Ernesto Castro | Escritor y 'youtuber'

"El público es tan ignorante que no va más allá de la superficie provocadora del 'trap"

  • El autor propone una mirada teórica a las 'músicas urbanas' en 'El trap. Filosofía millennial para la crisis en España', libro que Yung Beef ha vuelto estos días a llevar a los titulares de la prensa con la petición de su retirada de las librerías

Ernesto Castro (Madrid, 1990), autor del libro.

Ernesto Castro (Madrid, 1990), autor del libro. / M. G.

Hablamos con Ernesto Castro antes de que saltara la extraña noticia, por lo que no pudimos anticiparnos en el tiempo y preguntarle por el burofax que Yung Beef ha hecho llegar esta semana a la editorial Errata Naturae exigiendo –sin que exista, por ahora, demanda judicial alguna– la retirada de El trap. Filosofía millennial para la crisis en España, en cuya cubierta aparece el granadino, capo nacional del asunto, muy levemente caricaturizado. La supuesta polémica, que llega varias semanas después de la publicación del libro –que la editorial le hizo llegar antes de su llegada a librerías sin que el artista manifestara entonces ningún problema–, huele mucho, en fin, a maniobra promocional en los tiempos de Instagram. Tal vez no lo sea. Ya lo veremos...

En el libro, Castro, joven doctor en Filosofía con acusada afición a la jerga pour épater le bourgeois y youtuber erigido en teórico de guardia del trap, propone un acercamiento con gran aparato retórico a un género con fama de salvaje y polémico, aunque diríamos que el foco se suele poner en el sitio equivocado: no en su condición (o no) de altavoz de valores del ultraliberalismo camuflados de rebeldía y hedonismo nihilista, sino en la dimensión asustaviejas de todo género asociado a la juventud desbocada: el surtido variado de mandanga, el mucho money, las bitches a granel y la sexualidad Pornhub.

–¿Cuál es el cliché más injusto asociado al trap?

–Hay una famosa camiseta de la ruta del bakalao, creo recordar, que decía: Somos todo lo que decís de nosotros, y todavía peor. Pues lo mismo. Cualquier cosa que se diga del trap se queda corta, de hecho el trap se alimenta de sus propios haters, de sus propios trolls, no hay ni chiste ni descalificación ni insulto, por grueso que éste sea, que no se quede corto... El trap va más allá de lo justo o de lo injusto.

–El trap suena en los coches de los canis de mi barrio y en los de los que no son canis y han perdido ciertos prejuicios, le gusta a quienes se han lanzado a bailar pasados los 40 y llega a través del patio de luz de mi bloque, suena en el móvil de mi sobrina, le encanta a jóvenes que hace no mucho escuchaban a los cantantes hechos en serie de Operación Triunfo e incluso a pensadores de filiación marxista... ¿Cómo puede ser revolucionaria una música que está en todas partes?

–Depende de lo que entendamos por revolución. Está la concepción política de la revolución como reformulación de todas las cosas y está la concepción podríamos decir astronómica de la revolución, que es la consecución de la trayectoria de un astro o de un planeta en torno a su estrella, es decir, volver al punto de partida. Yo creo que de alguna forma el trap nos devuelve a un punto de partida optimista del pop. Después de un periodo indie-moderno en el que la clase media-alta se rebeló contra la uniformización cultural que se dio en el pop de los 90, ahora hemos vuelto a un contexto en el que los artistas no creen ser mejores por llegar a menos personas, sino al revés: aspiran a que lo bueno sea reconocido por los muchos.

"Por las condiciones sociales y la situación de paro estructural, hay muchas concomitancias entre el 'trap' y la ruta del bakalao y el cine kinki"

–En 2013 el paro juvenil alcanza la escandalosa cota del 55%. Un año después, el trap aflora del underground a la superficie...

–Puede haber otros ángulos para analizar sociológicamente el trap pero a mí el que más me interesa es ése. Por razones también biográficas: empecé a escuchar trap porque estaba en paro y he podido escribir el libro porque sigo en paro. El desempleo estructural de España ha creado unas condiciones sociales que han permitido ciertos fenómenos como pudieron ser en otras épocas la ruta del bakalao o la escena kinki, con la cual el trap tiene muchas concomitancias.

–¿Funciona mejor el discurso político del trap en su plano impremeditado y visceral?

