Obama: Cuatro años más

El presidente estadounidense, Barack Obama, tras su victoria en las elecciones. / EFE

05 de marzo 2013 - 14:59

Lourdes Alcañiz

Escritora y periodista en Estados Unidos

Barack Hussein Obama ocupará la Casa Blanca durante cuatro años más. No se trata de una segunda oportunidad, dijeron los electores, sino de una extensión del tiempo concedido en el primer mandato. Según los análisis postelectorales, la mayoría de los votantes cree que las medidas de Obama finalmente mejorarán la economía si se pueden mantener en el futuro.

A pesar del descontento generalizado con los resultados prometidos durante los primeros cuatro años del presidente, lo que sí quedó claro en estas elecciones es que los votantes no quisieron a un Mitt Romney que pusiera la casa patas arriba y empezara a cambiar y desmantelar todas las reformas y políticas implementadas en estos años pasados. Entre ellas destaca la histórica reforma sanitaria que Obama consiguió aprobar con sudor y sangre, y que los republicanos juraron desmontar pieza por pieza a la primera oportunidad. El sí de los votantes dio un nuevo impulso a una ley que cambiará la forma en la que la salud se gestiona en el país más desarrollado del mundo.

No hay que olvidar tampoco todo lo que ayudó a inclinar la balanza a favor del presidente el hecho de que los datos económicos previos a la cita electoral indicaran una recuperación en el mercado de trabajo, que afortunadamente se está manteniendo. Otro factor determinante a la hora de volver a situar al presidente en la Casa Blanca fue el voto hispano. Los ataques contra la inmigración ilegal y las promesas de barridos de trabajadores y residentes ilegales realizadas por los republicanos no se ganaron precisamente las simpatías del electorado hispano, pieza clave para ganar unas elecciones en Estados Unidos.

La guinda electoral la puso el huracán Sandy que arrasó los estados del norte poco antes de las elecciones, ocupó día y noche la cobertura de medios nacionales y le dio al presidente un telón de fondo sobre el que desplegar sus poderes ejecutivos y su manejo de una situación de emergencia (recordemos al huracán Katrina y Bush para poner las cosas en perspectiva). Pocas semanas antes del desastre su rival Mitt Romney había anunciado que iba a eliminar la agencia de emergencias federales para hacer cosas más productivas con ese dinero.

Pero no fueron sólo los eventos de último momento los que le abrieron de nuevo las puertas de la Casa Blanca al presidente, sino un sistemático esfuerzo para captar votantes, llevado a sus límites gracias a las nuevas tecnologías. Los voluntarios demócratas, por medio de refinados análisis estadísticos pudieron literalmente llamar a las puertas de los votantes dudosos para animarles a acudir a las urnas el gran día. Un esfuerzo titánico que tuvo su recompensa. Dejados a su libre albedrío los demócratas estaban convencidos de que los electores no acudirían a las urnas en suficiente número.

La principal preocupación en la cabeza de los votantes, según dijeron a la salida de los colegios electorales era, y sigue siendo, el estado de la economía. El mercado laboral comenzó a despegar tímidamente en 2012, pero el desempleo todavía se mantiene en niveles récord. Y el mercado inmobiliario, uno de los motores de la salud económica avanzó, y sigue avanzando, a paso de caracol. A pesar de todo hay un movimiento alentador hacia adelante y la opinión que primó en las urnas, es que hay que dar un poco más de tiempo al tratamiento.

El partido republicano no presentó al electorado una clara hoja de ruta a seguir en estos próximos cuatro años. La coalición de Romney se compuso en su gran mayoría de hombres blancos, ciudadanos de la tercera de edad, votantes con elevados ingresos, evangélicos, población rural y seguidores del Tea Party. En resumen, votantes poco representativos de la gran clase media trabajadora estadounidense, entre la que se cuentan millones de mujeres. Los desafortunados comentarios pre-electorales de Romney tampoco le ayudaron en este terreno. Durante la campaña electoral, el candidato republicano dijo abiertamente, sin saber que le estaban grabando, que el 47% por ciento de los votantes que apoyaban a Obama no pagaban impuestos, se consideraban víctimas y se negaban a hacerse responsables de sus vidas. Un razonamiento que no le ganó precisamente las simpatías de la clase media, que hoy por hoy es quien decide las elecciones en este país.

Así, el partido republicano cerró 2012 con una agenda marcada por la imperiosa necesidad de reconectar con la clase media. Por el momento los republicanos dominan en el congreso y la tónica de 2012 de oposición abierta a cualquier medida Obama sigue en pie, como se demostró en las duras batallas políticas sobre el abismo fiscal en los últimos meses del año. El presidente quería prorrogar los recortes de impuestos establecidos en previas legislaturas para la clase media, pero no para las clases más pudientes. Los republicanos querían mantener los recortes fiscales sólo a los salarios más altos y eliminar programas sociales para afrontar el déficit. Al final hubo acuerdo en el último minuto, sólo para dar paso a la siguiente feroz batalla: la del control de armas después de la terrible tragedia de Connecticut. Los republicanos se oponen diametralmente (entre otras cosas porque la poderosa Asociación Nacional de Armas o NRA es uno de sus mayores contribuyentes electorales).

Cuatro años con este tipo de enfrentamientos le han dado al presidente un cursillo acelerado sobre las realidades de Washington. La política es la política y las ideas sobre un gobierno conjunto con los republicanos, basado en el bien común y no en los votos son eso, ideas. Pero Obama y su equipo electoral jugaron bien sus cartas una vez más, a pesar de que los ideales del "Sí se puede" de 2008 se ha quedado más bien en un "Más vale malo conocido que bueno por conocer".

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último