Juicio con jurado popular

La abogada del guardia civil corrupto fue cogida in fraganti haciendo fotos con el móvil en pleno veredicto: "Es inaudito"

La magistrada María de los Ángeles Sáez (a la izquierda) mira en dirección a la abogada Ana Hidalgo (a la derecha).

La magistrada María de los Ángeles Sáez (a la izquierda) mira en dirección a la abogada Ana Hidalgo (a la derecha). / Francisco J. Olmo (E. Press)

El juicio al teniente de la Guardia Civil corrupto y sus dos socios de fechorías quedó visto para sentencia en la Audiencia de Sevilla después de una última sesión en la que la abogada de Raúl P.M., Ana Hidalgo, protagonizó un último episodio que no puede más que calificarse como esperpéntico. Todo empezó durante la lectura del veredicto. Mientras el portavoz del jurado daba cuenta de las conclusiones, su vecina de asiento se percató de algo y requirió la presencia de la taquígrafa, a la que se lo contó. Esta, a su vez, se lo transmitió a la magistrada-presidenta del Tribunal del Jurado y al letrado de la Administración de Justicia.

El juicio no se detuvo, pero al final del veredicto hubo un receso y la máxima autoridad se dirigió a la letrada para preguntarle si había estado tomando fotos con el móvil en plena sesión. Y así era. Incrédula, la magistrada le ordenó que se las enseñase y que las borrase. “Es inaudito”, le espetó mientras la abogada abandonaba el estrado con una sonrisa en la cara.

El protagonismo de la letrada a lo largo de la vista oral ha sido casi constante, más allá incluso de su teoría de una "conspiración" de altos mandos policiales y de la Guardia Civil contra su cliente, su defensa de la inocencia del teniente y ese extraño alegato final en el que criticó duramente a los abogados de los otros dos acusados para, acto seguido y sin solución de continuidad, pedir la absolución de ambos. Aunque no era su competencia, lógicamente, ya que no representaba a ninguno de ellos.

El primer día del juicio, Hidalgo se presentó ante el jurado popular presumiendo de currículum. Indicó que había sido directora de varias cárceles (Yeserías, por ejemplo) y que como funcionaria de alto nivel tenía un sueldo "muy importante" al que renunció para dedicarse a la abogacía. Lo hizo para contrarrestar al fiscal, que como suele ocurrir en estas circunstancias recalcó que era funcionario y por tanto no tenía ningún interés personal en el caso. Pero la letrada dio un paso más y pidió a los jurados que no le rompieran la estadística. "He ganado todos los jurados que he tenido", les aseguró.

En otro momento del juicio, al volver de un receso y en medio de un interrogatorio a uno de los acusados por parte de otro abogado, Hidalgo empezó a hacer aspavientos y obligó a la magistrada-presidenta a interrumpir la sesión para interesarse por lo que le ocurría. La respuesta que recibió fue que habían desaparecido unos papeles que tenía encima de la mesa y que no los encontraba. Fue tal su insistencia en el lamento que la jueza le preguntó si creía que alguien se los había quitado. Y el caso es que tampoco contestó con un 'no' especialmente tajante.

El festival de excentricidades prosiguió el día de los informes, el pasado lunes. Estaba el fiscal defendiendo que en los delitos de cohecho "no es importante la cantidad" con que se soborne al funcionario corrompido de turno, sino que "basta con el ofrecimiento", cuando la magistrada de nuevo paró el acto en seco para volver a llamar la atención a Hidalgo. "No haga más gestos", le advirtió. Los gestos que estaba haciendo eran de negación ante lo que explicaba el Ministerio Público.

En esa misma sesión, durante su propio informe, la letrada madrileña se detuvo sin que hubiese ocurrido nada. "Señoría, tengo un calambre y no puedo estar sentada", espetó ante el enésimo gesto de sorpresa de la presidenta del tribunal. Tras un par de surrealistas minutos en los que primero pidió permiso para levantarse y seguir con el informe de pie, después dijo que no hacía falta hacer un descanso y acto seguido dijo que sí hacía falta, la magistrada finalmente decretó un receso de diez minutos para que superase la molestia en las piernas.

En la última jornada, la del veredicto, también hubo algo que contar al margen del desafortunado incidente fotográfico. Tras oír que el jurado declaraba culpable a su teniente, la abogada insistió en reclamar su absolución. La jueza la corrigió en parte y le recordó que lo habitual en esta tesitura es pedir la pena mínima por los delitos por los que será condenado. Y Ana Hidalgo solicitó la pena mínima.

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