La elección de Leterme como primer ministro belga suscita el temor a una nueva crisis política

Van Rompuy dimite como jefe de Gobierno tras ser designado presidente estable de la UE

Leterme tras jurar su cargo.
Leterme tras jurar su cargo.
Efe / Bruselas

26 de noviembre 2009 - 05:03

Yves Leterme asumió ayer por segunda vez el cargo de primer ministro de Bélgica con un programa de Gobierno basado en la continuidad respecto a su antecesor, Herman van Rompuy, centrado en la lucha contra la crisis económica y el paro y buscando un acuerdo pactado en las disputas regionales.

Leterme, quien durante los nueve meses que dirigió el Gobierno durante 2008 se granjeó la animadversión de los francófonos (que lo consideraban demasiado proflamenco), pidió que los complicados enfrentamientos entre ambas comunidades se solucionen con "un debate sereno" que permita "una solución equilibrada".

El dirigente democristiano flamenco juró el cargo por segunda vez ante el rey Alberto II, después que su predecesor, Herman van Rompuy, presentara su dimisión para ocupar la primera Presidencia estable del Consejo Europeo a partir del 1 de enero.

"Este Gobierno se inscribe en la continuidad", afirmó Leterme en su discurso de investidura ante la Cámara de Diputados, en un claro intento de aprovechar la estela de Van Rompuy, quien en el año escaso que ha ocupado el poder logró calmar las aguas agitadas en el anterior período de Leterme al frente del Ejecutivo.

A pesar del nulo entusiasmo que Leterme genera en la población francófona de Bruselas y la región de Valonia (sur del país), la actual coalición de cinco partidos le respaldó para sustituir de forma rápida a Van Rompuy y evitar un problema político en medio de la actual crisis económica que vive el país.

El partido de Leterme, el democristiano flamenco CD&V, fue el más votado en las elecciones legislativas de 2007. Además él obtuvo 800.000 votos preferenciales, una cifra enorme en este país, por lo que impedir su vuelta al poder hubiera generado una grave crisis.

El nuevo primer ministro, de 49 años, se esforzó por tender la mano a sus críticos al afirmar que había aprendido "de experiencias pasadas" y prometer que volvía al poder con "voluntad de apaciguamiento".

Aun así, insistió en que hace falta lograr un acuerdo entre comunidades y no continuar en la actual situación de punto muerto, en la que la región de Flandes (norte) quiere más competencias en materia fiscal y de seguridad social, mientras que los francófonos se oponen, temerosos de perder la solidaridad de sus más ricos vecinos del norte de Bélgica.

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