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Crítica 'O Futebol'

Control, azar, emoción

O Futebol. sección oficial.No-ficción, España-Brasil, 2015, 68 min. Dirección: Sergio Oksman y Carlos Muguiro. Con: Sergio Oksman y Simão Oksman.

Después de buscar entre los restos y recuerdos perdidos de los Modlin para reconstruir su historia y ganar un Goya, el hispano-brasileño Sergio Oksman, acompañado ahora por Carlos Muguiro, simplifica (aparentemente) el dispositivo y vuelve la cámara sobre su propia autobiografía familiar en este reencuentro pactado y representado con su padre, Simão, en una laberíntica ciudad de São Paulo, articulado narrativamente a través de los días del verano de 2014 en los que transcurrió el Mundial de Fútbol de Brasil.

El cineasta propone al padre pasar ese tiempo juntos, ver los partidos, conversar, recuperar tal vez el tiempo perdido (20 años) con la excusa de la afición aún viva de la infancia, los recuerdos comunes, responder algunas preguntas y cuestiones que quedaron en el aire.

El cálculo tiene que ver con el método, con la rigurosa puesta en escena. Planos fijos, de espaldas en el interior del coche (un coche kiarostamiano), otros a prudencial y precisa distancia compositiva en el lugar de trabajo, en bares o restaurantes.

Los trayectos propulsan la conversación sin contraplano, activan y ordenan la memoria difusa (también aparecen, sí, materiales de archivo familiares), hilvanan aquel tiempo en el que el padre y el país aún eran figuras referenciales. En un off visual y auditivo, Brasil celebra los goles y las victorias y lamenta las derrotas como un fracaso nacional. En otros momentos, la cámara escruta el rostro, los gestos, el habla empastada y los tics del padre ante la experiencia filmada.

Empero, el azar llevará O Futebol hacia un inesperado territorio (dramático) que inunda el rigor del proceso de una emoción muy poderosa y sin embargo controlada. La realidad le regala a Oksman en pleno rodaje uno de esos puntos de giro que volverían loco a cualquier guionista. Es el momento de gestionar de nuevo los acontecimientos y el cineasta decide proseguir: el vacío y la elipsis se hacen si cabe más poderosos y elocuentes. La vida, ya saben, continúa. Alemania, también lo saben, ganó aquel Mundial a Argentina.

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