Salir de la zona de confort es el mejor modo de aprender. Hablar con personas cuya experiencia vital es diametralmente opuesta a la propia, también. Los alumnos de la Universidad Loyola y de la Unidad Terapéutica del Centro Penitenciario Sevilla 1 fueron testigos hace dos años de los beneficios que tiene conocer una materia desde diferentes puntos de vista. Aunque el programa Learning Together (aprender juntos) nació con vocación de continuidad, la pandemia se cruzó en el camino y está previsto que se retome para el curso que comenzará el próximo septiembre, aunque está a la espera que la nueva directora de Sevilla 1 lo autorice oficialmente. 

Se trata de un proyecto pionero en España creado hace seis años por la Universidad de Cambridge. De este modo, el centro penitenciario Sevilla I acogió durante el primer semestre del curso 2019/20 un curso de Derecho y Criminología con alumnos de Loyola y alumnos de la prisión. Esther Montero Pérez de Tudela, coordinadora del proyecto es jurista y doctora en Criminología. En su primer año obtuvo el premio Universidades Excelentes 2021 en la modalidad de innovación pedagógica.

La coordinadora del proyecto, Esther Montero Pérez de Tudela

Los estudiantes -13 mujeres y un hombre- fueron seleccionados entre alumnos de 3º, 4º y 5º curso de los grados simples y dobles de Criminología. "Se escogen de los últimos años porque necesito que los estudiantes tengan una alta madurez emocional", explica Esther Montero. Los alumnos de la prisión fueron escogidos de la Unidad Terapéutica Educativa del Centro Penitenciario de Sevilla 1 y además de saber leer y escribir tenían que estar motivados por aprender.

Aprender Juntos es un proyecto basado en llevar la educación superior al medio penitenciario a través de técnicas de enseñanza transformativa, que permiten a alumnos de la Universidad y de la prisión desarrollar su máximo potencial. De hecho, está especialmente dirigido a los estudiantes de Loyola que quieren trabajar dentro del ámbito penal: policías, funcionarios de prisiones, psicólogos, abogados, etc.

Durante ese semestre se creó un espacio de aprendizaje e intercambio de experiencias que se espera pueda volver a repetirse este curso. Las clases se desarrollan a partir de un respeto tanto a las normas de prisión como a las académicas. De hecho, las primeras jornadas se dedican a un módulo sobre seguridad y límites donde se establecen las bases para la docencia. Los estudiantes, tanto universitarios como reclusos trabajan en grupos. "Damos forma a la clase entre todos", explica la coordinadora del proyecto. Cada semana, los internos tienen que preparar dos lecturas sobre las que se discute en clase. 

Más allá de los resultados académicos tanto de los universitarios como de los internos, la conclusión es que la visión sobre el entorno penitenciario ha cambiado radicalmente para los estudiantes, pero también la imagen preconcebida que del medio universitario tenían los alumnos de prisión.