El dolor de la madre de Rocío Cáiz ante el asesino de su hija: "Nos ha arrancado las entrañas, como a ella"
Crimen de Estepa
"Ella lo que tenía era un diablo", denuncia María Pozo ante el jurado popular que está enjuiciando a Adrian R. en la Audiencia de Sevilla: "Lo recibimos como a un hijo y mire cómo nos ha pagado", lamenta
Varios testigos de la familia suscriben que el homicida "controlaba" a Rocío, que era menor de edad y fue asesinada cuando tenía 17 años, y que ella pasó de ser una "joven alegre" a una persona "triste y alejada"
El asesino confeso de Rocío Cáiz: "No fue mi intención matarla en ningún momento"
La segunda sesión del juicio al asesino confeso de Rocío Cáiz, un joven rumano que fue su expareja y que es el padre de su hijo, seguramente ha sido la más emotiva que depare toda la vista oral. Entre los testigos que desfilaron este lunes ante el jurado popular de la Audiencia de Sevilla ha figurado la madre de la víctima, María Pozo, que rota de dolor proporcionó el testimonio más humano y duro de lo que se lleva de procedimiento. "Ella lo que tenía era un diablo. Nos ha arrancado las entrañas, como a ella", dijo de Adrian R., que permaneció durante todos esos minutos cabizbajo y lejos de la vista de la mujer que durante unos años fue su suegra. "Lo recibimos como a un hijo. Mire cómo nos ha pagado", lamentó María.
"Ella era una niña enamorada, pero al tiempo iba más triste y estaba más alejada de nosotros. Ella decía que estaba bien, pero yo le notaba que se le había quitado la alegría", empezó relatando la madre, que solicitó declarar tras una mampara para no tener que verle la cara al acusado. "Como nosotros no tenemos maldad, no me daba cuenta de que le pasaban tantas cosas ahí", prosiguió, en relación al momento en que Rocío comenzó la relación con Adrian, seis años mayor que ella, y se mudó desde Martín de la Jara a Estepa.
"Ella estaba asustada, si hablábamos por teléfono cortaba porque venía él. No puedo decir su nombre porque eso no es una persona", continuó diciendo. "Siempre estaba pendiente de con quién hablaba", recordó.
Una vez que Rocío decidió finiquitar la relación, regresó a Martín de la Jara. "Decía que no quería estar en Estepa, pero no explicaba por qué. Hasta que rompió y me contó todo. Que él le había partido la nariz, que le había roto una botella de cristal en la cabeza, que un día fue corriendo al cuartel de la Guardia Civil pero él la pilló y le dio dos guantazos... Me lo dijo dos días antes de irse, no me dio tiempo de denunciarlo", reconoció. Eso fue a principios de junio de 2021. El día 2, Rocío se vio con Adrian en Estepa y el encausado la estrangulo y descuartizó. Por eso, al rememorar aquel lapsus, María rompió a llorar. "Si llego a denunciar ese mismo día, Rocío está hoy aquí", agregó.
El carácter controlador de Adrian R. fue otro de los ejes de su testimonio. "Él siempre insistía, tenía obsesión con mi niña, no la dejó vivir nunca. Ella fue a la Feria de Antequera y él fue a buscarla, se volvió con un amigo y me dijo 'que me da susto y he venido'. Lo recibimos como a un hijo; mire cómo nos ha pagado", contó la madre de Rocío. "Ella lo que tenía era un diablo. Él la destrozó y la sacó de todos los estudios. Nos ha arrancado las entrañas, como a ella", resaltó también.
El día de los hechos, María mandó a Rocío a comprar con su hermana mayor. Ya no volvió a verla. Al día siguiente, sin embargo, recibió un mensaje desde el móvil de su hija que en realidad había sido escrito por el asesino. "Me decía 'mamá, me he ido con un muchacho a Badajoz, lo quiero mucho y nos vamos a casar'. Cuando lo leí, me eché a llorar, no sé por qué", narró.
Tras conocer la muerte de su hija y las circunstancias que rodearon el crimen, la madre se ha convertido en "otra persona". "Esto no es vida. Yo ya no me conozco, no soy la María de antes. Me ha costado la misma vida venir aquí. Me levanto y para seguir me digo que Rocío está dormida. Muchas veces he sentido que me voy a volver loca. Por eso me propuse creer una mentira, que Rocío está en un cursillo y no la veo. Si no, no soportaría llegar aquí. Estoy en pie por ver que se hace justicia a mi hija, pero estoy muy cansada", confesó.
Después de la madre fue el turno del padre y la hermana mayor, Ana. El progenitor, Manuel Cáiz, coincidió con su esposa en que Rocío estaba "muy triste y muy rara" cuando empezó su relación con Adrian. En esa época, la menor tenía trece años. "No hablaba con nosotros", relató el padre, cuyo interrogatorio fue muy breve. Su primogénita, que tampoco se explayó demasiado, corroboró que hubo un "distanciamiento bastante importante" cuando Rocío se marchó a vivir a Estepa. "La dificultad para hablar era constante, nunca contó lo que le pasaba. Ella decía que él controlaba lo que hablaba y con quién hablaba", declaró la hermana, que fue la última persona de la familia que vio a Rocío con vida.
"Era una persona alegre, pero con él cambió todo. Ella le tenía miedo", concluyó Ana Cáiz.
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