En busca de la verdad

Con la Nochebuena a las puertas, el concierto navideño de la familia Farruco y Fernández cerró su gira el martes en el Cartuja Cite Center, con Manuel Lombo y Yerai Cortés como artistas invitados

Farru, Estrella y Macarena Fernández en un momento de Farrucos y Fernández
Farru, Estrella y Macarena Fernández en un momento de Farrucos y Fernández / Del Campo

Una atmósfera dickensiana contribuía al cuento de Navidad que la familia Farruco vino a contarnos el martes noche. Densa niebla, frío y lluvia para recibir al público que llenó el Cartuja Cite Center con una mezcla de aficionados al flamenco, devotos de la familia y neófitos, entre los que se distinguía el turismo nacional propio de las fechas. 

Lo que pudo verse sobre las tablas del teatro fue la plasmación exacta del rumbo artístico que el bailaor Antonio Fernández, Farru, ha tomado en los últimos años; esto es, su ya definitiva mutación en un artista que, además de potenciar el baile que le define, se ejercita en el cante, el toque y la composición. En consecuencia, Farrucos y Fernández combina las señas de identidad propias de los espectáculos de la familia en su vertiente más jonda -varias generaciones sobre el escenario, ritualidad, emotividad y baile de alto voltaje- con una estilizada versión de la canción navideña, la mayoría composiciones originales

Como no podía ser de otro modo, Farru ha encontrado en la voz de su hija mayor, Soleá, una fuente de inspiración constante, como pudimos sentir en Libre, un tema que expone a las claras el estilo que Farru ha confeccionado a medida para ella: sobre la base de la sonoridad flamenca, influencias de la balada, el soul y la alabanza. Avanza la joven Soleá con previsible solvencia por el camino profesional, y esto no es más que otra de las señas de identidad de la familia: Soleá -como su padre, sus tíos o su abuela- ha crecido sobre un escenario. Sus intervenciones en solitario supusieron un concierto en sí mismo, sobre el que recae buena parte de la significación del repertorio. 

En la función del martes se apreció una clara evolución desde aquella zambomba tradicional que fue el primer Farrucos y Fernández de hace diez años. Ha profundizado Farru -creador del formato- en la dramatización del espectáculo, que se nutre de personajes arquetípicos para exponer los valores de la Navidad, en esta ocasión, la pureza de espíritu, la verdad de las cosas sencillas y el valor de la fe. Torombo interpretó a una suerte de viajero en el tiempo que, desengañado por la crueldad del mundo, recibe finalmente una revelación en “la verdad de una palma, en la bondad que no presume, en la existencia que es pura respiración, en la sencillez de una flor que muere sin quejarse…” y en la esencia del arte gitano, asimilado aquí al camino del propio Redentor, que nació sin nada y acabó transformando las almas. Una caracterización que se complementa con la visión de La Farruca en su papel de pitonisa, advirtiendo de la maldad que hará caer a Jesús en el madero. 

Aunque no faltaba poesía en alguno de los pasajes del recitado, tanto Torombo como Farruca tuvieron ocasión de expresar todo eso en su baile, verdadero sostén flamenco del recital. Además de la soleá de la Farruca, especialmente emotivo resultó el homenaje que rindieron a la tía Pilar Montoya “La Faraona”, hija del gran Farruco, en cuya memoria otra Pilar, hija de Farru, rescató sus formas por tangos. 

El propio Farru se vació en el baile de los bastones, una reminiscencia de aquel número de los Bolecos que creó su abuelo junto a Rafael el Negro y Matilde Coral, aquí expresado con toda la polifonía rítmica de la que es capaz esta familia. El Carpeta se lució en solitario en Queremos Cantar, el villancico por bulerías que suena en todas partes estos días y que caldeó al público junto a Ya llegó la Nochebuena, la rumba desagarrada por el quejío de Mari Vizárraga, desatando así los deseos de bailar y celebrar, aguardiente en mano. 

Una explosión de júbilo que contrastó con la intimidad que desprendieron las actuaciones de los dos artistas invitados, el cantante Manuel Lombo y el guitarrista Yerai Cortés. Acompañado a la guitarra por Farru, Lombo ribeteó Como tú ninguna, una especie de salve mariana que horadó con la potencia y profundidad de su voz. Por su parte, Yerai rebajó el tempo con arpegios, y en su solo hizo gala de ese sonido dulce y melodioso que también guió el acompañamiento por seguiriya al baile de Farru con el cante de José de Pura, valedor jondo de la noche junto a la frescura y sensibilidad de Ezequiel Montoya, la elegancia de Julia Manzano, y el empuje y rajo de Estrella, Macarena y Juan Fernández

Superada ampliamente las dos horas de concierto, la velada se internó en un glorioso fin de fiesta por bulerías, donde el espesor de la sangre se hizo juerga, y los Farrucos encontraron finalmente las verdades eternas: las penas y alegrías de toda familia, expresadas aquí con las formas flamencas más exuberantes que puedan verse, en Navidad y siempre. 

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