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Cultura

Consumar, consumir

  • 'JUEGOS REUNIDOS'. Marcos Ordóñez. Libros del Asteroide. Barcelona, 2016. 320 páginas. 18,95 euros.

Hay una poética de la ciudad vinculada estrechamente a la cultura. La hay en Marsé, la hay en Montalbán (la hay en muchos otros, como es obvio), y la hay en este Marcos Ordóñez de Juegos reunidos. Sin embargo, esta poética no es aquella que se deriva de la modernidad tardorromántica; es decir, la ciudad como objeto literario, como personaje vivo, que va de Baudelaire y Poe -de Toulouse-Lautrec y Edgar Degas-, a Franz Hessel y León-Paul Fargue. La imbricación a la que nos referimos es de otra naturaleza, acaso más refinada y en cualquier caso más tardía. Se trata, en definitiva, de la ciudad urgente, cálida, menesterosa, de los 60/70, donde la juventud creció no sólo junto a la cultura libresca, de mayor acceso, sino en la proximidad del cine, de la música, de la televisión, del urticante escalofrío de la publicidad y la moda.

En ese sentido, podríamos decir que Juegos reunidos es un juego -fragmentario, leve, especular- de carácter melancólico. No obstante, dicha melancolía parte de un hecho objetivo. Es durante esas décadas (de los 60 a los 80 del siglo pasado) cuando los españoles salen de una supervivencia letárgica y abominable para inmergirse en el bronco, en el púdico e indiscernible fluir de la vida. Quienes vivieran esa época tal vez recuerden la fascinación de los bares y su modesto lujo. Quienes hayan vivido aquellos años recordarán aún el estupor, la efervescencia (una efervescencia vital y en cierto modo abstracta, desinteresada, pura), ante un vaso de cerveza o una botella de refresco. De aquella España en construcción, de aquella España menestral, hecha de solares, quioscos y ultramarinos -una España todavía atezada, membruda, muy vinculada al agro- ha salido este país más próspero y alimentado, quizá irreconocible, que ahora habitamos.

Sin embargo fue la calle, la ciudad como consumición/consumación, la ciudad como manzana devorada, lo que estrenaron aquellas generaciones. Unas generaciones que supieron de la escasez anterior y que asomaron al mundo, a su esplendor, a su incitación innumerable, con la alegría sobrecogida de los bárbaros. De eso, de Atila marchando hacia Roma, nos hablan estos relatos.

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