La ventana
Luis Carlos Peris
El Rey, en su rol de oasis
Crítica de Jazz
CHICK COREA & THE VIGIL
Intérpretes: Chick Corea (piano, sintetizadores), Tim Garland (saxos), Charles Altura (guitarras), Carlitos del Puerto (contrabajo, bajo eléctrico), Luisito Quintero (percusión), Marcus Gilmore (batería). Lugar y fecha: Teatro de la Maestranza, sábado 7 de noviembre. Aforo: lleno.
Nueva agrupación de Armando Antonio Corea (Chelsea, 1941), Chick para los amigos. Los músicos que nos visitaron la noche del sábado en el Teatro Maestranza venían de cosechar muy elogiosas críticas por el último trabajo del gran pianista y compositor norteamericano, The Vigil (Concord, 2013), que da nombre al grupo Chick Corea & The Vigil, que ha sido comparado con otros proyectos como Return to Forever. El concierto no exploró los temas del disco, sino que pivotó en torno al homenaje: al maestro Roy Haynes, antiguo compañero de armas de Corea y familia del excepcional batería del grupo (en Waiting), a la madre Anna (en el tango Understandable), a las fuentes de la música del ecléctico pianista (en Tempus fugit, de Bud Powell, con que dieron principio al concierto), al Sur (en Ziryab, de Paco de Lucía, con el que Corea colaborara en tiempos, y una versión del Concierto de Aranjuez que remontaba a la versión de Jim Hall y Paul Desmond).
Corea se centra en el piano, con sus acostumbradas brillantez e inventiva, reservando los sintetizadores para momentos puntuales (y algún que otro paseíto por las percusiones). Los dos solistas centrales (guitarra y saxos), levantando al público de sus asientos y resolviendo con técnica impecable (sobre todo Garland, el más aplaudido), parecían cabalgar, con todo, unos pasos por detrás de una rítmica apabullante, precisa y con alma: el bajo de Carlitos del Puerto, vigoroso y elástico como el de un Eddie Gómez y disfrutón como un Red Mitchell, la elegante contundencia de Marcus Gilmore y la bien administrada percusión de Luisito Quintero acompañan al piano de Corea por territorios y estilos dispares, en su despreocupado zigzagueo por las tradiciones amadas.
El proyecto está en marcha, bullente, y de ello dan prueba la frescura que se respira en el gran teatro (reducido a fuerza de empatía a confortable club, en el que los músicos conversan y estrechan la mano del público) y un último bis que parece compuesto y trasladado al pentagrama esa misma mañana.
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