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Ensemble Correspondances | Crítica

Una apertura de la contrición al gozo

El Ensemble Correspondances inauguró el Femás en el Espacio Turina.

El Ensemble Correspondances inauguró el Femás en el Espacio Turina. / Lolo Vasco

El Ensemble Correspondances no se prodiga por España y a Sevilla no había venido nunca hasta este concierto inaugural del Femás en el que se presentó con un sugestivo programa que contrastaba la tradición luterana del norte de Alemania con la católica de París en el siglo XVII.

Con diez voces, un quinteto de violas da gamba y un continuo sostenido solo en una tiorba y el órgano que tocaba el director del grupo, Sébastien Daucé, el conjunto demostró las razones de su bien ganado prestigio, por un trabajo conjunto de una musicalidad, una precisión y una hondura muy estimables. Ya en el primer  concierto sacro de Schütz pudo apreciarse el magnífico sonido grupal, con voces iguales en emisión y moviéndose con extraordinaria sutileza por todos los registros. 

Daucé optó por el equilibrio, con sonidos dominantemente suaves, contrastes muy moderados y una contención general que pareció huir de ese Schütz más dramático, oscuro y acerado de tantas otras interpretaciones. La austeridad de las Siete Palabras confirmó el tipo de acercamiento tanto como el cuidado por los detalles. Luego en la cantata dedicada al corazón del Membra Jesu Nostri de Buxtehude, el interés derivó hacia la atmósfera afectuosa creada por unas violas de estupendo empaste, y en las dos piezas fúnebres finales, una de Buxtehude y otra de Schütz, la contrición se impuso pero siempre con ese punto de sujeción, que evitaba las aristas más punzantes de las obras: el Selig sind die Toten de Schütz cerró esta primera parte del concierto con una dulzura delicadísima.

Fue empezar en la segunda parte el Miserere de Charpentier y todo cambió. Obra también penitencial, por supuesto, pero de una variedad textural extraordinaria. Aunque escrita para seis voces con dos partes agudas acompañantes y bajo continuo, los cambios son continuos entre pasajes solistas y las más diversas combinaciones vocales. Las influencias de la música italiana son evidentes (tampoco faltan en la música de Schütz y Buxtehude, habría que decir), y Daucé pareció señalarlo con un sonido más poderoso (de hecho, el acompañamiento empezó demasiado fuerte, aunque luego fue equilibrándose), con contrastes más agresivos e incluso permitiendo cierta desigualdad en las voces, lo que dio a sus interpretaciones una brillantez inédita hasta ese momento, que fue en aumento en unas Letanías por completo exuberantes. Esta exaltación, diríamos católica, afectó incluso a la repetición del Selig sin die Toten de Schütz que volvió a sonar, como propina, con un espíritu nuevo.

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