LA VIDA BREVE | CRÍTICA

Falla y del Monaco hacen de esta ópera una tragedia andaluza

La ópera 'La vida breve' en Sevilla / Juan Carlos Muñoz

Ésta es una de esas ocasiones en las que una buena dirección de escena consigue redimir las debilidades del argumento y del libreto de una ópera, por muy buena que sea su música. Giancarlo del Monaco deja de lado de manera radical toda la carga de costumbrismo y de tipismo andaluz que arruina intentos tan fallidos de construir una ópera española como El gato montés, por ejemplo. En este caso, el regista mira al fondo de la música absolutamente honda y trágica, pura verdad, de Manuel de Falla para indagar en la mente perturbada de Salud. Todo pasa en su cabeza, que distorsiona la realidad, una realidad trasmutada en delirio trágico mediante el colorido rojizo de escenografía, vestuario (muy rico en matices) e iluminación. Del Monaco consigue así ensamblar un discurso psicológico coherente que da sentido incluso a los momentos más festivos (fascinante la detención del tiempo tras las danzas mientras Salud hilvana sus pensamientos), subrayados por la brillantísima coreografía de Castejón.

Lucas Macías sacó de la ROSS toda una bella paleta de colores y toda la carga trágica de la orquestación fallesca, con bellas oleadas sonoras y acentos dramáticos, sin por ello llegar nunca a tapar a las voces.

Arteta arrancó Vivan los que ríen con notas calantes, algún portamento y agudos tensos, pero en Allí están transmitió con firmeza de sonido una expresión de auténtico dolor, subrayado por una actuación sobresaliente que sorteó los riesgos de sobreactuación. Apabullante el cañón sonoro de Roy y brillante del Cerro como voz en la fragua. Amoretti dio perfecta réplica a su papel con esa voz cavernosa y resonante, mientras que a Corbacho la voz le oscilaba excesivamente y sonaba muy engolada. Una pena la escasa participación de la bellísima voz de Resurreição. El coro, en su habitual línea de excelencia y brillo.

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