Política

La desunión de los manijeros rompe aún más el PP de Sevilla

  • La estructura provincial es hoy territorio abonado a los susurros, las miradas tras los visillos, los intentos a la desesperada por captar adhesiones y, por supuesto, los pactos contra natura para combatir al enemigo común

La desunión del PP sevillano

La desunión del PP sevillano / M. G. (Sevilla)

Una unión de poco más de tres años. El espíritu manijero que nació en el seno del PP de Sevilla en la Feria de 2016 ha quedado definitivamente roto. Aquel movimiento –denominado así porque cristalizó en la caseta Los Manijeros– logró alzarse con el poder del partido en el polémico congreso de mayo de 2017. Tampoco debe ser una sorpresa.

En política no hay amistades, sino uniones temporales. Y la unión manijera que llevó a Virginia Pérez a obtener el 61% de los votos ha saltado por los aires, pero no por efecto de una oposición pública contra la presidenta, sino por los movimientos sordos que ya están más que detectados, pero que nadie reconoce ni desmiente en público desde que han sido destapados en este periódico. El PP de Sevilla es hoy territorio de susurros, miradas tras los visillos, intentos a la desesperada por captar adhesiones y pactos contra natura para combatir al enemigo común. Un juego de tronos de baja estofa donde pierden los papeles hasta los que parecían más firmes.

A la desunión del sector manijero se suman las legítimas intenciones tanto del PP andaluz como del nacional –no coincidentes– de meter la cuchara en el perol donde se cocina el futuro del PP sevillano. Y como suele ocurrir en todos los colectivos, nadie ha hecho saber sus críticas a Virginia Pérez en los comités o juntas directivas provinciales, donde la presidenta ha barrido con acuerdos tomados por unanimidad. Las presiones contra ella ante Madrid y ante la sede regional se han hecho por detrás. Como de costumbre.

Vayamos por partes. Los manijeros se han dividido, lo que se ha evidenciado con ocasión de la confección de las listas del 10-N. A un lado está como referencia el incombustible Javier Arenas, que deseaba a toda costa que Juan Ávila, alcalde de Carmona, fuera el candidato al Senado para frenar las opciones de un antiguo pupilo: José Luis Sanz. Al otro se ha quedado la presidenta provincial, Virginia Pérez, que ganó esa pequeña partida y preferió mantener a Sanz como aspirante principal a la Cámara Alta. Sanz y Virginia, antiguos rivales en el congreso, se ven unidos ahora circunstancialmente para hacer frente al lince de Olvera, el más listo de todos con diferencia y que no deja de ejercer su influencia. Y ojo porque en todo lo que sea cercenar la influencia de Arenas también están clásicos como Ricardo Tarno, que tendrá una segunda oportunidad para colarse en el Congreso de los Diputados si el PP pasa de dos a tres actas.

José Luis Sanz, Juan de la Rosa, Javier Arenas, Virginia Pérez y Juan Ignacio Zoido José Luis Sanz, Juan de la Rosa, Javier Arenas, Virginia Pérez y Juan Ignacio Zoido

José Luis Sanz, Juan de la Rosa, Javier Arenas, Virginia Pérez y Juan Ignacio Zoido / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

En el grupo municipal, Beltrán Pérez hace su guerra particular tratando de reinventarse como líder de la oposición, limpiando la vía pública si es preciso. Pero ya no se aprecia la conexión con Virginia Pérez de hace tres años. A la presidenta le queda en el Ayuntamiento el apoyo del concejal José Luis García, y es de suponer que de su secretario general, Juan de la Rosa, un tipo con buen talante que gana prestigio por días en sectores de nivel de la ciudad. Beltrán tiene incondicionales como Rafael Belmonte y Ebvelia Rincón, amén de los dos independientes:la edil con nombre de calle, Ana Jaurégui, y el concejal que estrena chaqué en esta corporación, el comisario Jesús Gómez.

Un dossier muy comprometedor

Los nostálgicos del zoidismo se frontan las manos con sólo imaginar la caída de Virginia Pérez, pero más les valdría ser prudentes, pues dejaron demasiadas y delicadas huellas en su intento por ganar el congreso provincial en el que, al final, fueron derrotados. El dossier de aquellas maniobras desvela un PP con sectores podridos cuyas acciones pueden dejar en evidencia a quienes fueron altos cargos del Estado y tener el efecto de una auténtica bomba racimo a las puertas de unas elecciones generales.

El plan de convivencia entre ganadores y perdedores que impuso la estructura regional resultó un desastre. A la vista está. El desgaste de la cúpula provincial ha sido paulatino y continuo. En Génova no ven la hora de meterle mano a Sevilla. Yen Sevilla hay quienes no comprenden por qué Elías Bendodo tiene tanta influencia en la confección del futuro PP hispalense. El de Benaoján no es secretario general del PP andaluz, como algunos reprochan en privado, pero sí es una suerte de Pepe Caballos del PSOE de los 90, al que nunca hizo falta el cargo principal para ser el factótum. Es sabido que todo lo importante que se cuece en el PP del Sur de España pasa ahora mismo por las manos de un Bendodo que goza de un amplio margen de maniobra con respecto al presidente. Lo tiene claro hasta Arenas, que pasa muchas horas en su despacho del Parlamento y que enseñó a casi todos a hacer política.

Virginia Pérez, presidenta provincial, no ha sabido administrar su mando. Ha querido, por fin, quitarse a los últimos zoidistas de encima, sacándolos del comité ejecutivo y dinamitando así aquel antiguo plan de convivencia, pero está pagando el precio de la enésima maniobra encaminada a gobernar con estilo propio. Si Pablo Casado sale reforzado del 10-N, su única defensa posible será la de Juanma Moreno, al que en Génova no tienen más remedio que respetar por ser el presidente de la Junta de Andalucía. Pero Moreno le ha parado hasta ahora ciertos golpes por su propio interés, pero no porque tenga precisamente admiración por la presidenta provincial.

Los principales miembros de la estructura regional no comparten el concepto que Casado tiene del PP, que ha pasado por orillar demasiado pronto a las viejas guardias y a los sorayistas, pero antes que seguir protegiendo a Virginia Pérez, preferirán negociar y consensuar con Madrid una nueva dirección provincial del gusto de todos que ponga fin al continuo estado de tensión que lastra el partido. Moreno necesita que Sevilla sea un granero de votos cuando se celebren las elecciones autonómicas y deje de ser la cuarta fuerza política.

El presidente exige, al menos, la recuperación de la segunda plaza que llegó a conseguir José Luis Sanz siendo presidente provincial. Moreno, por cierto, no quiere ver ni en pintura a alcalde de Tomares, quien quiere ser alcalde de Sevilla, para lo cual necesita recuperar el acta de senador y que Beltrán Pérez le deje la vía expedita. Pérez, a su vez, tiene buena sintonía con Moreno e incluso con Javier Arenas. El lince de Olvera, el ciprés andaluz de sombra alargada, es el único que mantiene una mínima guardia pretoriana de leales acérrimos, aparte de ser un icono casi sagrado al estilo de Guerra en el PSOE hasta que decidió dejar el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo al no reconocerse en un partido que buscaba peleas con los curas y aplaudía las cabalgatas del Orgullo Gay, como comentó en alguna charla de café en el AVE. Pero Arenas sí tiene todavía mucho ascendiente en el PP sevillano.

Como se puede comprobar, no existe una fotografía del partido que dure más de 24 horas porque las alianzas y las traiciones se suceden como en los peores tiempos del extinto UCD. El PP se escoró a la derecha justo cuando necesitaba mano izquierda. Al menos en Sevilla.

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