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Presente | Crítica de Danza

Naturaleza viva con objetos de color

Una imagen del espectáculo que dirige Antonio Ruz.

Una imagen del espectáculo que dirige Antonio Ruz. / Miguel Ballabriga.

Además de buen coreógrafo, Antonio Ruz posee una gran cantidad de registros que le permiten transitar a placer por los distintos géneros y formatos de la danza. Por eso, después de la compleja y exitosa Electra, realizada para el Ballet Nacional de España, y con el Premio Nacional de Danza en su poder, en su último trabajo se permite volver a mirar para dentro y, además, compartir esa mirada con tres bailarinas y dos bailarines de distintas edades, morfologías y bagajes.

Presente es un espectáculo intenso, con una buena parte de instalación. Le exige al espectador casi la misma concentración que a los intérpretes, al propio Ruz, que acompaña al movimiento lanzando la estupenda música de Dozza, o a la iluminadora Olga García, que construye con y para los bailarines un universo cambiante entre el negro, el blanco y el gris, diluyendo los límites del tapiz de danza y resaltando el color de algunos materiales (una larga cuerda roja, 80 listones de aluminio creadores de imágenes y de sonidos, chaquetas azules para los momentos sociales…). La misma concentración que a todos nos exige vivir el presente, dejando ir las acciones que acaban de pasar y sin pensar en el futuro ya que Presente no parece perseguir objetivo alguno.

La pieza posee, eso sí, una fuerte carga simbólica, debido no tanto a los movimientos de los bailarines, más viscerales que fluidos o puramente virtuosos, sino al uso que se hace de los objetos, especialmente de la cuerda, ya látigo, linde, vestido o círculo a cuyo alrededor se generan diferentes escenas, como el hermoso dúo de Alejandro Moya y Melania Olcina. O como el laberinto que crean entre todos con los listones de aluminio para luego explorarlo y descubrir sus límites.

Hay pocas puntas en este presente continuo, que a veces se dilata con acciones que no desembocan en ningún lugar concreto. Pero podemos quedarnos ahí, sin juzgar, disfrutando de la música, de la luz, de las imágenes que crean con ellas estos cinco magníficos bailarines.

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