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Martin Schulz: El alcalde que vendió libros

  • Schulz cree que hay que hablar menos de miles de millones y más de las necesidades de los ciudadanos

En plena epidemia de curriculitis, con el personal reclamando másteres, doctorados, diplomas, licenciaturas y quién sabe si hasta títulos nobiliarios como condición indispensable para dedicarse a intentar arreglar este marrón de la crisis que tiene grogui a Europa, el candidato socialista a presidir la Comisión Europea presenta unas credenciales bien distintas. Hizo sus estudios de Secundaria y... comenzó a ganarse la vida en una librería.

Hijo de un policía local, nacido en 1955 en la localidad de Hehlrath (hoy Eschweiler), en la Alta Renania, las ilusiones del joven Martin Schulz estaban muy lejos de los pasillos que conducen a las cocinas de la política. Él quería pisar otra moqueta: el césped de los campos de fútbol. Una grave lesión en la rodilla truncó su sueño. Tanto, que la depresión lo empujó al alcoholismo, que terminó superando.

Entonces llegaron los libros, y Schulz prosperó en el gremio, hasta el punto de que llegó a abrir en Würselen su propio negocio. Fue en esa ciudad, de la mano del SPD de Willy Brandt y Helmut Schmidt, en cuyas juventudes -los jusos- se había afiliado, en la que el último presidente del Parlamento Europeo inició su carrera política. El éxito le llegó pasado los treinta: fue elegido burgomaestre (alcalde).

Ahora su ambición es la de ser presidente de la CE. En esta batalla, está convencido de que si el vencedor no es él, lo será su adversario directo, el candidato de los populares, Jean-Claude Juncker. "Uno de los dos la logrará", ha repetido incesantemente a lo largo de toda la campaña, contradiciendo a todo aquel que sostiene que el liberal Guy Verhofstadt tiene opciones pero cargando sobre todo contra su compatriota, la canciller Merkel, para quien el resultado de los comicios de hoy no determinará de forma automática al jefe de la CE.

Es en este punto en el que brota el Schulz más vehemente, que considera que decirle a los europeos que todo esto ha sido una broma sería un "golpe mayúsculo" a la democracia. Y hace esta advertencia desde el europeísmo más apasionado y militante, una condición que se ha forjado a base de desarrollar una agenda frenética en sus ya veinte años como miembro del Parlamento Europeo, que ha llegado a presidir hasta ser designado número 1 en estas elecciones y en el que ha ocupado puestos de relevancia, como el de jefe del Grupo Socialista, desde el que se ha erigido como figura clave y determinante en decisiones que han necesitado del consenso con otros grupos.

Dominador de varios idiomas -habla con soltura francés e inglés y tiene nociones de español-, Schulz cree en Europa -que se ha pateado de viaje en viaje en los últimos dos años-, de cuya unidad es un acérrimo defensor. No escatima la autocrítica cuando se trata de mirar de filas para adentro y advertido en más de una ocasión a sus compañeros que los electores no le han dado la espalda a los socialistas, sino que han sido éstos los que han desatendido a los votantes. "Hay que dejar de hablar de miles de millones y más de las necesidades de los ciudadanos", dice Schulz.

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