Flamenco

El tablao Álvarez Quintero de Sevilla: romanticismo, cultura y flamenco

El artista José Guerrero, 'El Tremendo'.

El artista José Guerrero, 'El Tremendo'. / José Ángel García

"El flamenco me ha dado el sentido de la vida", asegura el cantaor José Guerrero, apodado El Tremendo, gestor desde hace unos años del tablao Álvarez Quintero. En este espacio, durante siete días a la semana, podemos escuchar el cante de artistas de van y vienen, con actuaciones en las que predomina esa emoción tan característica del flamenco. Nos referimos a esa combustión que nace del ritmo, de los bailes, del toque, la guitarra o la voz. Una cultura que emerge en Sevilla y que llega, a través de este lugar, a cualquier otro lugar del mundo. Multiplicando así su riqueza.

José, El Tremendo, es el artífice de ese mérito. Perteneciente a una saga de cantaores trianeros, con denominación de origen en la calle Rocío, José es nieto de Enriqueta La Pescaera y padre de Rosario La Tremendita y de Tremendito hijo. El cante es aquí linaje y familia, costumbre y día a día. Un modo de vida. No profesional –o no solo profesional- sino vital. "El flamenco es una forma de convivir", sentencia el cantaor. Ese carácter de lo flamenco como eje de la identidad, como sustento del que crecer, del estar y el ser, es lo que se ha querido transmitir en el escenario de este tablao de la calle Álvarez Quintero. En el número 48.

Más allá de una visión empresarial. Más allá de la idea de negocio. José Guerrero busca con este espacio "hacer cultura". "Este tablao es ante todo un espacio cultural", define el artista. Y añade: "Yo ante todo soy un romántico. No me considero un empresario de esto. Mi interés por el flamenco no tiene un interés lucrativo. Simplemente que he vivido siempre con esto del cante. Y si no canto, casi que me muero". Subraya así Tremendo padre su vocación. Su entrega a este arte que conoció desde niño en las calles de un barrio que no se parece en nada a lo que hoy conocemos.

“Este tablao es ante todo un espacio cultural”

"La Triana de la infancia la recuerdo con más comunicación. Los seres humanos estábamos más cerca. Eran casas de vecinos propiamente dichas, y se vivía mucho más en la calle. Todo era más natural. Ese que de repente se arrancaba por un fandango, el otro que se echaba un cante por el patio. Éramos todos una familia. El flamenco por otra parte estaba más presente. Y por supuesto no había tanto turismo", rememora el cantaor. "No me reconozco en esta Triana de hoy. La que conocí con mi abuela. Recuerdo cruzar el puente y ver para mí un mundo nuevo. Estaba en las grandes avenidas de Sevilla y me extrañaba", relata con nostalgia.

Y pasaron los años, y este niño trianero siguió con su vinculación –con su pasión- por el cante. Si la afición nació en un arrabal, la profesión se gestó igualmente en las afueras. En concreto, en la Universidad Pablo de Olavide, donde Guerrero trabaja como administrativo. Fue en el campus de la UPO donde el cantaor fundó una peña flamenca que, poco a poco, lo fue llevando hacia los tablaos.

"Considero la cultura como algo necesario del ser humano".

"Mi relación con la gestión de los tablaos comenzó en la UPO. Organizando las actividades de una peña flamenca que monté organizando actividades. A raíz de ahí me llamó Falete para cantar en el tablao de Las Brujas, en la calle Gonzalo Bilbao. Estuve por allí un tiempo hasta que lo empecé a llevar yo. Es en este tiempo cuando comienzo a manejar el tema del diseño del espectáculo del tablao. Lamentablemente Las Brujas se cerró, pero yo seguí trabajando en otros tablaos. Mezclando siempre el flamenco con lo cultural. Algo para mí fundamental. Considero la cultura como algo necesario del ser humano", confiesa Guerrero.

Porque lo que destaca en el tablao de la calle Álvarez Quintero es el ambiente cultural. Ese es uno de los principales propósitos de José, El Tremendo, quien aclara que estos espacios nada tienen que ver con "la mala vida". "Yo sigo la idea de los cafés cantante. Los cuales son espacio de ocio donde se respira cultura y ninguna historia más", afirma sin rodeos el cantaor entre las sillas que se sitúan enfrente del escenario. Un escenario flanqueado por guitarras. En el centro del tablao, dos sillas, que pronto darán paso a las voces de los otros cantaores, a los sonidos de las guitarras y al compás de las palmas y el taconeo.

Por estas tablas pasan cada día multitud de artistas. Como, por ejemplo, Ángeles Gabaldón, Petete, Jesús Herrera o Isabelita López. También Tremendo hijo –la estirpe continúa-. Todos ellos han conocido el matiz, distinto y único, que José Guerrero aporta este espacio, a este tablao de la calle Álvarez Quintero. Un matiz que pasa por el temperamento romántico del flamenco –"lo heredé de mi abuela y no me lo puedo quitar", nos dice- y por una precisa visión de riqueza cultural –riqueza compartida por todos aquellos que aquí actúan y por todos aquellos que aquí vienen-.

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