La caja negra

La hora del humo

  • Mientras el clima político nacional está marcado por la crispación, Sevilla vive en una onda muy distinta. El alcalde se ha consagrado a la venta acelerada de proyectos de futuro. 

El alcalde consulta el reloj en presencia del edil de Hacienda

El alcalde consulta el reloj en presencia del edil de Hacienda / José Ángel García (Sevilla)

HAY que reconocer que el clima de crispación de la política nacional no tiene reflejo en Sevilla. El ambiente de la actual Corporación no es especialmente malo, salvo los dardos que se lanzan unos a otros en los plúmbeos Plenos municipales, que son seguidos en el mejor de los casos por entre treinta y cuarenta ciudadanos a través del circuito interno de televisión. A dos meses de las elecciones municipales no se vive un duelo a cara de perro entre Juan Espadas y Beltrán Pérez, los dos principales candidatos.

El actual momento de la política local tiene muy poco que ver con los últimos años de Monteseirín, cuando el PP arrinconó y asfixió al gobierno local. Y no dudó en llevarlo a los tribunales una y otra vez. El PP actual no arremete directamente contra Espadas ni con la mitad de dureza que lo hizo contra Monteseirín. Quizás porque tiene claro que el mayor valor de Espadas es su buena imagen. No tanto su balance material, que resulta bastante pobre, sino ese perfil de vecino que está al día del pago de los recibos de la comunidad, que se convierte en un hacendoso secretario de la junta directiva de la caseta y que pasaría por hermano mayor de una cofradía de peso medio.

Ojo a la hemeroteca

Si se dedica un rato a repasar la hemeroteca se comprueba que Espadas ha prometido muchos proyectos que no ha cumplido. Como todos sus predecesores. Sí, pero “mi Juan”, que diría el teniente Juan Carlos Cabrera, genera buenas percepciones, aunque desde el 2 de diciembre ya no tenga tan claro que retendrá el bastón de alcalde. Por eso lleva varios días venteando anuncios tan legítimos y habituales en política como reveladores de una estrategia precipitada.

Si el primer aval es su buena imagen, asentada en una forma de ser moderada y serena, el segundo es que no ha hecho nada malo. No ha enchufado a un primo, no ha permitido desfases en las obras, no han pillado a ninguno de sus colaboradores con la mano larga. Tal vez por eso Beltrán Pérez, que siempre ha estado sobrado de colmillo, haya interpretado que el alcalde no es atacable directamente, sino por sus siglas: un PSOE a un paso de pactar con un partido pro-etarra con tal de mantenerse en el Palacio de la Moncloa.

A Espadas le ocurre como a Zoido. Ambos, tan distintos en ciertos hábitos y costumbres, comparten un balance material muy pobre como gestores de la ciudad. A Zoido le sobraron ciertas fotos, un pecado que Espadas, de momento, no ha cometido. Demos por olvidada ya su instantánea rompiendo la guitarra en la inauguración del negocio franquiciado de la calle San Fernando. Está claro que Sevilla lleva varios años al ralentí como ciudad entre uno y otro alcalde. Tiene razón Teresa Jiménez-Becerril cuando dice que Sevilla necesita un zamarreón.

Proyectos incumplidos

Espadas prometió, por ejemplo, la implantación de la Policía de Barrio, la reforma del entorno del Palacio de San Telmo y del Casino de la Exposición, la descentralización municipal, una reforma de la plantilla municipal con una nueva relación de puestos de trabajo, una inversión de 800.000 euros en la instalación de ascensores (de los que sólo se han puesto catorce), un plan de movilidad urbana sostenible, un plan de protección del patrimonio, la reforma del Instituto de Cultura y de las Artes (Icas), la rehabilitación de los caminos del Parque de María Luisa, una inversión de un millón de euros en la Isla de la Cartuja en conmemoración de los 25 años de la Exposición Universal, la conversión de Torneo en bulevar o de Altadis en un centro de emprendimiento, y un plan turístico propio para Triana.

Podríamos apuntar más: la Fábrica de Artillería se ha quedado a medio gas, del Metro de Sevilla no hemos vuelto a ver una máquina trabajando, el depósito de la grúa no se ha trasladado, los colegios públicos siguen sin abrirse por las tardes, las obras en las Reales Atarazanas no arrancan, el traslado de la Politécnica de los Remedios sigue pendiente...

Los logros

Espadas no ha hecho ruido. Es cierto. Ha presidido un gobierno tranquilo. Pero tampoco hay un balance que haya disparado la ciudad. Entre sus principales logros figuran el formato alargado de la Feria (siempre discutible por ahondar en el carácter festivo de la ciudad), el blindaje de la Semana Santa (bien enfocado, pero con la mala suerte de los sucesos de 2017) y la proyección de la ciudad como destino turístico, visita de Obama incluida. Pero este último hito se presta también a polémica, pues los excesos del turismo, una actividad económica sin la que no podríamos activar cada día el motor de la ciudad, provocan ya verdaderos problemas de convivencia en las grandes capitales.

Espadas no ha podido poner en marcha la ampliación del tranvía. Ha sido quizás el momento en el que su debilidad como gobierno en minoría se ha hecho más patente. Por lo demás ha sido un alcalde discreto en todos los sentidos al frente de un gobierno bastante plano. No ha abanderado ningún gran proyecto, como tampoco ha cometido ningún gran error. Ha vivido durante meses de un PP fracturado que le ha permitido tener anestesiado al principal grupo de la oposición.

Ha protegido a sus leales, como a Cabrera en los momentos más conflictivos del taxi. Ha tenido en Antonio Muñoz su principal colaborador. Ha luchado contra los veladores y contra los rótulos estridentes, dos misiones imposibles con el episodio tan ejemplarizante como exagerado de la Campana. Los demás concejales casi no han existido. El PP prefiere hasta ahora hacer grandes presentaciones de sus proyectos (la revisión del PGOU o el gran edificio municipal en la cartuja) antes que buscarle los tobillos al alcalde. El gobierno activa la chimenea. Lleva días consagrado a la venta de proyectos futuros para problemas de siempre. Puro humo electoral. La oposición trata de ganar perfil institucional. Sevilla siempre distinta. Que empiece la Semana Santa.

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