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Teatro

Bienvenidos al gran cabaret del final de todas las cosas de La Zaranda

  • La compañía regresa al Central con 'El desguace de las Musas', una obra sobre el desplome y la banalidad de la cultura actual

Una imagen de 'El desguace de las Musas', la nueva obra de La Zaranda.

Una imagen de 'El desguace de las Musas', la nueva obra de La Zaranda. / M. G.

¿Puede la imagen de un cabaret en riesgo de desplome inmediato, donde ya todo es ruina y banalidad y sus paredes están apuntaladas, representar simbólicamente el estado de la cultura en estos momentos? Puede, claro, y de hecho así lo cree La Zaranda, que este fin de semana (mañana y el sábado a las 21:00) regresa al Teatro Central con El desguace de las musas.

En esta obra, la compañía "de teatro inestable de ninguna parte", como gusta de apellidarse este proyecto sin parangón en la escena española con más de 40 años de recorrido al servicio de una estética y una ética insobornables, vuelve a poner en juego su teatro oscuro, desgarrado y poético, de humor sombrío y regusto de expresionismo y del muy castizo esperpento. En las antípodas, como señala Eusebio Calonge, dramaturgo de cabecera de la compañía jerezana y autor de este particular Desguace, de ese teatro que "parece una prolongación del zapping televisivo" y que, a fuerza de acumular rostros conocidos y obras con muy pocas expectativas sobre la inteligencia del público, lamenta, ha acabado "dando la espalda a todo lo que el hombre tiene de espiritual".

"Como siempre en La Zaranda", afirma Calonge, autor del texto que dirige –también como de costumbre– Paco de la Zaranda, "la obra tiene un tono de amargura cómica o de comicidad amarga, como se quiera, y trata sobre todo de hacer reflexionar y buscar la emoción del espectador". El recurso del cabaret en este caso, explica Calonge, tiene que ver con su condición de género "bastardo" dentro de la cultura "fina o de élite". Con menos prejuicios, Calonge siempre observó con fascinación la "comunión tan directa que se daba en esos garitos con el público". "El artista, por más que apareciera en el escenario con capas y capas de maquillaje, carecía en realidad de la gran máscara que era la convención cultural. Y por ello se enfrentaba al público de esa forma tan directa", explica Calonge, quien por ello mismo articuló este texto mediante "monólogos muy amargos, muy reflexivos, muy duros, muy dolorosos" de los personajes que desfilan por la obra.

A uno de ellos, por cierto, le pondrá carne y temblor en la voz un actor tan conocido –por trabajos, a priori, tan alejados, por no decir en las antípodas, de la estética de La Zaranda– como Gabino Diego. "Ya tuvimos una tentativa de trabajar juntos en La extinta poética [una obra estrenada por la compañía en 2016], pero no pudo ser por motivos de agenda. Es un actor del que puedo decir que es cien por cien Zaranda, porque es muy dúctil con respecto al juego que nosotros proponemos. Hemos disfrutado mucho de nuestro proceso con él, y la alegría, que es una buena medida para estas cosas, porque siempre acaba aflorando cuando las cosas funcionan, ha sido de hecho muy intensa", apunta Calonge.

"El público que nos conoce va a asistir a una obra más de Zaranda, y a quien no nos conozca que nada de lo dicho anteriormente le suene esotérico: si la compañía permanece es porque siempre se ha dirigido a todos los públicos. Podemos estar en Nueva York y en Dos Hermanas, podemos estar en cualquier parte del mundo porque La Zaranda le habla al corazón de cada hombre". Avisados quedan.

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