Jurado popular

La reyerta de Écija "fue una encerrona donde todo estaba preparado" según las víctimas

  • Negaron dedicarse a la venta ilegal de tabaco

Tres de los acusados por la reyerta de Écija

Tres de los acusados por la reyerta de Écija / José Ángel García

Las cinco personas que resultaron heridas durante la reyerta del 23 de octubre de 2018  en una finca de la zona de Cuesta Blanca en Écija donde murió Manuel R.  han coincidido en declarar ante el tribunal del Jurado que fue una "encerrona" en la que todo estaba preparado. Según los tres hermanos del fallecido, acudieron a la finca de los acusados "porque el padre nos había citado allí para hablar". Uno de ellos declaró que había tenido un altercado esa mañana en Córdoba y fueron a la finca "a dialogar".

Las víctimas negaron que se dedicaran a la venta ilegal de tabaco y afirmaron que esa era la actividad de  José Manuel R. M., el padre de los dos acusados, que también está procesado. Sin embargo, reconocieron que la cita con los acusados tenía que ver con el tema del tabaco ilegal. A preguntas del fiscal sobre cuántas personas estuvieron en la finca durante los hechos, los hermanos del fallecido afirmaron que fueron todos juntos en un coche, y en el camino "se encontraron" con otros miembros de su familia, llegándose a reunir "unas siete o diez personas.

También coincideron en afirmar que ninguno de ellos llevaba armas, "ni palos, ni estacas, ni un paragüas con punta metálica, ni un revólver que el acusado Jesús R. M. aseguró ver durante la reyerta en manos de una de la víctimas".  Según el relato de todos, cuando llegaron hasta la cancela de la finca, la mujer de uno de los acusados les gritó "como una loca y desencajada" que se fueran porque los acusados llevaban armas para matarlos.  Una vez allí, "ellos nos decían que entráramos pero visto como estaba la mujer no queríamos acceder". Los testigos, que también son víctimas, explicaron que el fallecido cerraba el pestillo cada vez que José Manuel R. M. lo abría. Así estuvieron forcejeando un corto periodo de tiempo hasta que el abuelo "levantó la chivata -en referencia a la muleta- y comenzaron los tiros".

A preguntas de la acusación particular sobre el fallecido, aseguró que sólo se dio cuenta de que estaba herido cuando le levantó el chaleco y vio que estaba "emplomado".

"Cada uno estaba en su sitio. Esperando para masacrarnos", aseguró gráficamente Antonio R. una de las víctimas. Una vez que los hijos empezaron a disparar, siempre según la versión de los testigos, "todos salimos corriendo buscando un agujero donde escondernos porque el chico de Los Caseros disparaba a matar".  Otro de los testigos y también víctima Marco Antonio R. afirmó que Jesús R. M. "llevaba la escopeta, se agachaba, apuntaba y disparaba al objetivo". A él le alcanzaron los perdigones en el cuello, pecho, mano y espalda.

Francisco Baena Bocanegra, abogado de los dos acusados más jóvenes, le recordó a Marco Antonio R.  el altercado en Córdoba que supuestamente fue el origen de la reyerta. En este sentido, le preguntó con extrañeza la razón por la que no denunció esa presunta agresión. El  magistrado presidente también se interesó por la causa de esta pelea en Écija y el testigo respondió que el Casero, en referencia a uno de los procesados, le acusaba de que le estaba quitando clientes "en la venta del tabaco".

Una de las víctimas que declararon ante el tribunal, Rodrigo R., que recibió tres puñaladas, aseguó que, al atacarle, "forcejeó con el abuelo para quitarle la muleta y me enganchó por las piernas, tirándome al suelo mientras que le decía al hijo: 'pínchalo'. El hijo me dio tres puñaladas, el niño mayor una patada y el más chico me dio con la escopeta en el costado, haciéndome una quemadura que todavía tengo. Más miedo no he pasado en mi vida".

A pesar de que el abuelo asistió a la vista oral en silla de ruedas y desmejorado de salud, aseguró que está "fuerte" y "sigue trabajando en el campo". A preguntas de Baena Bocanegra aseveró que "nadie golpeó al abuelo ni partió una muleta en la cabeza de Casero padre". Incluso uno de los testigos sugirió que ambos acusados "se habían autolesionado".

Sobre qué hizo cuando terminó todo, aseguró al letrado que se fue a casa de su madre y, después de que avisaron que el fallecido estaba en el hospital fue a curarse de sus lesiones que tardaron siete días en sanar.

Aunque ellos aseguraron que todo ocurrió cerca de la cancela de la finca, el abogado de los dos hermanos acusados les preguntó sobre las manchas de sangre existentes en una de las paredes interiores el testigo aventuró que serían de otro de sus hermanos que resultó herido "porque Manuel no sangró cuando le llegaron los plomos".

También declararon ante el tribunal del jurado otras dos víctimas, sobrinos del fallecido, que confirmaron las versiones del resto de testigos-víctimas y las dos persona que llevaron a Manuel R.,, mortalmente herido hasta el hospital. Una de ellas afirmó que en la cercanía de la finca donde ocurrieron los hechos había varios coches aparcados.

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