La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Nos libramos de pasar vergüenza
La Caja Negra
La Ley Antitabaco de Zapatero multiplicó los veladores en toda España.Los hosteleros se echaron literalmente a la calle para no perder clientes: mesas y más mesas para sufrimiento del peatón. La crisis económica de 2008 dejó a los ayuntamiento tiritando, con el gasto restringido y vigilados hasta en el pago a proveedores. Hubo que buscar nuevas vías de ingreso, echarle imaginación y recurrir, como las familias venidas a menos, a alquilar las zonas nobles para celebraciones. Ahora que no cesa el debate sobre el uso de los espacios públicos –incluidos los monumentales o próximos a edificios catalogados como Bienes de Interés Cultural (BIC)– conviene recordar que fue el propio Ayuntamiento de Sevilla el que preparó un catálogo para ofrecer determinados lugares representativos de la ciudad para actos de empresas: presentaciones con escenarios, cenas, cócteles con mesas altas, etcétera. Se pretendía así obtener casi un millón de euros al año. El catálogo incluye recreaciones realizadas para que los potenciales clientes apreciaran el resultado de organizar sus eventos en la Plaza de España, los jardines de Murillo, los Jardines del Cristina, etcétera. Juan Espadas gobernaba la ciudad. La oferta se llevó hasta a la Feria Internacional del Turismo (Fitur). La apuesta era inédita hasta entonces, más allá de las cesiones habituales de estancias del Real Alcázar o los siempre polémicos permisos para actos en la Plaza de San Francisco, que había años que se llevaba más tiempo ocupada que libre.
La pandemia abrió un nuevo tiempo, una era de los excesos que se nota especialmente en las grandes capitales. El turismo se dispara y la ciudadanía experimenta un deseo palmario de estar en la calle. Sevilla venía, precisamente, de poner en alquiler sus mejores lugares, no por iniciativa privada, sino municipal. He ahí la gran clave que ahora conviene tener como contexto imprescindible. Fue el Ayuntamiento el que decidió ir a la búsqueda de clientes particulares para explotar una nueva vía de ingresos, sobre todo porque Urbanismo llevaba años sin ser el cuerno de la abundancia que fue en el boom inmobiliario. Claro que el turismo todavía no generaba efectos perjudiciales, el tardeo no existía, los bares eran espacios de libertad sin las restricciones actuales heredadas del período de pandemia y la vida en la calle no estaba tan disparada.
En ocasiones las ciudades son lo que han decidido sus gobernantes. Ni más, ni menos. El catálogo municipal llevado a Fitur en 2016 ofrecía la posibilidad de celebrar en la Plaza de España banquetes de hasta 5.000 personas, cócteles con 10.000 y funciones de teatro con 10.000 espectadores. En la Puerta de Jerez se ofrecían cócteles para 300 personas. Los Jardines de Murillo se vendían como un espacio “ideal” para exposiciones, banquetes y cócteles para 800 asistentes. Y la lista incluía más sitios: Casino de la Exposición, Antiquarium, Museo de la Cerámica, Santa Clara, el Costurero de la Reina, Baños de la Reina Mora, Castillo de San Jorge, Plaza de América, Muelle de Nueva York o la Alameda. Tras el gobierno de Espadas, ninguno ha anulado el programa de Sevilla, en alquiler. Se ha ido a más, de hecho. Y ya son las entidades privadas las que tienen sus propias iniciativas en un contexto donde no cesa el uso masivo de los espacios públicos.
También te puede interesar
Lo último
No hay comentarios