–Evidentemente sí. Comparto lo que decía Schopenhauer de la música, que ésta apela directamente a la voluntad sin mediación del raciocinio. De ahí que quienes acuñaron la categoría de trap fueran treintañeros que estaban desquitándose de sus prejuicios hipsters. Si hay política en el trap, ésta no debe entenderse en el sentido talmúdico, es decir, que no es que esté en los propios textos y sea algo interpretable a través de la letra, entre otras cosas porque el trap acude al AutoTune para convertir la voz no tanto en un catalizador del mensaje cuanto en un instrumento más de la composición armónica y melódica, y en este sentido a veces resulta hasta difícil transcribir las letras. En su mensaje explícito hay una gran oscuridad y ambigüedad, o sea que si el trap es político, lo es en su profundidad visceral o volitiva.

–Sobre la pertinencia o no de la comparación del trap con el punk se viene hablando desde hace tiempo y no hay unanimidad. Usted sí defiende que existen paralelismos entre ambos...

–Uno de ellos, el hecho de que ambos son metamúsicas de su época: el punk de la crisis de los 70 solucionada por la vía de la contrarrevolución liberal, y el trap de la crisis de Lehman Brothers que parece que está a punto de ser resuelta con la derechización de todo Occidente. Los que se resisten a este paralelismo tienen una visión normativa del punk, por lo que no están dispuestos a ver este tipo de paralelismos al entender, por motivos emocionales y no racionales, que comparar el trap con el punk sería algo así como ensalzarlo, elevarlo y consagrarlo. Pero mi perspectiva no es esa, yo no escribo un libro sobre el trap para vindicarlo sino para comprenderlo.

"Todas las vanguardias políticas o artísticas que han ido surgiendo desde los años 70 han asumido que el capitalismo es un horizonte insuperable"

–Aparte de Youtube, totalmente transversal por usar su terminología, las grandes plataformas de difusión del trap y de su estética en España, reconocidas por usted mismo en su libro, han sido programas como Vodafone Yu o La Resistencia, de Movistar, o los acuerdos con marcas paradigmáticas del capitalismo como Nike. Puro sistema todo, en fin. ¿Cómo casa esto con la impronta contestataria que algunos como usted atribuyen al trap?

–Es que en parte mi paralelismo entre el punk y el trap impugna esa tesis según la cual el punk sería el vademécum de la música revolucionaria. El punk es la música que, como vanguardia sonora de los 70, más rápido se quema y es asimilada por las grandes corporaciones. De hecho inicialmente los Sex Pistols se concebían a sí mismos como una operación situacionista de destrucción del sistema desde dentro. Todas las formas de vanguardia tanto artística como política que se han ido articulando desde aquella época han asumido que el capitalismo es el horizonte insuperable de este tiempo, y que en todo caso hay que subvertirlo desde dentro. Al final toda opción política o artística tiene dos alternativas: una, quedarse en una minoría purificadora donde, como uno no tiene que realizar ningún compromiso, siempre va a tener la razón aunque sea desde la absoluta insignificancia, o dos, intentar conquistar el poder, evidentemente transformándote en ese proceso.

–Un asunto llamativo es que, en contra de la imagen que puedan tener algunos de que es una música de puro desenfreno, "lujuriosas y politoxicómanas" como dice usted, gran parte de este género es emocionalmente muy oscuro. Véase el sad trap, con ese tono lánguido y narcótico, o ese lema de "perrear por fuera y llorar por dentro". ¿Es la música de una generación deprimida o al borde de la depresión todo el rato?

–Sí, pero no una depresión subjetiva, sino objetiva, no sólo psicológica sino también económica y social. La crisis que está en el título de mi libro no se refiere solamente a la caída del PIB sino a toda la estructura social, económica y política de la España actual.

–Le voy a confesar que la famosa discusión de C. Tangana y Yung Beef en el Primavera Sound sobre su concepción del éxito y la industria no me pareció ni tan enconada, ni mucho menos tan sustanciosa. Sus respectivos discursos eran la simplificación de unos debates tan antiguos y arquetípicos como la industria musical misma...

–Sí, estoy de acuerdo...

"Al convertir a Los Chichos en un aria de Wagner, Rosalía quiere alcanzar una seriedad de alta cultura, pero lo que está haciendo en realidad es una caricatura de la rumba o el flamenco"

–Lo cual me da pie a plantearle en qué medida libros como el suyo, en el que se cita a Wittgenstein, Baudelaire, Hegel, Lacan o Santa Teresa, contribuyen a sobreintelectualizar una música que, si tenemos que hacer caso a lo que dijo el pope Yung Beef (que el trap es "cocaína y follar"), es radicalmente antiintelectual...

