MUNDIALES EN EL RECUERDO

1978. Algo huele a podrido en Argentina

Passarella levanta la Copa entre Luque y Ardiles.

Passarella levanta la Copa entre Luque y Ardiles.

Quiso el destino que Argentina, finalista en la primera edición y un clásico del fútbol, organizara su Mundial cuando vivía la etapa más oscura de su historia. La organización que le había correspondido en 1966 y que había puesto en marcha en sus últimos meses de vida Juan Domingo Perón pasó a ser competencia de la junta militar que gobernaba de forma dictatorial el país desde el golpe del 76, un triunvirato formado por los militares Videla, Massera y Agosti que creó para tal fin el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM'78), relegando a la AFA a un papel de simple asesor.

El objetivo era que no se escapara un detalle y, claro, que Argentina ganara el Mundial. El ente que presidía el vicealmirante Lacoste se marcó como objetivo que el campeonato fuera la mejor propaganda de una dictadura en la que se registraron miles de asesinados, torturados y desaparecidos y que por ello sufría el rechazo mayoritario en el mundo libre, donde había voces que pedían el boicot al campeonato. Sin embargo, no hubo tal, e incluso selecciones de países muy críticos con la junta militar, como Francia, acudieron al Mundial. Apenas trascendió el gesto de Paul Breitner, campeón del mundo en el 74 y de ideología maoísta, que se negó a disputar el Mundial como muestra de rechazo a la dictadura de los militares.

También se habló de que Johan Cruyff había adoptado una postura parecida, pero muchos años después el holandés explicó que si no acudió a Argentina fue, fundamentalmente, por el miedo que se había apoderado de él y de su familia después de sufrir un violento intento de secuestro en Barcelona que sólo trascendió mucho tiempo después.

Cruyff no lideró a Holanda en el Mundial, donde la Naranja Mecánica volvió a ser derrotada en la final, en este caso, como era de esperar según fueron transcurriendo los acontecimientos, a manos de una Argentina que un poco a trompicones pasó la primera fase -ganó por la mínima ante Hungría y Francia, cayó ante Italia- para luego, en el grupo definitivo en un torneo sin semifinales, protagonizar una más que sospechosa victoria por 6-0 sobre Perú -sabía que necesitaba ganar por cuatro goles o más, ya que Brasil había jugado antes, y a los 50 minutos ya lo tenía- que la llevó a la final.

Se ha dicho de todo. Que Videla bajó al vestuario peruano antes del partido, que Argentina envió un barco lleno de grano a Perú, que si una cuenta fue desbloqueada en un banco argentino, acusaciones cruzadas entre algunos jugadores peruanos de aquel partido... Casi todas las miras se dirigieron el portero Ramón Quiroga, nacido argentino y nacionalizado peruano un año antes, aunque el hombre, que siguió defendiendo la meta se la selección hasta 1985, ha negado una y mil veces que por su parte existiera amaño.

El caso es que Argentina llegó a la final, y que la dictadura de Videla tuvo su Mundial, aunque, 40 años después, sigue oliendo mal.

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