Espai Sonor | Crítica

Duende y ecos de la flauta

Espai Sonor en la Sala Juan de Mairena del Espacio Turina.

Espai Sonor en la Sala Juan de Mairena del Espacio Turina. / P.J.V.

El conjunto mallorquín Espai Sonor se presentó en formato de trío para un programa complejo que si tenía algún elemento en común era, además de unas exigencias virtuosísticas muy notables para la flauta (gran protagonista de toda la sesión), cierta relación con el mundo de la creación francesa: Mantovani porque lo es (francés), el resto por su vinculación a través del IRCAM o de su adscripción al espectralismo (Harvey, Guix).

El recital empezó divertido, con dos miniaturas tocadas en la oscuridad para piccolo solo (Two and half minutes to midnight de Dani Howard, una jovencita compositora británica, es paráfrasis de una fantasía de Telemann) y clarinete solo (Away… in the dusk de Josep Maria Guix tiene el encanto de la levedad y la desnudez características de su autor), y terminó en el punto más alto con una extraordinaria pieza de Jonathan Harvey, The Riot, en la que ritmo, timbre y melodía se imbrican en una estructura de sutil carácter repetitivo para crear una atmósfera de embriagadora sensualidad.

Entre medias, el concierto sufrió algunos estancamientos. En L’ere de rien de Mantovani porque acaso faltó un punto de audacia interpretativa, de exacerbar los contrastes, acelerar el tempo y afilar los ataques de una música en la que las resonancias juegan también un papel fundamental, pero que termina entregándose al puntillismo sonoro. También de ecos nos habla Duende de Guinovart (sólo para flauta y piano), ecos de García Lorca, de los armónicos de la flauta sobre el arpa del piano, pero la obra, que empieza preocupada por el color, se va densificando y alargándose hasta una abstracción contrapuntística no fácil de digerir. Algo parecido le ocurrió a Imaginary islands de Ivan Fedele, otra vez con el trío al completo, obra de geometría fractal, que se basa en una expansión y encogimiento continuos del material en una estructura de arco, pero que termina perdida en su propia frialdad académica.

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