–Ya... Pues fíjate, yo creo que hay mucha más filosofía en esa síntesis de Yung Beef que en muchos catedráticos de Filosofía, pero bueno... Por responder a la pregunta, aunque yo cito a todos esos autores, lo hago cuando es absolutamente necesario, es decir, el que abra mi libro pretendiendo encontrar una filosofía sistemática donde yo me pase casi dos tercios del libro nada más que aclarando cuestiones metodológicas y epistemológicas, se va a llevar un chasco. Yo voy a las cosas mismas y si puedo ahorrarme la cita de un filósofo, de un poeta o de un artista clásico, lo hago. Diré también que en muchas ocasiones yo he ido a entrevistar a muchos de estos traperos con una pretensión jocosa, como es el caso por ejemplo de la entrevista que le hice a Bad Gyal, y me encontré con una reflexión que no me esperaba; cuando le pregunté sobre las uñas lo hice en un tono más bien irónico, como una primera pregunta amable para que el público no saliera huyendo, y fue la propia Bad Gyal la que me señaló los elementos casi marxistas que estaban en su propia teoría. El problema es que muchos filósofos y la opinión pública en general son elitistas y clasistas y puede que también racistas; es decir, necesitan el preservativo de la cita a un filósofo o que lo diga un doctor en no sé qué. Y aunque C. Tangana cite a artistas como Andy Warhol o Isidoro Valcárcel, el público no se lo traga. Pero el caso más significativo es La Zowi, que tiene detrás a unos productores audiovisuales y musicales con unas referencias acojonantes, pero el público es tan ignorante que se queda en la pura superficialidad de la provocación, algo que por otro lado es una reacción habitual de la gente ante las expresiones de vanguardia. ¿Que La Zowi dice mucho puta? A estas alturas deberíamos entender que los artistas no tienen que dar explicaciones de sus gestos y que estos pueden ser mucho más profundos filosóficamente de lo que cree la plebe.

–Sostiene que las trap queens están "reescribiendo los códigos de la feminidad". ¿Cuáles?

–Yo invito al observador participante a que vaya a alguna discoteca y vea cómo el perreo, que de forma aparente es meramente un ritual de apareamiento, tiene una mayor complejidad de la que uno imagina. Y luego está la cuestión semántica o lingüística de cómo en el trap las palabras pierden su sentido y se convierten en puros fonemas que carecen de referencia más allá de la inmanencia del sonido. Esto tiene cierta importancia cuando las palabras que se están manejando son términos tradicionalmente considerados peyorativos o despectivos como es el caso de puta, zorra o bitch.

Cubierta del libro con la caricatura de Yung Beef supuestamente conflictiva. Cubierta del libro con la caricatura de Yung Beef supuestamente conflictiva.

Cubierta del libro con la caricatura de Yung Beef supuestamente conflictiva. / D. S.

–Usted mismo dice que estas mujeres están ofreciendo a los "pajilleros compulsivos" lo que estos siempre han demandado: "mujeres ligeras de ropa moviendo las tetas y el culo"...

–Desde una perspectiva de un feminismo alternativo al liberal, se podría criticar cierto wishful thinking, es decir, la confusión de la intención con la realidad: por mucho que la intención de muchas artistas sea repropiarse de ciertos arquetipos femeninos, de facto están ofreciendo lo que el pajillero de toda la vida quiere, sí. Por eso hay quien acusa a artistas como La Zowi de legitimar la industria del porno y la prostitución. Pero ese es un debate intrafeminista, de tal forma que salvo los más necios nadie, creo, puede acusar al trap de ser machista o antifeminista.

–Rosalía, dice usted, es el máximo exponente de flamencamp. Lo que significa...

–El flamencamp, para mí, abarca a todos los artistas urbanos que utilizan el AutoTune para cantar flamenco, como Soleá Morente, y a aquellos que mezclan ritmos flamencos con los típicos instrumentos del trap como Dellafuente... Me baso para acuñar ese concepto en la categoría definida por Susan Sontag según la cual lo camp es una estética caracterizada por una seriedad fallida y por ello Rosalía, cuando intenta convertir a Los Chichos en una suerte de aria wagneriana, está pretendiendo alcanzar una seriedad propia de la alta cultura y una respetabilidad basada en los sentimientos profundos, aunque en última instancia lo que está haciendo es una caricatura, una parodia de lo que es la rumba o el flamenco. Y este es el motivo que, a mi juicio, justifica los debates que se han generado a su alrededor sobre sobre la apropiación cultural o el antigitanismo.

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