Álvaro Toscano | Crítica
Delicada guitarra de salón
Intonationes. Concierto inaugural del XXVIII Festival de Música Antigua de Sevilla. Programa: Obras de G. da Venosa. G. de Wert, T. L. de Victoria, L. Luzzaschi, L. Marenzio, S. d'India y C. Monteverdi. Intérpretes: Rossana Bertini (soprano), David Sagastume (alto), Lluis Vilamajó (tenor), Giuseppe Maletto (tenor) y Daniele Carnovich. Director: David Sagastume. Fecha: Domingo, 6 de marzo. Lugar: Centro Cultural Santa Clara. Aforo: Lleno.
El Manierismo, ese estilo artístico de transición entre el Renacimiento y el Barroco, ha sido calificado por los historiadores del Arte como el reflejo creativo de las angustias e incertidumbres de una etapa de crisis de conciencia en Europa. El optimismo humanista y renacentista cae hecho trizas por las guerras de religión, por los enfrentamientos entre el Papado y el Imperio (con el famoso saqueo de Roma de 1527 como momento de máxima violencia) y, en general, por el clima de violencia y de autodestrucción mostrado por los europeos allá donde se encuentran.
En ese contexto, las certezas y los códigos estilísticos de pintores, escultores, arquitectos y músicos se hacen añicos y se inicia una exploración de nuevas formas expresivas a las que la sobriedad de las proporciones clásicas y las consonancias perfectas de la polifonía ya no son suficientes. Nadie mejor que el príncipe de Venosa para ejemplificar esta inquietud por encontrar una expresión sonora más acorde con la efusión de los sentimiento y de las pasiones. El programa ofrecido por Intonationes en Santa Clara, al situar la música de Gesualdo rodeada de la de sus contemporáneos, rompe la imagen de singularidad de su música. Más allá de los posibles desequilibrios mentales y afectivos del compositor, su música comparte el interés de la época por la plasmación de los afectos en un lenguaje musical mucho más expresivo y pegado al devenir de las palabras.
Situando al magnífico bajo Daniele Carnovich en el centro y con las voces superiores en los extremos, Intonationes consiguió un extraordinario equilibrio entre las voces. A la sobresaliente claridad de cada una de ellas se añadió un perfecto empaste y una especial atención hacia la transparencia del tejido polifónico. Con una voz por parte pudieron apreciarse a la perfeccion los juegos combinatorios y la infinidad de figuras retóricas, como ese estrechamiento de las voces centrales sobre la palabra stringetemi en el madrigal de Monteverdi o la aceleración sobre precipitate.
El fraseo se desarrolló con una enorme riqueza de matices, acentuando de forma muy efectiva las palabras clave que, como sospiri, martiri, fuoco o morte, exigen alargar aquí una nota, un diminuendo o un crescendo fulgurante, modulando al mismo tiempo en las retorcidas armonías con que los compositores envolvieron sus retorcidos sufrimientos amorosos. Creo que sólo desentonaron las piezas sacras de Victoria, dicha con demasiada contención.
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