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Cultura

Acordes de una ópera sombría

Vincere. Italia-Francia, 2009, 128 min. Dirección: Marco Bellocchio. Intérpretes: Filippo Timi, Giovanna Mezzogiorno.

Desafiando a Dios reloj en mano. Así se presenta el joven y exaltado Mussolini de esta operística, barroca y fantasmal Vincere con la que Marco Bellocchio (La sonrisa de mi madre, Buenos días, noche, Il regista de matrimoni) sigue destripando la intrahistoria de Italia a través de un portentoso y visionario ejercicio de formas. A caballo entre 1907 y 1914, el arranque de su película nos acerca al estallido de una fuerza de la naturaleza, a la bruma nocturna y violenta que entrelaza las vidas de Benito Mussolini (Filippo Timi) e Ida Dalser (Giovanna Mezzogiorno), quien fuera su entregada amante, esposa y madre de un hijo no reconocido, una mujer cautivada por el torrencial y virulento discurso de un incendiario socialista que creyó en la Gran Guerra como la guerra que acabaría con todas las guerras, idealista que veía en el hierro y la sangre el pan para el proletariado italiano, futurista de pim-pam-pum y golpe de efecto.

Bellocchio sitúa su mirada espectral y oblicua en los márgenes de la Historia oficial, en sus rincones íntimos y oscuros, para filmar el ascenso al poder de un iluminado furioso, un amante animal y dominador capaz de someter (y traicionar) a un pueblo con la misma violencia con la que se somete (y traiciona) a una mujer enamorada y sumisa.

Película de fantasmas y máscaras, Vincere se sirve del cine (material de archivo, noticiarios de la época, películas de ficción, pero también del cine como proyección de sombras sobre una pantalla), de los rótulos y el grafismo propagandístico de la época, para tramar las texturas y los acordes disonantes de una gran ópera macabra conducida por la soberbia música de Carlo Crivelli y escindida en dos grandes actos dramáticos. Si en el primero asistimos al nacimiento de la sed de poder de Mussolini visto desde los ojos fascinados de Ida Dalser (donde no es difícil ver la fascinación de todo un país), el segundo abandona al Duce, a la figura pública, a la historia oficial, para quedarse junto a la esposa repudiada, internada en un centro psiquiátrico, y el hijo no reconocido (de nuevo interpretado por Timi), convertido ya en bufón imitador, en mueca, en grito sordo de rabia y locura. Entre rimas y asonancias, en un tiempo cinematográfico febril y psicótico, Vincere mantiene intacta hasta el final su capacidad para crear imágenes poderosas que condensan y proyectan el devenir trágico de la Historia del siglo XX.

Posiblemente, estemos ante lo mejor que se verá en este festival. Posiblemente, no llegue a estrenarse en España. Aprovechen.

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