Literatura

Cuestión de temperamento

  • Ediciones Luca de Tena publica una estupenda antología de artículos de Julio Camba, maestro del humor y de la crónica, uno de los grandes del siglo XX

Contemporáneo de la generación del 14 y amigo personal de sus más celebrados representantes, D'Ors, Pérez de Ayala o el propio Ortega -que lo llamó "la más pura y elegante inteligencia de España"-, Julio Camba aprendió de Azorín el difícil arte de la brevedad, y en la estela del maestro levantino, que había desterrado de las redacciones la retórica amanerada del periodismo decimonónico, inventó un particularísimo género de crónica sobre el que cimentó fama y leyenda. Fruto de sus estancias como corresponsal en capitales de medio mundo -Constantinopla, París, Londres, Berlín, Lisboa o Nueva York-, los artículos de Camba mezclaban las impresiones de viaje y el cultivo, apenas practicado entre nosotros, del humour, combinación novedosa y felicísima que convirtió su firma, predilecta del público, en una pieza disputada. Fue con mucho el cronista más leído de la España de anteguerra, pero el ingenio del gallego, que nunca se había prodigado en exceso, fue haciéndose con los años más y más perezoso, hasta llegar a la casi total inactividad de los últimos tiempos, cuando según es fama entregaba a las prensas los mismos artículos, apenas retocados, que escribiera en su juventud.

Cuando murió, desnortado y como fuera de época, Camba era una vieja gloria que sobrevivía gracias a la admiración y el apoyo que le profesaba un grupo de amigos leales, alojado en la famosa habitación 383 del hotel Palace de Madrid que fue su hogar durante los trece últimos años de una vida convertida en indolente epílogo. El cronista de moda de las primeras décadas del siglo había sido un autor enormemente popular, pero en parte por su propia desidia había visto apagarse una estrella que en los años de esplendor brilló muy alto, aupada por la estima de los mejores escritores de su tiempo. Nunca se tomó su obra en serio, lo que sin duda lo honra, y todo lo más aspiró a ser considerado un buen periodista: "Desgraciadamente -dice uno de los textos aquí recogidos-, en la literatura española no hay más que genios". Salvo un par de fallidos empeños narrativos, y dejando de lado la que pasa por ser su obra maestra, La casa de Lúculo, emprendida merced al generoso mecenazgo de don Pedro Sáinz Rodríguez, Camba no publicó libro -acaban de reeditarse La ciudad automática y Aventuras de una peseta- que no fuera una recopilación de artículos, siempre finos, certeros, luminosos y bienhumorados.

Esta nueva antología, publicada por la misma editorial Luca de Tena que ha rescatado el imprescindible Haciendo de República, abarca toda la trayectoria de Camba, incluidos algunos de los después repudiados textos de juventud -cuando vivía lo que Cansinos denominó su "pintoresca bohemia ácrata"-, pero se centra sobre todo en las dos primeras décadas del siglo, que fue como queda dicho su época dorada. "Yo creo que eso de ser español, más que una cuestión de nacionalidad, es una cuestión de temperamento", leemos en el artículo que ha servido para titular el volumen, estructurado en secciones temáticas que abordan las distintas Maneras de ser español a través de la actualidad política -se publican por primera vez las crónicas parlamentarias de Camba, precursoras del género en el que destacaría su paisano Wenceslao Fernández-Flórez-, la vida cultural, el periodismo o la cocina, con miradas particulares tanto a Madrid como a vascos, catalanes y gallegos, en textos -recogidos con un guiño de complicidad por la editora Catalina Luca de Tena bajo el epígrafe de España plural- donde el cronista se permite bromas que no harían reír a los nacionalistas periféricos ni gustarán a sus actuales descendientes. Pero los temas son lo de menos, porque hable de lo que hable, cualquier página de Camba es una fiesta.

Por encima incluso de su proverbial humor, la gran virtud de Julio Camba es el estilo, la prosa lúcida, amena, chispeante y antirretórica de esos miles de artículos breves que sedujeron a sus contemporáneos y siguen tan frescos hoy como hace un siglo. Camba fue sobre todo eso, "cuestión de temperamento", un estilo y una actitud, un modo desusado, escéptico y antiliterario de ejercer de escritor, muy alejado de la grandilocuencia, ay, tan española. Una manera "sutil y rápida", como la calificó Azorín, que ha dejado un trazo mínimo pero indeleble. Un placer, siempre y en definitiva.

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