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COSMOS QUARTET | CRÍTICA

Mundos en dieciséis cuerdas

El Cosmos Quartet en Espacio Turina.

El Cosmos Quartet en Espacio Turina. / Luis Ollero

La solidez que otorga la continuidad en el tiempo y la permanencia de sus componentes hacen del Cosmos un soberbio instrumento capaz de adentrarse en paisajes anímicos y estilísticos diferenciados con la misma capacidad de penetración y de explicitación de las entrañas de esas músicas.

Así quedó de manifiesto en este programa, con obras extremas como el último cuarteto de Shostakovich, compuesto en 1974, y el antepenúltimo de Schubert, escrito ciento cincuenta años atrás. Espacios y tiempos diferentes, estados de ánimo diversos, sí; pero con una interpretación igual de inspirada y calibrada hasta el mínimo detalle.

Los seis adagios que articulan la obra del autor ruso son todo un reto para cualquier cuarteto, pues la obra se mueve en un continuo clima de desolación y de desnudez sonora. El Cosmos lo supo ver así y optó por timbres desnudos, descarnados, con escaso vibrato, buscando la rugosidad del sonido en las franjas centrales de los diapasones en las que se mueve a menudo el discurso sonoro. Con un control absoluto de las dinámicas por debajo del mezzopiano, la interpretación desembocó en un impresionante final de congoja y devastación anímica.

Para Schubert optó el Cosmos por una versión amable, perfecta en lo sonoro y cuidada al máximo, pero sin la tensión de algunos momentos (trémolos de chelo y viola poco acentuados en el primer tiempo, por ejemplo) y con ataques más bien suaves y con acentuación muy controlada. Es una opción, por supuesto, porque la verdad es que fue una bellísima versión de un sonido diáfano y transparente, atenta a los aires de ländler en el tercer tiempo y a los ritmos campestres con los que se abre el tiempo final.

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