El debutante belga Zeno Graton aspira a jugar en la misma división de su compatriota Lukas Dhont (Girl, Close) con este retrato de la adolescencia conflictiva y el despertar homosexual entre los muros de un centro de detención de menores y sus dinámicas de disciplina, trabajo y reeducación social. Allí se encuentran Joe, un joven de origen árabe (Khalil Ben Gharbia), y William, el conflictivo recién llegado (Julien de Saint Jean) al que acompaña la fama de verdadero tipo duro y con quien establecerá una relación íntima a escondidas del grupo y los tutores.

Su paraíso no es otro que el utópico sueño de libertad y convivencia lejos de aquellos muros, un paraíso que el guion del propio Graton y Clara Bourreau se empeña en alejar mucho más allá de la metáfora con una serie de quiebros, incidentes, intentos de fuga y brotes de violencia que, a pesar de lo modélico del centro, se suceden como obstáculos algo artificiales que parecen destinados a sublimar aún más ese amor romántico doblemente recluido.

Graton aspira también a materializar un cine de los cuerpos, las miradas y los silencios, pero el exceso de música y canciones y un dudoso sentido del montaje juegan en contra de sus objetivos. También lo hace un desenlace que juega primero al despiste de la tragedia para rematar con una promesa de futuro tan idealizada como improbable.