Crimen de Estepa

El asesino confeso de Rocío Cáiz: "No fue mi intención matarla en ningún momento"

La silla vacía donde debía sentarse Adrian N., antes del juicio. El tribunal no permitió hacer la fotografía con el acusado en la sala.

La silla vacía donde debía sentarse Adrian N., antes del juicio. El tribunal no permitió hacer la fotografía con el acusado en la sala. / José Ángel García

Adrian N., el asesino confeso de la joven Rocío Cáiz, ha vuelto a reconocer el crimen ante el jurado popular que desde este viernes está enjuiciando en la Audiencia de Sevilla los hechos, ocurridos el 2 de junio de 2021 en Estepa. El acusado, para quien la Fiscalía pide catorce años de cárcel por homicidio y la familia de la víctima, la prisión permanente revisable por asesinato, ha mostrado su conformidad con la primera de esas calificaciones y ha confesado que estranguló a su pareja "por delante" antes de descuartizarla y ocultar los restos en distintas localizaciones del pueblo. En esa diatriba, la de si la asfixió de frente o por la espalda, se encuentra uno de los nudos de este truculento caso y la clave de si será condenado por homicidio (la víctima tuvo la posibilidad de defenderse) o por asesinato (la víctima fue atacada por sorpresa). En cualquier caso, el encausado se ha defendido alegando que la muerte de Rocío fue el fatal desenlace de una pelea previa entre ambos y ha negado cualquier premeditación. "No fue mi intención matarla en ningún momento", ha afirmado.

El encausado ha trazado un detallado relato de lo que ocurrió en esos fatídicos días preveraniegos de hace tres años. Para empezar ha contado que conoció a Rocío cuando ella tenía trece años y que todavía eran novios cuando ocurrieron los hechos, aunque acto seguido ha admitido que llevaban "dos meses separados". "Yo no quería saber nada de ella", ha enfatizado. En esta idea ha abundado varias veces a lo largo de su testimonio, por ejemplo para matizar que ella se trasladó desde Martín de la Jara (volvió a casa de sus padres tras la separación) a Estepa por su propia iniciativa.

"Me envió un mensaje. Yo la tenía bloqueada en Whatsapp, pero me dijo que había pasado algo con el niño", ha indicado. El hijo de ambos había nacido en enero de ese mismo año. "Ella me decía que no me dejaba ver al niño si no le pagaba, incluso me mandaba a cuatro personas para que me pegaran. Ese día le dije que no se presentara, pero ella llamó a un taxista y vino", ha narrado. He ahí otro punto de discrepancia entre las partes, ya que las acusaciones mantienen que fue él quien citó al taxista para que recogiese a Rocío.

Adrian N. ha seguido recordando que ella le insistió en entrar en la casa para "hablar algo urgente". "Nos sentamos en el comedor y hablamos de qué hacer con el crío. Yo llamé al taxista para que viniese a las nueve de la noche. Ella recogió ropa del niño y me dijo que diéramos una vuelta. Yo le decía que no, que se fuera, pero ella llamó al taxista para que no viniera. Salimos a dar una vuelta, compramos comida y una botella de Larios. Volvimos a casa, recordamos todo lo bueno que habíamos vivido y nos besamos y tuvimos sexo", ha relatado.

A partir de ahí, según él, se desató todo. "Yo cojo mi móvil para quedar con mis amigas. Ella me lo coge a la fuerza y me dice que no puedo hacer eso, que habíamos decidido darnos otra oportunidad. Yo le digo 'déjame tranquilo' y ella me da con el teléfono en la cabeza. Me empuja, me levanto y empieza la pelea, yo le doy guantazos y patadas y ella también me pega. En un momento me empuja contra la puerta y ahí había una cuerda. Yo estaba tan nervioso y furioso... Y ella me dice 'eres un maricón de mierda, nunca me has dado lo que yo quería'. Yo cojo la cuerda y ella dice 'a ver si te atreves'. Le pongo la cuerda en el cuello, ella me arañaba, yo le digo 'cállate, cállate'. No fue mi intención matarla en ningún momento", ha detallado el homicida, quien, preguntado por la orientación del estrangulamiento, ha respondido: "Yo estaba de frente a ella, le puse la cuerda y la apreté por delante".

Rocío falleció en ese momento y ahí comenzó la segunda parte del crimen: el descuartizamiento. "Cuando veo que se calla, la miro y tiene los ojos rojos. Intento reanimarla y voy diciendo 'Dios mío de mi vida, qué es lo que he hecho'. Me bebo tres cuartos de la botella de Larios y doy vueltas por la casa. 'He matado a mi mujer...', voy diciendo. Entonces voy a la cocina, cojo unos cuchillos y la descuartizo en la habitación", ha reconocido.

"Ni yo mismo le veía sentido", ha proseguido el acusado, que en los siguientes días se dedicó a ocultar los restos en distintos puntos de Estepa. Tal como ha indicado después un guardia civil, las localizaciones fueron un supermercado, el cauce de un río, un olivar y un solar en un polígono al lado de la nave donde trabajaba Adrian. "No recuerdo nada de esos días, estaba desconectado", ha resaltado el recluso, que permanece en prisión provisional desde que confesó el crimen y fue detenido. Antes se apoderó del móvil de la víctima y se hizo pasar por ella para mandar unos mensajes a la madre de Rocío. "Me hice pasar por ella para ganar tiempo y reflexionar sobre lo que había hecho. En ningún momento tuve la intención de huir", ha advertido.

La confesión se produjo unos días después. "A los cuatro días ya no podía aguantar más, no podía dormir ni respirar. Llamo a mi madre y le digo que he matado a Rocío. Voy a Herrera, al cuartel de la Guardia Civil, y allí les digo que he ido a entregarme porque he hecho una barbaridad, he matado a la madre de mi hijo, y que me pongan las esposas y me lleven a los sitios donde he escondido el cuerpo", ha señalado.

Tal como han coincidido después varios guardias civiles, esa confesión se produjo antes de que Adrian fuese detenido. "Nada le impedía irse desde el primer momento", ha llegado a reconocer uno de los agentes.

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