Todas las canciones de amor | Crítica de teatro

Un Eduard Fernández inmenso

Eduard Fernández en un momento de ‘Todas las canciones de amor’

Eduard Fernández en un momento de ‘Todas las canciones de amor’ / Laura Ortega

La intrahistoria de la obra que Eduard Fernández borda con una interpretación soberbia es igual o más interesante que la propia función que pudimos ver anoche en un Teatro Central que colgó el cartel de Agotadas las localidades ante la expectación que la unión de dos de los grandes del teatro español, Andrés Lima y Eduard Fernández, ha generado desde su estreno en los Teatros del Canal.

Cuenta Lima que recibió una llamada de Fernández en la que le comentó que quería hacer una obra sobre su madre y que quería interpretarla él mismo. Ya contaba con un texto del argentino Santiago Loza (estrenado en 2016) que luego fue revisado por el propio autor y que se adaptó al proyecto en los trabajos de preparación.

Sin duda, la recreación de su propia madre por parte del grandísimo actor Eduard Fernández adquiere un aire de transcendencia que convierte Todas las canciones de amor en un homenaje a la figura de la madre que sobrepasa la dimensión particular para abarcar un aire de monumento a la figura de todas nuestras madres.

Una cocina cambiante, maravillosa la escenografía de Beatriz San Juan y la video creación de Miquel Ángel Raió, van de la mano de la interpretación y la dirección inteligente de Lima que consigue sacar el máximo provecho al texto de Santiago Loza que peca, en algunos momentos, de excesiva literatura y que se mete, en más de una ocasión, en tópicos manidos que se resuelven con la interpretación de Eduard Fernández que se enfrenta al papel desde un punto de vista dual ya que, desde un primer momento, quiere dejar claro que es el propio hijo el que revive a su madre.

El dominio de sus gestos, la fragilidad con la que dota a la figura materna a la que vemos enfrentarse a un incipiente Alzheimer (dolorosa la caída que sufre) hacen que esta pieza te apriete el corazón.

Las canciones, ya estaban en el original, abrazan, calman al espectador que, sigue con arrobo el retrato de una madre, a la que algunos todavía podemos abrazar al llegar a casa y, también, a la que ya no está con nosotros.

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