepresidenta de Sociedad Civil Catalana, que hasta marzo de este año no se decidió a dar el paso y formar la asociación con otras 40 personas. "Sentíamos la necesidad de crear una plataforma donde poder expresar nuestro rechazo al proceso independentista", relata. Asegura que en ella se congregan personas de "muy diferentes ideologías hasta gente despolitizada" y que son desde empresarios hasta, como ella, profesores universitarios.
A la pregunta de por qué se ha tardado tanto en crear una asociación que defienda los intereses de quienes no quieren la independencia, Beltrán echa mano de una frase del presidente de SCC: "Somos personas normales". Con ello quiere decir que "oían las noticias y pensaban que el Gobierno haría algo". Pero tras el silencio del Ejecutivo y el avance del proceso, vieron que no les quedaba más remedio que "levantarse del sofá y alzar la voz". Beltrán cree que han salido a la calle justo a tiempo para frenar la deriva independentista.
Que el movimiento contra el proceso independentista se encuentra aún en un estadio precoz se percibe hasta en la sede de SCC. Se mudaron hace dos meses escasos y aún no cuentan con una recepción; la propia vicepresidenta abre la puerta a este diario y los muebles escasean. La imagen sirve de metáfora para explicar lo que sucede en las calles. En la manifestación que convocaron con el lema La España de Todos el pasado 12 de octubre en Plaza Cataluña, acudieron 38.000 personas según la Guardia Urbana. Aunque la cifra aumenta respecto al año anterior (acudieron 30.000), dista de poder compararse a la afluencia a las manifestaciones de la ANC.
Beltrán encuentra dos dificultades para que el movimiento sea masivo: los catalanes contra la independencia "sienten cierto rechazo social hacia la bandera española", mientras que ese repudio no existe hacia la estelada, que se luce sin complejos en camisetas, chapas y hasta marcas de tabaco. La vicepresidenta denuncia que por lucir la rojigualda se les ha llamado "fachas, radicales o fascistas". Por otro lado, el silencio en el resto de España. "Hay quien no se molesta en protestar porque cree que el Estado hará algo", sugiere Beltrán.
En ese sentido, se ha comentado en las últimas semanas la falta de apoyos de la izquierda política al movimiento. "La izquierda la tenemos en casa", afirma Beltrán. Muchos de los socios de SCC son militantes del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), pero echan de menos una postura oficial del partido: "me gustaría que fueran más claros", concluye la vicepresidenta.
La división de apoyos entre las distintas ideologías se observa en la agenda que ha marcado SCC desde su constitución. Sus dos demostraciones de fuerza han sido en la Diada y el Día de la Hispanidad. "El 11 de septiembre nos criticaban por celebrar un acto el día de los independentistas, pero nosotros queríamos recuperar la bandera catalana para todos", se defiende Beltrán. Por el contrario, el Día de la Hispanidad suele ser en Barcelona de celebración para la extrema derecha, y aunque ésta apareció por los márgenes de Plaza Cataluña el día 12, SCC aclara que no les representan y que la mayoría de los asistentes eran "personas que en otro período de su vida no estarían celebrando nada".
Con esa estrategia pretenden recuperar las diferentes sensibilidades y dar una imagen plural de la ciudadanía catalana. En esa línea, SCC critica la manipulación ideológica de los medios catalanes: "la televisión pública está en manos de movimientos secesionistas", porque "ni siquiera el Gobierno de la Generalitat es neutral". Ven difícil un debate constructivo con los independentistas "porque parten de premisas que no quieren discutir" como la nación catalana: "nosotros la discutimos porque jurídicamente no existe".
SCC se financia a través de sus socios, que pagan una cuota. La cuantía es "muy normal", según la vicepresidenta. También cuentan con colaboradores con una cuota voluntaria y reciben donaciones. En la asociación trabajan profesionalmente sólo tres periodistas y Beltrán reconoce que la situación les sobrepasa: "vamos a reacción".
De cara al proceso participativo del 9 de noviembre, SCC ha decidido no participar ni hacer ningún tipo de campaña porque lo consideran "un fraude de ley". En su sectorial de educación se han encontrado con profesores que les preguntan qué tienen que hacer el 9-N porque se sienten inseguros. "Sin bases legales para que la ciudadanía sepa lo que puede hacer es una irresponsabilidad política grave dejar todo en sus manos", denuncia indignada Beltrán.
La solución al encaje de Cataluña no pasa por SCC, que no quiere hacer política sino visibilizar que hay un importante número de catalanes que se sienten españoles y no quieren el proceso. No creen que el futuro de la comunidad pase por preguntar, sino por un proyecto "que ilusione a todos los españoles". No se pronuncian sobre el tipo de proyecto, que consideran responsabilidad de los partidos, pero sí les piden que sea "algo nuevo".
El reto que se plantean no es fácil, sobre todo porque se sienten "un poco olvidados" por el Gobierno central y la ciudadanía española en su conjunto. En opinión de Beltrán, gobernar pensando "sólo" en los nacionalistas "es ofensivo" y "ceder sólo a los que se manifiestan y amenazan con la secesión es muy triste". El problema político atañe "primero a la sociedad catalana, pero a partir de ahí es un problema de todo el país" porque el territorio "es de todos".
Dentro de los planes de expansión de la plataforma está extenderse a otros territorios. Se presentaron en Madrid, en enero estarán en Granada y sobre todo, quieren crear plataformas en los pueblos de Cataluña. "En Barcelona no se nota tanto, pero en los pueblos los no secesionistas están marcados", relata Beltrán, que asegura haberse encontrado a asistentes que lloraban en actos en Lérida o a personas "que se autodenominaban exiliadas" en Vinaroz, el primer pueblo tras la frontera entre Cataluña y la Comunidad Valenciana. El próximo acto lo celebrarán el 4 de diciembre con motivo del Día de la Constitución, aunque todavía no se ha concretado el programa.
Todo empezó el 13 de septiembre de 2009 en Arenys de Munt. Entonces se celebró la primera consulta informal, que con un 41% de participación arrojó un 96,2% de votos favorables a la independencia. La organizaron tres personas, que empezaron a buscar, cada una, a cinco más. No se llamó Asamblea Nacional Catalana hasta marzo de 2012, cuando se fundó oficialmente en una asamblea en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Hoy cuenta con algo más de 45.000 socios.
ANC quiere que Cataluña se convierta en un país independiente. Su vicepresidente, Jaume Marfany, explica a este diario que la independencia "es una herramienta que puede permitir el cambio de la sociedad", es decir, "intentar construir un país nuevo que sea mejor". Según Marfany, la independencia es la única vía después de "años de tentativas de encaje de Cataluña en lo que debería ser un Estado español plurinacional". Tras la sentencia en contra del Estatuto catalán del Tribunal Constitucional, "una mayoría ha visto que la única posibilidad de cambio es a través de la independencia".
La asamblea se define independentista pero no nacionalista. Así lo explica el vicepresidente: "El independentista deja de serlo cuando logra la independencia, mientras el nacionalista es siempre nacionalista". Dentro de ANC hay nacionalistas también, pero la asociación no se define como tal por estrategia, cuenta Marfany: "Les digo a los nacionalistas que no usen el término porque en el resto de Europa tiene una connotación negativa".
Los órganos de ANC se eligen en una asamblea general que también aprueba una hoja de ruta. La Secretaría General la forman 75 miembros, 50 de ellos elegidos territorialmente y 25 entre todos los socios de Cataluña. Esa Secretaría es quien elige después al Comité Permanente, una ejecutiva de 17 personas que gestiona el día a día de la entidad.
El éxito del movimiento se debe a la transversalidad -en ANC conviven "desde la derecha más derecha hasta la izquierda radical", en palabras de Marfany- y a la unidad. El único tema que discute la asamblea es la independencia, ni siquiera cómo debería ser un hipotético nuevo Estado. Son política y económicamente independientes, lo que les permite hacer su papel de "lobby de la sociedad civil", como lo define su vicepresidente.
Los socios pagan una cuota de 4 euros mensuales, que baja a 3 para los jubilados, desempleados y estudiantes. Con 45.000 afiliados han pasado der ser "pobres como ratas", ironiza Marfany, a poder permitirse una lona con el lema Volem fer un país nou (queremos hacer un país nuevo) que cubre toda la fachada de la Pedrera, el emblemático edificio de Gaudí en pleno Paseo de Gracia. Pero no sólo de pan vive el hombre, la mayoría de los ingresos vienen ahora del merchandising: camisetas con la V de Votar, banderas, imanes o pancartas llenan las arcas.
Su trayectoria les ha dotado de una seguridad total en su discurso. A la pregunta de si finalmente votarán el domingo, Marfany responde: "votar, votaremos seguro". Creen que han conseguido ilusionar a la sociedad catalana y que la independencia depende sólo de ella. "Un movimiento democrático así no se puede frenar", afirma el vicepresidente, que estima que la tercera vía es irrealizable a día de hoy, con la correlación de fuerzas existente en el gobierno central.
En caso de que la consulta se celebre y sea cual sea su resultado, de ella sólo se podrá extraer una "indicación de cómo responde la sociedad catalana", señala Marfany. Dependiendo de la participación y sus garantías, ANC estudiará si lo que salga de las urnas es o no un mandato para los partidos políticos, aunque adelanta que ese imperativo sólo puede salir de unas elecciones anticipadas. De celebrarse, deberían ser antes de las municipales.
En esas elecciones no habrá una candidatura "civil" de ANC. Consta en sus estatutos que nunca se presentarán a unos comicios. Todo está medido como si ya conocieran el futuro: "los partidos están muy desacreditados y la gente confía en nosotros porque tenemos credibilidad". Eso no significa que en unas futuras elecciones apoyen a una candidatura que aglutine a partidos independentistas o que algunas personas dejen la asamblea para unirse a una determinada opción política.
Ya han demostrado que la legalidad no es un límite. "Llegaremos hasta la independencia" hace constar Marfany, "siempre que sea por métodos democráticos y pacíficos". ANC parte de la idea de que en algún momento tendrán que romper la legalidad porque "ningún Estado concede la independencia porque sí a una parte del territorio". Les gustaría que la independencia se consiguiera a través de un acuerdo con el Estado pero están dispuestos a llegar a una declaración unilateral, aunque ello signifique quedar fuera de instituciones como la Unión Europea. El vicepresidente añade después que el aislamiento de Cataluña sería imposible por su interés económico y comercial para el resto de países europeos.
A las incertidumbres del proceso, ANC responde con las certezas de permanecer unidos a España. "El barco se hunde y nosotros con él", sintetiza Marfany, para quien España se encuentra en un proceso de involución democrática y corrupción, alimentado por la ley Wert o la de seguridad ciudadana. "Sabemos lo que pasará si nos quedamos", remata, aunque reconoce que desde los dos lados "se dramatiza".
ANC se siente cómoda con la información que se da en los medios catalanes. Entienden que es "diferente" a la que se da desde Madrid. El vicepresidente no ve manipulación en TV3 aunque comprende las quejas por la excesiva cobertura a la manifestación del 11 de septiembre, con la que la propia cadena ha ironizado. "Pero era la noticia del día", puntualiza y carga contra la representación que obtienen en los medios movimientos contrarios a la independencia como SCC: "se les da una dimensión que no es real porque tienen muchísimos menos asociados que la asamblea, por ejemplo".
Si Cataluña acaba independizándose del resto de España, la ANC estará llamada a desaparecer. En sus estatutos está que cuando el objetivo se cumpla, se disolverá. "Continuará hasta que el proceso constituyente del nuevo Estado termine", puntualiza el vicepresidente. La ANC quiere tener un papel muy activo en el establecimiento de las reglas del juego y advierte: "si la sociedad civil se desentiende una vez alcanza la independencia, correremos el peligro de volver a las mismas".
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